Opinión

Los otros jóvenes

Un grupo de jóvenes en una terraza.

Un grupo de jóvenes en una terraza.

Los jóvenes españoles dejan el hogar paterno pasada la treintena (30,4 años), según cifras del Eurostat de 2021, mientras que la Europa de los Veintisiete presenta una media de 26,4 años en la independencia habitacional. Los países nórdicos lideran, con Finlandia a la cabeza (21,4 años), Suecia (21,6 años) y Dinamarca (21,7 años), el temprano abandono de la casa de los progenitores.

Mas allá de la facilidad de encontrar trabajo, y del precio de alquiler de una vivienda, variables que sin duda están relacionada con este hecho, sobresale en la tabla el hecho de qué curiosamente son los países de origen católicos y ortodoxos, Croacia (33,4 años), Grecia (30,7 años), Italia (30,6 años), España (30,3 años), Portugal (29,7 años), Polonia (28,9 años),  y Rumania (27,7 años) los que se encuentran a la cabeza de este fenómeno, mientras que quizás la ética protestante subyacente en la cultura de los nórdicos y de algunos de los centroeuropeos,  y  es otro de los elementos que, al aparecer, sigue siendo determinante.

Pero hoy quisiera más resaltar, en base al conocimiento de la sociedad húngara o alemana que tengo, y al conocimiento de los jóvenes de familias que basculan entre ambos países, el factor actitudinal de los jóvenes a la hora de enfrentar este hecho.

En estos países cuando los jóvenes se encuentran en los últimos años, de lo que antes se denominaba el bachillerato superior, empiezan a buscarse la vida, compatibilizando esta iniciativa con los estudios, y muy importante, sin descuidar estos. Simbólicamente estos jóvenes se van de casa durante los años de la universidad, y los que, una vez acabada la carrera permanezcan en ella, se les considera un poco tontos.

Los trabajos, a tiempo parcial, que desarrollan son de todo tipo, desde vender hamburguesas en las grandes cadenas americanas, camareros en bares y restaurantes, vendedores en tiendas, pasear perros, emplearse, los que estudian ingenierías o informática, en empresas de este tipo, trabajar en las pistas de hielo, o en otros eventos deportivos o sociales, que requieran mano de obra, guías turísticos, empleados en hoteles, taxistas y un largo etcétera.

El turismo, como fenómeno de masas, sin duda es hoy uno de los factores desencadenante de muchos trabajos temporales, dado que el trasiego de las sociedades de la movilidad humana y del ocio, en la que nos encontramos. En los fines de semana, que empiezan el jueves, las ciudades, que tienen algo que ofrecer, se llenan de un gentío que abarca no ya sólo a los jóvenes, sino también a la población convencional en edad laboral y a los mayores, cuyas pensiones les permiten viajar entre países, en esa búsqueda del conocimiento, del divertimento, del mantenimiento de las amistades o de la belleza cuya ansia de contemplación nunca cesa.

El dominio de idiomas favorece el acceso al trabajo de los jóvenes, sobre todo en los países de poca población, donde son conscientes que con sus lenguas, de escaso alcance, necesitan dotarse de otras lenguas vehiculares, y más allá del inglés, tienden a hablar, las principales que circulan por la zona y las que traen grandes masas de visitantes. Es normal que un universitario maneje tres o cuatro lenguas, y cuando digo las maneje me refiero a que las conozca en profundidad.

Hablamos de sociedades basadas en el esfuerzo, el conocimiento, el respeto y la meritocracia, y donde si reciben en el curso malas notas los estudiantes, el problema no lo tienen con los profesores, sino con los progenitores.

Pero volvamos a la actitud de los jóvenes ante su futuro, y ante su independencia personal, pues los jóvenes son conscientes de que su libertad individual se basa en una serie de derechos y obligaciones, y este elemento dual se convierte en el pilar y el motor de su comportamiento, que les empuja a ir más allá, que les moviliza y activa para buscarse la vida y los medios de su subsistencia.

También en estos años de acceso a la universidad, es donde se inician las primeras parejas y donde prueban el vivir juntos, donde el amor hace de las suyas, y se inicia el tiempo en que el padre y la madre empiezan a ser conscientes del nido vacío y a liberarse de decisiones y responsabilidades que, de modo natural, la edad de los hijos les arrebatan.