Pablo Iglesias e Irene Montero durante el segundo congreso ciudadano de Podemos en Vistalegre II.

Pablo Iglesias e Irene Montero durante el segundo congreso ciudadano de Podemos en Vistalegre II.

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Unidad y humildad

Mario Martín Lucas
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Actualizada

Tras lo sucedido en Vistalegre 2, lo más destacable de todo lo vivido, y también lo más acertado, fueron las dos palabras con las que resumió Pablo Iglesias esos dos días llenos, se quiera o no, de más nostalgia de la que sería deseable, en un partido político de tan corta existencia: unidad y humildad.

Pero como tantas veces en la vida, el compromiso no se demuestra con lo que se dice, sino con lo que se hace; y la corriente liderada por el secretario general de la formación morada, ha sido la ganadora del debate del interno, consiguiendo, aproximadamente, el 60% de los componentes del Consejo Ciudadano, máxima representación de este nuevo partido, entre congresos, mientras que su principal alternativa, representada por lo seguidores de su, hasta ahora, secretario de acción política, y cofundador de Podemos, Iñigo Errejón, consiguió una cifra cercana al 40% de representantes en ese mismo órgano.

Hay dos evidencias: a) ganó la parte del partido representada por Pablo Iglesias, pero, b) casi la mitad del partido presentó su disensión a las tesis defendidas por su secretario general.

Teniendo en cuenta que Podemos en las últimas elecciones del 26J, consiguió, tras las convergencia con IU, unos cinco millones de votos, perdiendo por el camino, desde el 20D, más de un millón de apoyos, se puede argumentar que las tesis defendidas por Pablo Iglesias, cuentan con el apoyo del 60% de esos votos, aproximadamente tres millones de votantes, que, numéricamente, se acerca mucho al techo electoral logrado en los mejores momentos de Julio Anguita, en 1996, con 2.639.774 de españoles que optaron por su opción, lo que supuso el 10,54%. Pero eso no es suficiente.

La posibilidad de cambio y regeneración que supuso la irrupción de Podemos, en la persona de Pablo Iglesias, no debería limitar en conformarse con ser el jefe de la oposición, de una situación política en la que PP, PSOE y Ciudadanos encuentran demasiados puntos en común entre ellos, y también intereses, por supuesto.

Hoy ya sabemos muchas más cosas de Felipe González que las que conocíamos, cuando entusiásticamente, recibió el apoyo mayoritario de los españoles en 1982. Efectivamente el GAL existió, así como Juan Guerra, Filesa, Malesa y Time Export, o Luis Roldán, así como su tibieza con Jordi Pujol y el asunto de Banca Catalana.

El ejemplo de aquel momento es lo que debería inspirar a un líder que aspire a conseguir un apoyo mayoritario de los españoles para alcanzar el Gobierno, y Pablo Iglesias tras los resultados de Vistalegre 2 y desde la forma en que gestione lo ocurrido, con generosidad, inteligencia, unidad y humildad, podría estar dando los pasos para ello, o por el contrario, sentirse cómodo entre su cohorte de halagadores, y no pasar de ser un parlamentario capaz de lograr unos entretenidos debates con el irónico Mariano Rajoy, mientras éste sigue gobernando España con el apoyo expreso de menos de 1/3 de los españoles.

La gestión del post-Vistalegre 2 marcará el futuro de Pablo Iglesias, donde saber conjugar el verbo necesario en mayúsculas será imprescindible, para que no caiga en lo que muy bien expresó Benjamin Disraeli: "El mundo está harto de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndolos en políticos". Pero los primeros pasos dados por Iglesias, destituyendo de la Secretaría Política a su principal alternativa al liderazgo en Podemos, Iñigo Errejón, sustituyéndolo también como portavoz parlamentario en el Congreso por Irene Montero, su hasta ahora jefa de gabinete y, al parecer, también pareja actual, no parecen movimientos en el sentido demandado por las bases, ni alineados con el mensaje expresado por el renovado líder tras Vistalegre 2, de unidad y humildad.

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