Cómo se traduce un libro de moda
Para celebrar el Día Internacional del Libro este próximo domingo, reivindicamos una de las figuras más importantes (y escondidas) de la literatura: el traductor.
19 abril, 2017 16:29La gran mayoría de las lecturas que realizamos al año, -pensemos por un momento que somos grandes consumidores de literatura-, son traducciones. Palabras elegidas (o supervisadas) por la mano de un corrector y, si vienen de fuera, han pasado por el ojo del traductor. El texto, entonces, ya ha cambiado.
Para Enrique Cillero, un ex profesor de inglés que dejó las aulas por su boutique de traducción aragonesa, Cillero & de Motta: “traducir es hacer viajar el contenido, es ser fiel, saber verter y escribir. La traducción es una habilidad, un saber hacer”. Y nosotros hemos querido viajar hasta su oficina en Zaragoza para descubrir cómo se traduce uno de esos coffee table books con los que tanto nos gusta decorar nuestras paredes. Y, cuando encontramos un hueco para relajarnos, -que hemos partido de la premisa de que somos grandes lectores-, abrirlo para descubrir el mundo.
La traducción es una de las etapas más importantes en la edición de cualquier libro. Hay que trabajar con un glosario específico, revisar el texto varias veces y controlar la calidad del resultado final. Con El ABC de la moda (2016) de la editorial Phaidon como primera incursión en el sector más fashion, Cillero & de Motta traduce cerca de cincuenta libros al año de temática diferente: desde arte, viajes y diseño hasta su gran pasión, la gastronomía.
Entre todos los que esperan en sus estanterías para ser desentrañados, está el libro de Prestel Publishing, What We Wore: A People’s History of British Style, el catálogo del zapatero británico Edward Green o ese J’adore la mode, mais c’est tout ce que je déteste de Loïc Prignet publicado por Grasset. Miles de volúmenes que se apilan por todos los rincones de Cillero y que son una completa biblioteca sobre la moda contemporánea y la cultura en general.
Una traducción requiere horas de vuelo y lecturas previas. Requiere modelos de lengua. Es un oficio para gente culta. O sea, que en España, no es fácil encontrar traductores buenos.
El proceso es, en realidad, sencillo. Al menos ahora, con las nuevas tecnologías completamente al servicio de la palabra. Los libros llegan a la oficina en formato PDF, se imprimen y se traducen a mano. Esto es algo que en Cillero & de Motta no cambia. Porque al final, se trata de eso, de escribir.
El libro no llega antes de ver cómo ha funcionado su versión original. Si ha tenido éxito, reciben la propuesta y se ponen a trabajar en ella. Con una guía de estilo propia, porque para escribir también hace falta un estilo definido, empiezan a investigar en el producto que tienen delante, su redacción y terminología.
Al estilo en traducción y literatura le pasa un poco como al estilo en la barra de un bar. Que hay estilos puestos, engolados, recargados o muy feos. Pero también hay gentlemen del estilo, elegancia interior y estilizados. El estilo del original, en traducción, siempre hay que respetarlo y fabricarlo en la lengua de destino.
Y es que, hasta hace poco, lo difícil estaba en conseguir una traducción fiel; pues no todos conocían a fondo la lengua de origen. Ahora, sin embargo, el problema es el contrario: todos tenemos cierto conocimiento de la lengua extranjera, pero tenemos un español cada vez más pobre, menos conciso, elegante y depurado. Nos conformamos con cualquier palabra.
Con becarios que llegan desde Oxford o profesionales de distintos ámbitos culturales, (cocineros o escritores, por ejemplo), trabajan llenando de notas los márgenes de unos textos que se dejan decorar. Gracias a una biblioteca de cuatrocientos libros, Cillero asegura que “los mejores chefs del mundo pasan por aquí”. Fue el propio Ferrán Adrià quien se puso en contacto con ellos para traducir el libro de elBulliBooks en el que participaron varios filólogos especializados en todas las lenguas a las que se llevó la cocina del catalán.
Es precisamente el libro de Adrià el que muestra lo importante de su labor. Palabras que, hasta entonces, no habían sido utilizadas en el mundo de la gastronomía (ni en nuestro idioma ni en otro) y para las que había que conseguir el término exacto. Estás construyendo cultura a través de la cocina y ésta ha de ser explicada de una forma propia y correcta. Pero para Cillero, si hay algo complicado a la hora de traducir es, sin duda, una introducción: “es la parte del libro que más información lleva; ha de ser sencilla y, a la vez, lo más divulgativa posible”.
Un camino en el que la lengua inglesa nos lleva la delantera. Ellos son los mejores en esto de escribir libros, por su eficacia a la hora de explicar el mundo. Y es que es, precisamente gracias a William Shakespeare, por qué celebramos este próximo domingo el Día Internacional del Libro, (aunque para nosotros sea siempre la muerte de Cervantes). Ellos fueron siempre escritores y traductores. Un oficio que pasó a ser profesión y que va desde el Ulises de José María Valverde, considerado uno de los mayores logros de la traducción en nuestro país, hasta ese interés de Cillero por las Guías de Viaje de Louis Vuitton, “un libro chic, puesto al día con sitios que no puedes perderte”. Porque la traducción nunca dejará de funcionar. Y por qué no, también ha de tener su homenaje.