Por Manuel Ángel Fernández Lorenzo, (profesor de la Universidad de Oviedo).
Los llamados grandes relatos, como eran las previsiones que muchos creyeron científicas del final del capitalismo hechas por el marxismo y otros movimientos futuristas, se desprestigiaron con la caída del Muro de Berlín. De ahí que la aparición de nuevas crisis económicas tienda a ser vista por muchos como una situación propia del funcionamiento del capitalismo, como una crisis más, que a la larga podrá ser superada sin modificar esencialmente el Sistema político hoy dominante en Occidente.
Y ello se hace así porque, desde un nivel de análisis puramente económico, se ven muchos árboles coyunturales, pero no se ve el bosque. Para ver el bosque hay que tener una visión de más largo alcance. Ello implica disponer de nuevos grandes relatos, los cuales, a su vez, no se construyen de la nada, sino que deben aprovechar las reflexiones válidas que habían alcanzado los anteriores. Por ejemplo, la filosofía de la Historia de la Ilustración defiende el Progreso traído por el Capitalismo y apuesta por la crítica sin límites, la democracia más amplia, los derechos individuales, etc. Como contrapartida, tiene una noción muy pobre de la llamada Edad Media, a la que llegó a calificar, en boca del historiador francés Michelet, como los “cien años sin un baño”.
Frente a esta posición, que hoy es dominante en Occidente, asociada al llamado por Francis Fukuyama “fin de la Historia”, se abrió paso en el siglo XIX una posición crítica, aunque no enteramente contraria, que fue la filosofía de la historia positivista-romántica defendida por los fundadores del Positivismo Saint-Simon y Augusto Comte. En ella se defendía el Progreso moderno, pero a la vez se buscaba su conjugación con el orden medieval. De ahí vendría también una conclusión interesante: lo que ocurrió en el medievo habría ocurrido en otras épocas de la historia, pues los griegos también tuvieron su medievo, la época de Troya, su época de caballeros (Aquiles) y damas (Elena), de “iglesias y castillos”, como decía Ostwald Spengler. Tuvieron también su renacimiento en los filósofos jonios, milesios, pitagóricos, etc., y abrieron una crisis de inseguridad cultural, política y social en el mundo antiguo que empezaría a cerrarse en el mundo romano, en el momento en que se establecen las bases de lo que será el medievo europeo, vislumbrándose, como dice el Conde de Saint-Simon, una “sociedad orgánica”, más estable y segura, que deja atrás a una “sociedad en crisis”.
Los positivistas creían que este proceso, en grandes líneas, se iba a repetir en el mundo moderno. Por tanto, la crisis tiene que tener su Rubicón que marque el paso a una nueva “sociedad orgánica” moderna, más avanzada y humana, no basada ya, por supuesto, en guerreros y sacerdotes, sino en emprendedores industriales y sabios (científicos, filósofos y humanistas) guiados por intereses más trascendentalmente humanos. Una sociedad en la que no se esperen ya grandes cambios en la estructuras sociales de poder, lo que posibilitaría una conciencia mayor de seguridad que permitiría disfrutar realmente de la vida, de los placeres cotidianos y sencillos, como hacían lo medievales, sin la esquizofrenia o la depresión que caracteriza al individuo moderno.
Aquí salta a la vista el binomio actual europeos-norteamericanos. Ya se ha señalado, después de la caída del Muro de Berlín, a los EEUU como una nueva Roma en el mundo actual, no básicamente militar, sino industrial y tecno-científico, por su aplastante hegemonía económica, política y militar. Pero Roma pasó por periodos muy diferentes y muy críticos. No es lo mismo la Roma republicana que la Imperial. No es lo mismo la Roma de Nerón que la de Constantino.
La crisis actual, que golpea también a los norteamericanos, profundamente divididos en demócratas del fin democrático de la historia”+ y republicanos partidarios del “choque de civilizaciones”. ¿Sería una crisis similar al paso de la República al Imperio en Roma? ¿Representa la económicamente en ascenso China una especie de futuro Atila o Genghis Khan bárbaro que podría dar al traste con los avances humanistas occidentales? ¿Es la creación de la Eurozona un tema regional que está trayendo más problemas al poder global norteamericano de los que pretendía solucionar en razón de las ambiciones de la “gobernadora” Merkel por trasladar la city de Londres a Frankfurt? ¿Existe algo similar a lo que fue el movimiento cristiano en su lucha contra la esclavitud en Roma?, ¿Son los movimientos civiles, como Occupy Wall Street o Podemos un germen de lucha por cambios sociales y culturales que podría conducir a una institucionalización civil de una nueva ideología tan poderosa como lo fue la propia Iglesia cristiana después de San Pablo? No lo sabemos, pero podemos empezar a pensar sobre ello como complemento necesario a las valoraciones puramente económicas que tanto abundan.