“It's the same old, same old ball and chain” Nikki Sixx
En los próximos días se aprobarán unos presupuestos cruciales para España.
Este debe ser el año en que España cumpla, con holgura, su compromiso de déficit del 3,1%.
El crecimiento económico, que el consenso estima en 2,5%, es muy probable que se revise al alza. Los indicadores adelantados muestran una importante fortaleza de la demanda interna, apoyada por el consumo. Adicionalmente, en términos anualizados, la creación de empleo supera las estimaciones, y puede cerrar el año cerca de 600.000 trabajos. Si atendemos al comportamiento del sector exterior, es muy probable que el déficit comercial se reduzca con la moderación de los precios del petróleo, y que las exportaciones continúen mostrando fortaleza, no solo en términos de crecimiento sino en cuanto a aumento de cuota de mercado.
Son todos elementos que apoyan un cumplimiento de nuestros compromisos y la mejora de la economía. La inflación, que ahora se sitúa en el 3% y es probable que cierre a niveles más cercanos al 2%, tiene un efecto “reductor” del déficit, pero es un elemento que puede reducir crecimiento potencial y mejora de consumo porque, como está ocurriendo, viene fundamentalmente de factores externos.
El déficit público de 2016 estará por debajo del objetivo del 4,6% del PIB pactado con la Comisión Europea, y eso es una buena noticia, pero estos presupuestos para 2017 deben garantizar que se cumpla con creces el objetivo del ejercicio. Que el techo de gasto de 118.337 millones de euros, sea unos 5.493 millones menos de los previsto inicialmente para 2016, apoya. Que las Comunidades Autónomas hayan empezado el año ajustando sus niveles de déficit, también.
Si todo va bien, ¿cuáles son los retos?
Debemos aprovechar el periodo de recuperación en el que crecemos casi el doble que Europa, para tener los deberes cumplidos, porque -queramos o no- la barra libre de dinero barato y los tipos de interés ínfimos llega a su fin.
Hemos conseguido reducir el déficit casi un 50% y corregir enormes desequilibrios de la economía. Cuando mis queridos amigos economistas argentinos se enteran de que España llegó a tener, a finales de la anterior legislatura, un déficit fiscal y comercial del 9% y 10% del PIB respectivamente, alucinan, pensando que esas locuras solo pasan en países poco serios. Pero debemos prepararnos para el invierno, y estos presupuestos deben orientarse a ese entorno, desde la flexibilidad y la priorización del gasto, no cayendo en los errores del pasado.
El principal reto de estos presupuestos va a ser crecer reduciendo el déficit estructural -ese que se genera pase lo que pase en la economía-. La deuda pública estimada es del 99% del PIB para el año 2017, para bajar más rápidamente hasta el 97,7% en 2018 y al 95,4% en 2019. Para esa reducción de 5 puntos en la deuda, necesaria, urgente, esencial, no solo tenemos que conseguir crecer como lo estamos haciendo y llegar a 2018 más de 20 millones de ocupados, mientras los salarios van recuperándose y los beneficios empresariales salen de la UVI.
Podemos ser relativamente optimistas en cuanto a las exportaciones porque nuestro recorrido ha sido admirable
Tenemos que hacerlo con un sector exterior que se enfrenta al fantasma del proteccionismo y las barreras al comercio. Y tenemos que hacerlo porque los tipos subirán y la liquidez se va a reducir.
Podemos ser relativamente optimistas en cuanto a las exportaciones porque nuestro recorrido ha sido admirable. No solo exportamos a nivel récord, sino que hemos ganado cuota de mercado en un entorno en el que las medidas proteccionistas desde EEUU a China se multiplicaban, especialmente desde 2012.
La verdad es que España está consiguiendo salir del infierno poco a poco pero admirablemente.
Hemos salido del desastre creado con las cuatro palabras más peligrosas de la economía: estimular la demanda interna. Esa locura nos llevó a una brutal burbuja, sobrecapacidad en casi todos los sectores, endeudamiento y, como siempre, empeorar después.
Ahora estamos creciendo con una combinación de elementos que, lejos de ser ideal, nos evita entrar en otra espiral negativa. Al menos a corto plazo. Porque los riesgos de volver a aumentar los desequilibrios no son pequeños.
Estos presupuestos, por lo tanto, deben facilitar el crecimiento y, lo que es más importante, contar con suficientes elementos de flexibilidad para que se puedan cumplir con creces nuestros compromisos ante cambios inesperados.
Los presupuestos deben favorecer la tan necesaria bajada de impuestos que exigen familias, empresas, organismos internacionales y la lógica.
Un 2017 crucial
Son presupuestos que deben prepararnos para la inevitable alza de los tipos de interés, garantizando no solo el cumplimiento del déficit, sino la reducción de endeudamiento antes mencionada que evite que España vuelva a tener necesidades de financiación netas anuales de 100.000 millones de euros. España llegó a ser, en la época de “hay margen”, hasta un 30% de las emisiones de deuda de la UE. Hemos conseguido que esa cifra caiga a menos de la mitad, y debe cercenarse aún más, porque cuando suban los tipos -que subirán-, y el ciclo económico se ralentice, corremos el riesgo de caer en otro shock de deuda. Tanto a nivel estado, como familias y empresas, estamos muy lejos de sufrir ese shock.
Los presupuestos deben garantizar no solo el cumplimiento del déficit, sino la reducción de endeudamiento
Nos enfrentamos a un 2017 crucial, como explicaba antes. Nuestro crecimiento de los últimos años no se debe “solo a factores externos”. Los precios del petróleo, bajos tipos y liquidez del BCE son los mismos para Italia o Portugal y ninguno está creciendo y creando empleo como nosotros. Pero el efecto placebo de la alta liquidez no dura siempre, y atraer inversión y creación de empleo deben ser los dos pilares de nuestra política.
España, si se prepara para el invierno y evita los errores de la época de “hay margen”, será imparable.