Por Juan Miguel Novoa, @MIGUELMCMURPHY
Se cierra otra semana trágica en el ruedo ibérico con nuevos casos de bullying. Mientras se investiga el caso de una niña humillada por un grupo de compañeros, una pareja de guardias civiles con sus respectivas parejas son golpeados por decenas de radicales nacionalistas. Entre medias, a un chaval enfermo de cáncer se le desea la muerte en las redes, al igual que se hace mofa de un torero que sufrió una grave cogida.
El bullying, palabra anglo importada con definición abierta, nos llega a España sin traducir con vocación reduccionista hacia el ámbito de la escuela. Se podría interpretar como acoso con violencia, verbal o psicológica, cuyo objeto es intimidar a un objetivo y, normalmente, es realizada desde un grupo de matones. Definición quizá incompleta, como todas, pero por ahí van los tiros.
En el estrella tema escolar es asumido, desde un silencio a gritos y cómplice, que una gran parte de la responsabilidad de dicha violencia viene de la indiferencia de un profesorado en baja por depresión por normativas progres, junto a la dejadez de la falta de educación en el inexistente ámbito familiar, mundo de por sí roto al reconvertir la otrora célula fundamental de la sociedad en unidades de ingeniería ideológica más enfocadas al aspecto económico-pasional que al amor. En el reciente caso post terrorista se sostiene el mismo patrón, desde el momento que gran parte de la clase política ignora los ataques, sea negociando, contemporizando o simplemente en silencio, al igual que los jueces que dejan a las fuerza armadas en terrible situación de indefensión. En los toros, desde el malditismo sociológico que, con coartada animalista sirve de plataforma para atacar a humanos, produce el mismo efecto.
El bullying, en fin, es una idea que sobrepasa cualquier atajo de definición simple. Siendo la antesala o culminación del refinamiento del odio, esbozando el matonismo de grupo. Así guardia civil, toreros, escolares diferentes y, en fin, cualquier paria fuera del laboratorio ideológico que generan las modas del presente imperfecto, quedan así desprotegidos.
Las medidas de protección, en su maquillaje de marketing sintético no son efectivas. Y es que el gran tema intocable no es más que la progresiva inflación del odio en España. Pasión, como todas incontrolable, si no se la ataca de frente. No es imposible, ni mucho menos, pues a los matones de toda la vida, con una advertencia o dos leches bien dadas, con perdón por la falta de corrección política, se acababa el problema, pues su fuerza es grupal y, ante la autoridad ejercida, el tema se diluye por cobardía. Sin embargo sabemos que en la dinámica de una sociedad que se construye hundiendo sus principios en un falso progreso, eso de la autoridad, queda retrógrado y nadie hay quien la ejerza hoy en España. El estado de bullying está en su momento, y la definición completa degenera en un vocablo: dictadura.