Opinión

El Guernica de mi nieta

Selfis con el 'Guernica' en el Museo Reina Sofía

Selfis con el 'Guernica' en el Museo Reina Sofía

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Mi nieta tiene casi cinco años. Mucha alegría, mucho juego y sobre todo mucha atención. No se le escapa nada.

El Domingo de Resurrección invité a mi hija, mi yermo y por supuesto mi nieta a visitar el museo Reina Sofía en Madrid para volver a ver el Guernica, mi Guernica.

Mi afinidad con el cuadro viene de lejos, de muy lejos. Compré el cuadro en Montreal, en los años setenta. Es un cuadro labrado en madera de dimensiones pequeñas 50x100 cm El relieve de la madera le da un aire de profundidad y de realismo difícil de conseguir en un lienzo. El cuadro siempre ha estado en el salón de la casa y es objeto de comentarios de mis hijas, mi esposa, sus amigos y ahora de mi nieta. Lo mira de lejos de cerca y cada vez descubre algo nuevo

Abuelo ¿has visto que la espada está rota? Y el toro tiene los dos ojos en la misma parte de la cara. ¡Qué raro!

Y así hablamos de la pintura de Picasso. Ella ya conoce el nombre y hasta le ha visto en un documental. No tiene pelo, es calvo, dice, y se ríe mientras sigue coloreando hojas, su pasatiempo preferido.

El domingo cuando ya iban a cerrar el museo nos despistados y perdimos a mi nieta de vista. Tranquilos, dije. Yo sé donde está. Y allí estaba: sentada en una silla de la vigilante de la sala del Guernica. Por eso no la veíamos. Estaba dibujando. El público ya había salido y quedábamos solamente nosotros y unos 10 guardianes del museo que se habían reunido en la sala para saber qué pasaba.

Abuelo, estaba diciendo mi nieta, es mucho más grande que el nuestro. Pero te voy a decir un secreto (su voz retumbaba en la sala vacía): no me gusta el cuadro. Ni éste ni el nuestro.

¿Cómo? No te gusta el cuadro más famoso de Picasso, el calvo, le dije para animarla.
Muy triste. Demasiado triste decía. Yo hubiera pintado un cuadro así y nos mostraba su dibujo.

Mucho color. Mucha luz. Mucha alegría. La paloma volaba, la mujer de la ventana cantaba, el caballo y toro se perseguían jugando y hasta el niño no estaba muerto sino que mamaba el seno de su madre.

Y entonces ocurrió lo que nadie hubiera imaginado.

El propio Picasso apareció en los aires y le dijo.

Mi querida niña. Muchas gracias por tu dibujo. Lo deberían poner junto al mío
Yo también te voy a decir un secreto: a mí tampoco me gusta mi cuadro.

Yo estaba pintando un cuadro casi como el tuyo, aunque menos bonito. Yo quería decir cómo el pueblo español, es trabajador, alegre, solidario.

Pero unos hombres malos vinieron en aviones y tiraron muchas bombas en Guernica, matando a niños, madres y padres y hasta la paloma de la Paz.

Yo pinté el cuadro llorando de rabia. Por eso lo hice. Pero hubiera querido pintar un cuadro como el tuyo.

Todos estábamos en silencio. ¿inteligencia Artificial? ¿ Realidad virtual? ¿Sugestión colectiva?

Todos estábamos pasmados, excepto mi nieta que con mucha calma y una sonrisa le dijo a Picasso:

Usted se llama como el coche de mi padre.

Y perdón por lo de calvo. Es una broma.

Todos salimos del museo emocionados. Algunos guardianes contenían sus lágrimas y mi nieta, saltando y con su dibujo en la mano les decía.

Para que vean que él también estaba de acuerdo conmigo