Ilustración idealizada de los 13 neanderthales de El Sidrón (Asturias).

Ilustración idealizada de los 13 neanderthales de El Sidrón (Asturias). CSIC

Historia

La familia asturiana de la Prehistoria que esconde en su ADN el secreto de la extinción neandertal

Una exposición en Infiesto (Asturias) pone en valor el yacimiento de El Sidrón y exhibe por primera vez el esqueleto de un niño neandertal de siete años. 

20 mayo, 2024 12:29

Una feroz tormenta inundó las galerías de la cueva asturiana de El Sidrón. La fuerza del agua arrastró una gran cantidad de sedimentos que depositó en una zona conocida como la Galería del Osario. Aquel aguacero arrastró cerca de 400 herramientas líticas y los restos de un total de 13 Homo neanderthalensis que murieron hace 49.000 años. El estudio de su ADN desveló que tenían algunas anomalías congénitas fruto de la endogamia, una de las causas de su extinción.

Los más de 2.500 fragmentos de huesos humanos documentados en el yacimiento de la cueva de El Sidrón componen la mayor colección de fósiles de neandertal de toda la Península Ibérica y una de las más completas del mundo. Como si fuese un complejo rompecabezas anatómico, los expertos han podido reconstruir el esqueleto de un niño neandertal, uno de los protagonistas más destacados de la nueva exposición Los Trece de El Sidrón que se inaugura este martes en el Edificio de Obra Pía de la localidad de Infiesto, capital del concejo de Piloña. 

La muestra pretende poner en valor las últimas investigaciones del equipo de investigadores del CSIC y de la Universidad de Oviedo realizadas desde el año 2000 hasta la actualidad. "El estudio del ADN fósil ha permitido adentrarnos en aspectos de la paleobiología de los neandertales que hasta hace unos años resultarían más propios de la ciencia ficción", explica Antonio Rosas, profesor del Museo Nacional de Ciencias Naturales y coordinador del yacimiento. 

Uno de los maxilares de Neanderthal investigados en El Sidrón.

Uno de los maxilares de Neanderthal investigados en El Sidrón. CSIC

Piñones y aspirinas

Hoy sabemos que los trece de El Sidrón —siete adultos, tres adolescentes, dos jóvenes y un niño— formaban parte de la misma familia. Usaban la boca como una herramienta más y su dentadura sufrió un desgaste que indica que al menos once de ellos eran diestros. Del resto no han aparecido dientes que analizar. Uno de los adultos sufrió una gran infección en el lado derecho de la boca que le obligó a cambiar de lado preferente. 

El análisis del sarro depositado en sus piezas dentales desveló que gran parte de su dieta consistió en musgo, piñones y setas. Además, consumían corteza de álamo, elemento que contiene el principio activo de la aspirina y que probablemente usaron como medicamento. 

Antonio Rosas en el interior de la cueva de El Sidrón.

Antonio Rosas en el interior de la cueva de El Sidrón. CSIC

Esta dieta "vegetariana" contrasta con otros grupos de neandertales del norte de Europa e incluso de la Península ibérica. Los individuos documentados en el yacimiento de Prado Vargas (Merindad de Sotoscueva, Burgos) basaron su economía en el consumo de ciervos, muflones, rebecos, caballos y bisontes. "Esto indica una diversidad en las estrategias de supervivencia entre los neandertales", detalla Rosas. 

El niño 

Medía 111 centímetros y tenía cerca de siete años y medio cuando le sorprendió la muerte. La reconstrucción de su esqueleto es una de las piezas más destacadas de la exposición que se suma a las fieles reproducciones de otros 9 fósiles inéditos del yacimiento, lo que permite acercarlos al gran público y conservar los originales. Estas reproducciones incluyen la cara parcial de un varón adulto, la mandíbula de una mujer y la conjunción de una pelvis con el fémur de un adulto. 

Esqueleto de el niño de El Sidrón.

Esqueleto de el niño de El Sidrón. CSIC

En cuanto al niño de siete años, su esqueleto parcial incluye 120 piezas de la cabeza, el tórax y las extremidades. Según los expertos aún era un aprendiz en el oficio de la talla de herramientas de piedra. "Se trata del esqueleto mejor representado en este yacimiento y uno de los más completos del mundo", apunta Rosas.

Su columna vertebral aún no estaba madura y correspondería a la de un niño sapiens de entre los cinco y los seis años, indicando que los neandertales tenían una maduración retrasada respecto a los humanos modernos. Al mismo tiempo, el tamaño de su cerebro es un poco más pequeño que el de un neandertal adulto (calculado en 1330 centímetros cúbicos), lo que muestra que aún estaba creciendo.

Pese a estas diferencia clave, los resultados de la investigación de los restos del infante, publicados en 2017 en la revista Science, han permitido conocer que los neandertales crecían de una manera muy similar a la de los humanos modernos.

El fin de los neandertales

El estudio del ADN antiguo de esta especie, desaparecida hace unos 40.000 años, es sumamente complicado, pero ha permitido resolver muchas de las preguntas e interrogantes que existían en la historia de la evolución humana. Descendientes de un antepasado común, convivieron durante varios milenios con el Homo sapiens.

"Hoy sabemos que tuvieron intercambios genéticos y dejaron descendencia fértil, de hecho, buena parte de los seres humanos actuales llevamos en nuestros cromosomas un 2% de genes neandertales", recuerda Rosas. 

En cuanto a la familia de El Sidrón, varias anomalías congénitas —pequeñas singularidades destacadas en la nariz, la mandíbula, las costillas, el pie y la muñeca de algunos individuos—, desvelaron que descendían de un grupo endogámico, una de las causas de la extinción de los neandertales. 

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"La extinción de los neandertales se produjo, probablemente, por una combinación de factores ecológicos y demográficos que incluye la interacción con los humanos modernos. En concreto, los neandertales vivieron en grupos pequeños y separados geográficamente entre sí, por lo que estaban prácticamente aislados", detalla Rosas.

Esto provocó que empezasen a cruzarse miembros de la misma familia y que los grupos se fueran haciendo cada vez más pequeños hasta que terminaron por extinguirse. Sin embargo, los fósiles de El Sidrón aún tienen mucho que contar, como resaltan en la exposición de Infiesto en la que han participado Irene Díaz, vicerrectora de Investigación de la Universidad de Oviedo; y Marco de la Rasilla, investigador de la misma institución y codirector de las investigaciones junto con el citado Antonio Rosas.