Por Mario Martín Lucas
(Crítica teatral a la producción del Teatro Español, exhibida en la sala Margartia Xirgú, sobre texto original de Ignacio García May en forma de monólogo, que desarrolla el personaje de Sofía de Grecia, protagonizado por Victoria Salvador).
España es un país de contrastes y quien mejor ha conseguido plasmar en un lienzo la tipología de nuestras gentes, y por tanto a todos nosotros, fue Goya, en su colección de “aguafuertes”, sin uso del color y casi sin matices, solo utilizando la tinta negra sobre el papel en blanco, conocida como “Los caprichos”. Eso nos pasa a la hora de referirnos a determinados personajes, sean quienes sean, solemos pasar del máximo halago al máximo reproche.
Juan Carlos Pérez de la Fuente tuvo la visión de llevar a las tablas de la Sala Margarita Xirgú, del Teatro Español de Madrid, al personaje de Sofia de Grecia, reina consorte de España, desde el 22 de noviembre de 1975 hasta el 19 de junio de 2014, por matrimonio con Juan Carlos de Borbón, y para ello encargó a Ignacio García May el diseño de un texto que lo diera soporte.
El reto era doble, por un lado siempre es complejo la teatralización de un personaje aún vivo y presente en el día a día social de España, y por otro lado no se trataba de representar a una reina más de nuestra historia, sino a alguien que, para bien o para mal, todos los espectadores tienen dentro de si una cierta visualización de ella en sus retinas, por supuesto con juicios y opiniones, pero también con reflejos de sus tics, de su forma de hablar, de su forma de moverse, etc…
En esa clave es acertado que el monólogo en el que se desarrolla el espectáculo no se haga en primera persona, sino en segunda o tercera, en un recorrido en que varios personajes nos van hablando (Sofía de Grecia por supuesto) en diferentes momentos de su vida, pero también su distante madre, Federica, o una reportera que nos comenta ciertos detalles, todos públicos.
Es evidente el intento de no presentar ante nuestros ojos una mimetización del personaje original, centrándose más en los matices de su perfil íntimo. Por momentos, termina por presentar un personaje algo descontextualizado, perdiendo algo de la dualidad a la que cualquier espectador se enfrenta respecto a lo que se le sugiere sobre el escenario.
Todos los hitos que se van recorriendo durante el espectáculo son conocidos y públicos, no hay margen ni para la ficción, ni para posibles rumores que no hayan sido confirmados en los medios de prensa de todos estos años, con la excepción del inicio de la obra, cuando la reina emérita recibe la noticia del fallecimiento de su marido, pronunciando ante su ataúd: “qué gordo te has puesto desde la última vez que nos vimos, Juanito”, dando espacio a un sutil sentido del humor que se mantiene durante toda la obra.
Con el desencadenamiento de la noticia con la que se inicia la trama, Sofia iniciará un recorrido por todos los recovecos del Palacio de la Memoria desde donde nos habla la protagonista: Tatoi y sus recuerdos de infancia, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, el noviazgo y boda con Juan Carlos de Borbón, las infidelidades de éste, Franco o el cuadro de Antonio López (sobre el que comparte, divertida, que ella es la única que sonríe en él …a pesar de Corinna).
Dos momentos están especialmente conseguidos. En primer lugar la referencia a la calificación de “profesional” con el que se refiere a ella su marido, todo un editorial en si mismo. Mas la mayor carga dramática queda para el momento en que habla de sus hijos, confesando la amargura por la “destrucción pública de un hijo” o afirmando “Felipe es tu obra maestra y Cristina tu calvario, pero también la has criado tú”. Como a cualquier madre, le falta objetividad.
Victoria Salvador realiza un trabajo cuidado alrededor del personaje de Sofia de Grecia, quizás contenido en exceso, pero creo que ello es buscado así por el director y autor. Destaca especialmente en la secuencia final, donde tras poner la chaqueta y el fular usados por Sofia, sobre una silla, se dirige a ella en segunda persona, con gran energía, pareciendo sentirse liberada del personaje.
El trabajo de iluminación y escenografía de Luis Perdiguero optimiza al máximo las posibilidades de la sala Margarita Xirgú, trasladando al espectador la sensación de un gran palacio casi deshabitado, el de la memoria, donde solo habitan los recuerdos.
Muy interesante y valiente el ejercicio de aproximación realizado a un personaje contemporáneo y tan actual como el de Sofía de Grecia; seguro que falta algo de la perspectiva que solo da el paso del tiempo, pero ello no hace sino darle valor al reto. Recomendable experiencia.