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La tribuna

Europa frente a EEUU y China

Para que Europa recupere su papel en el mundo necesita avanzar hacia una mayor integración, para reactivar la inversión y movilizar el exceso de ahorro.

21 mayo, 2024 02:18

Las previsiones económicas de primavera de la Comisión Europea constatan que poco a poco la actividad económica de la UE se va acelerando de forma moderada, en un contexto de reducción de la inflación y fortaleza del mercado laboral. Subsisten los riesgos geopolíticos, por la guerra de Rusia en Ucrania y el conflicto en Oriente Próximo. Pero la economía europea está dando señales de resiliencia frente a la sucesión de calamidades de estos últimos años.

Se ha evitado la recesión que se vaticinaba como consecuencia del ciclo de subidas de tipos de interés generado por el BCE en respuesta a la inflación. Y los indicadores más recientes apuntan incluso a una tímida recuperación -del 0,8% para la zona euro y del 1% para la UE en este año, según la Comisión Europea-, liderada por economías como la española que disponen de más músculo. La propia Comisión ha mejorado sus previsiones para nuestro país pronosticando un crecimiento del 2,1% para 2024, frente al 1,7% que predijo en febrero de este año.

Sin embargo, desde una perspectiva global, la economía europea sigue perdiendo peso respecto a las otras grandes potencias. Mientras que EEUU ha avanzado un 5% desde antes de la pandemia, la UE apenas ha avanzado la mitad, prolongando la brecha de crecimiento que se había abierto tras la crisis financiera.

En lo que va de siglo, hemos retrocedido un 37% frente a EE UU en términos de renta por habitante. El descuelgue se inició con las políticas de austeridad pero, tras una breve pausa, se ha agudizado en el periodo más reciente (véase el gráfico adjunto). También estamos perdiendo terreno con respecto a China: a principios de siglo nuestra renta per cápita era casi 11 veces mayor que en el gigante asiático, y para este año el diferencial habrá descendido hasta 2,2 veces, en base a previsiones de la OCDE.

M.M

El declive relativo de Europa, con una economía basada en las exportaciones, guarda un estrecho paralelismo con dos fenómenos muy importantes: la desglobalización y el débil comportamiento de la inversión. Desde 2019, el esfuerzo en capacitación del tejido productivo europeo y construcción de vivienda apenas ha crecido un 2,4% en total, frente al 6,7% de EEUU.

Y esta brecha se añade a la que ya se había generado en el decenio anterior, durante el cual la inversión europea creció la mitad que en EEUU. Y el retraso con respecto a China es aún más pronunciado. La atonía de la inversión ha lastrado nuestra productividad y potencial de crecimiento, así como la doble transición digital y verde de nuestras economías.

Esta situación puede ser corregida, ya que Europa dispone de una bolsa abundante de ahorro que podría desplegarse para reforzar la inversión. Sin embargo, el exceso de ahorro se exporta a otros países, sirviendo para capacitar las empresas establecidas fuera de la UE.

Según los datos de inversión extranjera directa, la exportación neta de capital se elevó a 672 mil millones de euros en los tres últimos años, lo que equivale a más del 80% de la totalidad de los fondos Next Generation. Buena parte de esa fuga de ahorro se dirigió a EEUU, sin duda por el efecto imán de las jugosas subvenciones del Inflation Reduction Act o del Chips and Science Act.

La exportación neta de capital se elevó a 672 mil millones de euros en los tres últimos años

A las puertas de las próximas elecciones europeas es el momento de que Europa se plantee si está dispuesta a recuperar el protagonismo y la relevancia económica que tuvo en épocas pasadas. Si desea emerger como una gran potencia económica que al propio tiempo ofrece al mundo un modelo de sociedad con indudables ventajas frente a los EEUU y China. Siendo nuestra principal fortaleza el modelo social europeo, con sistemas de transferencias y servicios públicos de calidad en ámbitos clave como la educación, la sanidad y la protección social, que redundan en desigualdades menos acusadas que en otros lares.

La recuperación del papel de Europa en el mundo pasa por reformas que faciliten a la UE los instrumentos macroeconómicos necesarios para competir de igual a igual con los EEUU y China. Porque, por el momento, Europa no cuenta con los mismos instrumentos que esas grandes potencias.

Para que la UE pueda aumentar su peso en el mundo, es preciso dotarla de una capacidad supra-nacional para realizar las inversiones necesarias y afrontar los grandes retos de la transición verde, de la Inteligencia Artificial, de la consolidación social y de la defensa europea. Esto pasa por fortalecer la gobernanza económica de la Unión, en cuatro ámbitos: fiscal, monetario, del mercado de capitales y del sistema financiero.

La Unión debe dotarse de un presupuesto equivalente al 3% del PIB, multiplicando por tres la asignación actual gracias a la generación de recursos propios y una armonización del impuesto de sociedades. Asimismo, la potenciación del tesoro público europeo –que ahora solo existe de manera embrionaria-, con capacidad para emitir deuda mancomunada, reforzaría la necesaria unión fiscal.

La unión bancaria debe culminarse con la aprobación del esquema europeo de garantía de depósitos, y avanzar la creación de un mercado europeo de capitales, para que Europa movilice todo el ahorro privado disponible y que éste se invierta en el tejido productivo europeo.

Finalmente, el BCE debe propiciar una estrategia de crecimiento, para generar empleo y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Ello pasa por reformar el mandato del BCE para que la estabilidad de precios y la cohesión económica y social sean objetivos al mismo nivel de importancia.

Todas estas reformas en la gobernanza económica europea pondrían a Europa en igualdad de condiciones para competir frente a China y EEUU, y así poder convertir al continente en referente de desarrollo económico, y fundamentalmente social, del siglo XXI. Sólo así la economía europea recuperará una senda de crecimiento sostenible, para que Europa esté en condiciones de mantener el nivel de vida de los ciudadanos y revertir los fenómenos de desafección y de populismos que proliferan en la actualidad.

*** Mónica Melle Hernández es consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid y Profesora de Economía de la UCM.

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