Opinión

Médicos del alma

Imagen de una mujer desanimada mirando por la ventana.

Imagen de una mujer desanimada mirando por la ventana. Istock

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El pasado 20 de enero más de 30.000 aspirantes optaron a las plazas ofertadas por el recientemente estrenado Ministerio de Sanidad. Con un aumento de estas con respecto al año anterior, la nueva ministra del sector, Mónica García, médica y madre (a lo que se añade también política) como se autodefiniera cuando asumió la cabeza de lista de la escindida Más Madrid (menos Podemos) sigue dando la batalla con medidas populares o ad populistas, según se vea.

Aunque los médicos no eran los únicos aspirantes a la formación como internos residentes (también lo eran enfermeros, farmacéuticos, psicólogos, biólogos, etcétera), sin duda fueron éstos los protagonistas en todos los medios de comunicación masiva. El MIR se impuso al FIR, al PIR y a todo lo que declinase en IR ensombreciendo a estos colectivos que se jugaban el futuro con proporciones menos favorables.

Bien claro quedó el incremento de las plazas de la antaño medicina "de cabecera", no obstante, las vacantes de la convocatoria anterior que dejan al descubierto el desprecio de nuestros jóvenes médicos por la hermana pobre de la profesión, dejando en entredicho su aplaudida vocación. No tengo claro que Hipócrates, aprendiz de todo maestro en ciernes, más reconocido como padre de la Medicina, compartiera la posición.

Chamanes, dotados del poder de sanar; galenos conocedores de la anatomía humana, sabios avicenas; trepanadores de cráneos en busca de la piedra de la locura que con preciosista pincelada denunciara El Bosco. Desde tiempo inmemorial, el médico ha mantenido un prestigio social incontestable. Actualmente, en España, los postulantes a especialistas constituyen una élite (lástima que no suceda igual con los maestros). 

Empero, volviendo al clásico mens sana in corpore sano (todos los caminos conducen a ello), en sociedades cada vez más refinadas, donde la educación emocional es una competencia clave, procrastinar los proyectos relacionados con la salud mental haciendo oídos sordos a la alarmante demanda, más que una irresponsabilidad es una falta de voluntad política y una deficiente gestión económica que no valora los beneficios de la prevención.

El aislamiento y la soledad se extienden como una nube negra. El ministerio de la soledad (como aquel de la verdad de Orwell) interviene intentando paliar el problema. Niños que nacen con un móvil debajo del brazo, jóvenes exhibicionistas, desertores voluntarios de la propia vida, ancianos que mueren solos adolecen de la mediación necesaria para recuperar la cordura.