Una señora compra una rosa en la floristería para sacarla a la manifestación de Ferraz.

Una señora compra una rosa en la floristería para sacarla a la manifestación de Ferraz. Rodrigo Mínguez.

Reportajes HITOS Y FLAUTAS

Era una mujer y no la lluvia: verbena primaveral en Ferraz

Una vecina disidente regaba desde su ático de Ferraz a los manifestantes sanchistas en la primera gran 'rave' del año: bailes y pasiones entre Serrat y Mónica Naranjo al grito de "Pedro, que los fachas no puedan contigo".  

27 abril, 2024 20:27

Era una mujer y no la lluvia.

Levanté la cabeza y la pillé regando con una manguerita a los manifestantes sanchistas en la delirante mañana del sábado: era una señora gamberra y sin nombre que disparaba desde su ático de Ferraz 74, un edificio grisáceo y majestuoso con un escudo a modo de frontón que colinda a un lado con la parroquia del Inmaculado Corazón de María y al otro con la sede del PSOE. Digamos que ella vive entre dios y Pedro Sánchez y que nunca los confunde, aunque los dos sean chicos guapos y pasionales cuyo principal delito fue amar.

Francotiradora desde su altura privilegiada, la hembra anti-Pedro se escondía entre los arbustos verdosos de su terraza (como Homer entre los setos) para descargar líquido a las masas y dejar claro su descontento con el sarao socialista. En su balconcito ondeaba una soberbia bandera rojigualda al lado de una veleta calzada en la esquina, que giraba a lo loco: seguro la puso ahí para entender cada mañana, como una capitana de barco, por dónde le sopla el viento a España.

La gente, abajo, andaba tan enfrascada en la revolución cantando "Quédate-e-e-e, que la democracia sin ti duele-e-e-e" que no se daba cuenta del boicot poético de la vecina disidente: realmente su agüilla se confundía con la lluvia leve que bañaba Ferraz con ramalazos del sol de abril, intermitente como el poder, como el amor, como la fe. Madrid es puro realismo mágico, rompeolas de todas las cosas. Desde la pegatina clavada en lo alto de una farola cercana, una caricatura de Franco contemplaba, mosqueada, la verbena. De perfil, como en las viejas pesetas. 

Una bandera arcoíris reza "Sí, sigue", como en las clases de educación sexual. 

Un señor manifestante con la gorra de la República.

Un señor manifestante con la gorra de la República. Rodrigo Mínguez.

María Jesús Montero se ha tomado varios cafés y arenga a la peña dándose golpes en el pecho. Alguien grita: ¡Viva la República!" y casi le responden los grillos. "Sólo le he seguido yo, ¿no?", ríe una chica a mis espaldas. El cántico no agarra. También entonan: "Poder judicial, vergüenza nacional", "Ayuso, dimisión" o "Sí se puede", aunque no sepamos ya qué es lo que se puede y el espíritu de Podemos pase en ataúd invisible entre los viandantes.

Nadie se acuerda aquí de aquel muchacho con coleta. Tampoco de aquel señor que iba siempre de pana, como demuestra una bellísima Carmen Romero, primera esposa de Felipe González, del brazo de su amiga Paca Sauquillo, ambas en primera fila y con ganas de francachela.

Esto es un fiestón cosido a temazos, del Libertad sin ira de Jarcha al Como Camarón de Estopa. Esta última es inapelable: en la fila de policías de gesto serio que observan el tendío, detecto una rodilla moviéndose, siguiendo tímidamente el compás. Todo el mundo sabe que las rumbas dan más duro que las porras.

"Que nos quiten lo bailao'" 

Hay Serrat y hay Nino Bravo. Hay Labordeta y hay Mónica Naranjo. Como diría un amigo mío, "esto es como el Toni 2, pero sin las copas a 15 pavos". Es la primera verbena profesional de la primavera de Madrid. San Isidro se adelantó y ahora se llama San Pedro. Dan las doce y cuarto y en el Marqués ya sirven vermús, cervezas, croquetas y pinchos de tortilla: éste es el desayuno de los campeones. La gente va suavemente piripi, pero pacífica. Incluso hippie. Hasta huele un poco a porro cuando enchufan El aire de la calle, de Los Delinqüentes: "Soy un bohemio de la vida, / que yo no tengo nada que ver, / con los bigotes señoriales / que se pasean por Jerez".

Todos conspiran sobre qué pasará el lunes, pero una certeza chulapa sobrevuela: "Que nos quiten lo bailao". 

Aparece Loles León mascando chicle a mandíbula batiente, porque España es una película de Almodóvar en la que Almodóvar llora cuando llora el presidente y las chicas molonas de la Transición van de mani a enseñar las piernas después de hacerse las planchas. A Loles la acompañan unas amigas con boina calada y Gonzalo Miró. Algunas llevan clavada en el pecho la medalla de los tiempos, Perra Sanxe, junto a la imagen de un corazón infantil que palpita cerca del suyo. Suena Perra, de Rigoberta Bandini: todo lo que no sea redundar hoy en el líder o en el meme será considerado "fachosfera".

Una manifestante de pelo rosa lanzando consignas en hombros de su amigo.

Una manifestante de pelo rosa lanzando consignas en hombros de su amigo. Rodrigo Minguez.

"Esto parece una reunión de divorciadas y maricas, qué gustazo", comentan dos simpáticas maritrinis con los cabellos teñidos de morado oscuro, dejando claro que hay un peluquero común en el feminismo socialista. "¿Por qué dice usted eso?", me río. "Hija, porque qué habrá más libre y desquitado ya en esta vida que una separada y su amigo gay", me responde una. Pues también es verdad.

Son hijas sanas de Raffaella Carrà y de su canción Pedro, que hoy suena en bucle por los bafles callejeros. Por cierto, en ese tema la italiana contaba la historia de un tipo muy apuesto que se le ofreció, por la cara, a hacerle de guía por Santa Fe: un chico con el que nunca vio ni un monumento, pero con quien acabó bailando bajo las estrellas. Otra promesa incumplida que nunca ofendió a nadie, como las de Sánchez. Los lindos no lo llaman "mentir", sino "cambiar de idea".

Amigas en la manifestación.

Amigas en la manifestación. Rodrigo Mínguez.

La Carrà cantaba: "Le ragazze lo mangiavano con lo sguardo / ma lui si concentrava solo con me", que viene a decir que "las chicas se lo comían con la mirada / pero él se concentraba sólo en mí". Pedro, el novio de España, también hace sentir así a las muchachas de más de cincuenta, radicales protagonistas del día. Son las que llenaban hoy los autobuses del éxodo de las provincias, Pasionarias de lo suyo.

"Te queremos, Pedro. Todos los inmigrantes te queremos mucho. Soy ecuatoriana", reza el cartel blanco de una señora bajita y con gafas cuadradas. Un chaval racializado, con argollas en los lóbulos y el pelo afro, agita una enorme bandera de España. Viste de Nike y gira sobre sí mismo.

"Esta ácrata ama la democracia", asegura el pequeño folio escrito a mano de una mujer canosa de ojos claros. En el hueco de la 'a' hay una carita sonriente, y, algo más abajo, entre paréntesis, la ácrata matiza: "El mejor sistema de convivencia". Más pancartas que dejaron de ser pancartas para adquirir la longitud de cartas a la ciudadanía: "Entendemos tu dolor, pero este país te necesita*, y ahora más que nunca", narraba una. "*Y Palestina también".

Llamadas por Facetime para que la familia no se pierda la manifestación.

Llamadas por Facetime para que la familia no se pierda la manifestación. Rodrigo Mínguez.

¿Quién querría perdérselo…? Una mujer pálida, ataviada con un abrigo de North Face, entra en Flores Loto, en el 47 de Ferraz, porque se ha notado poco camuflada con el ambiente, y sale con una imponente rosa de tallo largo. "¡Mira!", le grita a la colega, victoriosa. "Así ya llevo algo". La flor es una continuación de su brazo en alto y asoma entre las cabezas. Hay quien come magdalenas con pepitas de chocolate que han pillado en La Oriental, que es una pastelería sin gluten del barrio. Hay quien llama a los suyos por Facetime, para que la familia lejana también esté aliquindoi

Llantos con La Internacional

Hay ancianos con bastón y boina, supervivientes sindicalistas; hay un ciclista extraviado lleno de barro y una enredadera que va colapsando la fachada de la esquina, la del arquitecto Manuel Lorente que data de 1929, y le da visos de castillo encantado. Hay sillas de ruedas empujadas por nietos afectuosos, hay niños muy pequeños y algo sobreactuados, abrigadísimos como si cayese una nevada mundial: hay madres jóvenes con ganas de guerra y bebés con gorras de Spider-Man.

El Mujica de Puertollano, a la derecha, creando afición.

El Mujica de Puertollano, a la derecha, creando afición. Rodrigo Mínguez.

Un señor carismático que ha venido para la ocasión, en adelante El Mujica de Puertollano, es aclamado por la masa cuando es hora de volver a casa y despedirse de los amigos de un día. "¡Tú eres un máquina!", le gritan. "¡A ver, a ver qué pasa! Este hombre se ha desmoronado… ojalá que no dimita… porque como dimita nos hunde la izquierda", comenta, marchándose entre vítores. "¡Es usted un campeón!". Y él sonríe y deja a su público con ganas de más, llevándose su cartela de "No pasarán" y su gemela de "Que los fachas no puedan contigo". 

Pinchan La Internacional y explota un silencio respetuoso. Una anciana con anorak plateado llora y canta a la vez, henchidita a memorias de los tiempos duros: se la sabe de pé a pá, y la celebra con el puño en alto. Su marido, con papada, le hace los coros a sus espaldas. Una dama pija que pasa por aquí de casualidad aprieta la correa de su perrito blanco mientras trata de huir, despavorida y con la boca torcida: "Vámonos, cariño, que aquí no pintamos nada", le dice al can, pero procurando que se entere todo el mundo. No hay caso. El perro achucha en sentido contrario. El perro quiere quedarse a bailar.