Por Ana Sáenz de Miera Cárdenas, directora de Ashoka España y co-directora de Ashoka Europa
Si preguntas a una madre o a un padre si quiere que su hijo sea experto en robótica, alguno te responderá que sí. Si preguntas cuántos padres quieren que sus hijos dominen el francés, probablemente un porcentaje pequeño mostrará interés. Si preguntas cuántos quieren que sus hijos sean eruditos en química, encontrarás diversidad de opiniones.
Pero si la pregunta es, ¿quieres que tu hijo sea excelente en mejorar el mundo, en solucionar lo que no funciona? Creo, intuyo, que el 100% responderá que sí.
Sin embargo, así como existen miles de decálogos sobre cómo montar una start-up con éxito, o como llegar al top 100 de la lista Forbes, o qué libros inspiraron a Carlos Slim a crecer con éxito, ¿sabemos qué podemos hacer para que nuestros hijos sepan que tienen la capacidad de mejorar el mundo, y que cuenten con las herramientas necesarias para ello?
Tenemos numerosos modelos de referencia que lo han logrado con éxito, y de ellos hay mucho que aprender. Kailash Satyarthi, premio Nobel de la Paz 2014, Jimmy Wales, fundador de Wikipedia y Premio Príncipe de Asturias, Luz Rello, española creadora del primer sistema mundial de detección de dislexia, Muhammad Yunus, creador del microcrédito y premio Nobel de Economía… todos ellos son emprendedores sociales. Todos ellos han contribuido a cambiar el mundo, a mejor.
¿Y qué sabemos de ellos? ¿Qué tienen de especial? ¿Dónde estudiaron? ¿Qué pasó en sus vidas para que decidieran ponerse a cambiar lo que no funcionaba en lugar de mirar hacia otro lado? Sabemos que en su infancia o juventud muchos de ellos tuvieron unas circunstancias determinadas, o un entorno familiar, laboral o escolar que les enseñó a mirar a su alrededor con empatía, y a aprender las habilidades necesarias para, junto a otros, mejorar lo que no funcionaba. Además de a leer, escribir y memorizar, aprendieron a pensar, a decidir, a trabajar en equipo con gente diferente, a aplicar la creatividad en su día a día.
En el mundo actual estas capacidades que nos permiten mejorar nuestro entorno tienen que dejar de ser algo minoritario, al alcance de unos pocos. Es imprescindible, justo y urgente que estén al alcance de todos. Y el camino para lograrlo es el de la educación formal. Ese camino que todos en España necesariamente hemos de recorrer. Se trata de una oportunidad de oro, de al menos 10 años de duración, que no podemos perder para asegurar que todos los niños y niñas cuentan con las herramientas necesarias para la vida, para hacer el bien, para ser felices. Si la educación no se lo proporciona, habremos perdido una gran oportunidad.
La buena noticia es que hay centros educativos que están asegurando que los alumnos que pasan por sus centros aprenden a ser agentes de cambio. Que aprenden y practican la empatía, ponen en marcha proyectos, fallan, piensan, emprenden. Innovan.
Colegios que no son meros edificios ni instituciones, sino equipos de personas comprometidas, creativas y valientes que están poniendo en práctica nuevos enfoques, modelos y objetivos. Colegios que no sólo lo están haciendo bien con sus alumnos, sino que además quieren compartir lo que hacen, y contribuir a un cambio para el resto de la sociedad.
Y no se trata de una innovación solo en forma de pizarra digital o tablet. Innovación educativa es lo que hace un colegio que, para trabajar la empatía en su máximo exponente, al tener alumnos sordomudos en su centro, incluye la lengua de signos como lengua oficial del centro educativo. Innovación educativa es lograr que el 21% de tu alumnado con discapacidad intelectual no solo deje de ser visto como una carga, sino como una oportunidad única de enseñanza al resto de compañeros. Innovación educativa es que los propios alumnos, en equipo, se encarguen de organizar y dinamizar los recreos de los pequeños, con actividades que van más allá de los columpios y el fútbol. La innovación educativa también es emprender socialmente desde la escuela, practicando el aprendizaje-servicio donde aprendes biología haciendo una campaña de donación de sangre en tu barrio. O producir un programa de informativos TV para contar lo que pasa a tu alrededor. La innovación educativa es todo lo que hace que los más pequeños aprendan a trabajar en equipo, a generar un cambio positivo y a desarrollar las habilidades que les hace mejores personas.
La aterradora cifra del abandono escolar del 22% en España, una de los mayores de Europa, nos dice a gritos que algo gordo está fallando. Que a la educación formal le falta enganchar y motivar a sus alumnos y jugar un papel en construir un mundo de actores de cambio.
Pero empezamos a ver ejemplos que nos dan la esperanza de que hay un cambio en marcha. Por ahora son pocos los casos, pero cada vez son más. Si les damos la fuerza y el reconocimiento necesarios, lograrán cambiar el rumbo de la educación en nuestro país.