Parece lógico pensar que el aire limpio es esencial para la vida. Mas, lo mismo pensé sobre el papel de las mascarillas reduciendo la infección de las vías aéreas, y costó lo suyo convencer a políticos y sociedad de la bondad de su uso durante la ya casi olvidada pandemia de la COVID-19. 

La realidad es que la contaminación atmosférica está convirtiendo el aire que respiramos en una amenaza invisible para nuestra salud. Las partículas finas, también conocidas como PM2.5 y varios compuestos del nitrógeno son contaminantes que nos van rodeando y, con cierta celeridad, van causando estragos. 

Durante años se postuló que solo la exposición a altos niveles de contaminación era perjudicial. Sin embargo, investigaciones recientes, publicadas en revistas científicas y sometidas a la revisión por otros especialistas del tema, revelan un panorama preocupante: la contaminación del aire, incluso en niveles bajos, tiene efectos negativos para la salud.

¿Cómo nos afecta?

Las partículas contaminantes y los gases nocivos como es el caso del NO2 se filtran en nuestros pulmones y se introducen en el torrente sanguíneo, afectando a todo el organismo. Su presencia provoca una pléyade de enfermedades entre las cuales podemos citar: afectaciones cardíacas varias, problemas respiratorios como asma y EPOC enfermedad pulmonar obstructiva crónica, diabetes e incluso cáncer. Aquí no te estoy hablando de probabilidades, me refiero a causas directas de estas patologías. 

Todo parece indicar que el problema radica en que, hasta hace poco, los métodos para evaluar el impacto de la contaminación en la salud empleaban modelos lineales. En ellos se asume que el riesgo para la salud aumenta de manera uniforme a medida que sube la contaminación. ¡Error!

Los estudios más recientes demuestran que esa relación es supra-linear. Aquí me detengo para explicarte que una relación supra-linear entre dos variables, por ejemplo la concentración de un elemento X en el aire respirado y la incidencia de una enfermedad Y en la población que lo respira, nos dice que pequeñas variaciones de X produce grandes variaciones en Y. En otras palabras, la curva que representa la relación X e Y es cóncava hacia arriba.

En el contexto de la contaminación del aire y la salud, una relación supra-linear significa que el daño a la salud aumenta a un ritmo mayor a medida que aumenta la concentración de contaminantes en el aire. Pero, también indica que pequeñas reducciones en la contaminación del aire pueden tener un impacto significativamente positivo sobre la salud pública. En otras palabras, hay esperanzas si actuamos. 

¿Qué podemos hacer?

Es necesario actualizar las prácticas utilizadas para evaluar el impacto de la contaminación en los humanos. Las agencias de salud pública y los responsables políticos deben tener en cuenta estos nuevos hallazgos a la hora de establecer estándares de la calidad del aire y calcular los daños que la contaminación provoca.

Las investigaciones también apuntan a que los beneficios de un aire más limpio son mayores de lo que se pensaba. Reducir la contaminación no solo salva vidas, sino que también disminuye las enfermedades crónicas y los costes económicos asociados a la atención sanitaria.

Evidentemente, se necesita más investigación para comprender mejor cómo interactúan los distintos contaminantes y cómo los factores individuales influyen en el riesgo para la salud. En cualquier caso, debemos recordar que respirar un aire más limpio siempre es un beneficio al cual todos podemos contribuir. Mas, deben existir medidas globales frutos de un consenso basado en la ciencia. 

Necesitamos un enfoque más integral para evaluar la contaminación atmosférica, que tenga en cuenta tanto las zonas con poca exposición como los beneficios potenciales de regulaciones más estrictas. Quizá debamos instaurar una especie de justicia climática que instituya el derecho a respirar aire limpio. Estoy hablando de salud para todos, por un rato olvidemos la ideología.