Imagen promocional de La noche de las tríbadas. Teatro Kamikaze.

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La noche de las tríbadas

Mario Martín Lucas
Publicada
Actualizada

Crítica teatral a 'La noche de las tríbadas', producción de 'El Pavón Teatro Kamikaze' dentro de su ciclo monográfico 'Femenino Plural', dirigida por Miguel del Arco, sobre texto original de Per Olov Enquist.

August Strindberg (1849-1912) mezclaba en su ser dos rasgos que marcaron su vida: su talento para ser considerado como uno de los escritores más importantes de Suecia especialmente reconocido como autor teatral, precursor y referencia de lo que luego se conoció como teatro del absurdo; y por su misoginia, concepto definido por la RAE como “odio o aversión hacia las mujeres o niñas”, fobia o patología psicológica por la que también fue conocido otro insigne literato y autor teatral, como Quevedo.

Strindberg se casó tres veces, que fueron una sucesión de fracasos, primero con Siri von Essen, luego con Frida Uhl y Harriet Bosse, con todas ellas tuvo hijos y experiencias matrimoniales desastrosas; si su misoginia fue parte de la causa de ello, o la consecuencia, no hay certeza, pero lo evidente fue su dificultad en sus relaciones con el sexo femenino, como parte de los hechos que recogen la historia.

Per Olov Enquist, dramaturgo, periodista y guionista cinematográfico, contemporáneo de nuestra época, y compatriota de Strindberg, convierte a éste en personaje central, y fundamental, de su texto La noche de las tríbadas, planteando la trama a través del ensayo de la función teatral La más fuerte, escrita y dirigida realmente por Strindberg, pero que solo llegó a ser representada en una ocasión, protagonizada, como actriz principal, con la que aún entonces era su primera mujer, Siri. Los hechos se enmarcan en 1889, en el interior del teatro Dagmar, cuya dirección, según el texto, puso Strindberg en manos de la mujer de la que se estaba separando, aunque seguía profundamente enamorado de ella.

El planteamiento del texto sobre el que se nos muestra los entresijos del teatro y de sus protagonistas, descarnados ante nuestros ojos, lo es bajo forma de monólogo entre dos mujeres, una habla (papel encomendado a Siri) y la otra escucha, pero al propio autor le será desvelado al inicio del ensayo que éste personaje lo protagonizará Marie Caroline David, mujer con la que su propia esposa vive una potente relación afectiva, llevada hasta el extremo de que los hijos de Strindberg conviven bajo el techo en el que se desarrollaba la relación entre la mujer de la que estuvo…y está profundamente enamorado, y esa otra mujer, lesbiana (tríbada en palabra de origen griego) sobre la que enfocaba todo su odio por ello, por ser capaz de suplantarle ante su querida Siri, pero a la que, a la vez, respetaba, e incluso, admiraba por su libérrima forma de vida, la seguridad que trasladaba a pesar del alcoholismo del que reconocía ser presa y lo que es mas duro para él, capaz de enamorar a Siri… cosa que él no logró nunca.

Los diálogos cruzados entre Strindberg, Siri, Marie y el cuarto personaje, Vigo, joven director de escena, que evoluciona desde la absoluta admiración inicial por Strindberg, al rechazo absoluto, sin diferenciar que lo primero tuviera que ver con la capacidad literaria del maestro y lo segundo con las limitaciones personales del ser humano en el que anidaba su talento; forman un verdadero combate de esgrima, de gran crudeza, donde cada ataque lanzado hace “diana” sobre la víctima pasiva del mismo, haciendo insuficiente la zona del escenario, ocupada por decenas de cajas, como si de un almacén se tratase (en acertada escenografía de Alessio Meloni), hasta que la batalla ocupa, en sentido estricto, todo el espacio disponible del teatro, incluido el patio de butacas, por donde el público puede disfrutar, en cercanía, de los cuatro protagonistas.

Miguel del Arco dirige admirablemente la puesta en escena de este espectáculo, con esa sencillez que termina por convertir cada detalle, en piezas imprescindibles del perfecto puzzle que se brinda ante nuestros ojos, en una nueva demostración de maestría teatral.

Personalmente el personaje de Strindberg me cautivó, tan lleno de matices, de contradicciones, y víctima de una lucha interna, de tanto calado, que hubiera requerido de toda una explosión de registros por parte del responsable de interpretarlo. Todo un regalo para un actor que debería haber exhibido, según los diferentes momentos, silencios, gritos, un tono bajo de voz, la rabia …y la desesperación, pero también el dolor y el desgarro; y Jesús Noguero, aunque hace un trabajo correcto, es demasiado uniforme en él, abusando del grito y de una cierta aceleración, extremos que ya le observamos al interpretar el personaje de Capitán Don Álvaro de Ataide en El alcalde de Zalamea.

La noche de las tríbadas forma parte del ciclo Femenino Plural que ha propuesto el Teatro Pavón Kamikaze, que culminará con la reprogramación de Juicio a una zorra. Para no perdérselo, ni lo uno, ni lo otro: teatro en mayúsculas.

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