Donald Trump, en su visita a la base aérea de Estados Unidos en Doha.

Donald Trump, en su visita a la base aérea de Estados Unidos en Doha. Brian Snyder Reuters

Europa

El desdén de Putin y la complacencia de Trump dejan a Zelenski sin fuerza para sellar la paz para Ucrania en Estambul

Los rusos han mandado el mismo equipo que en el año 2022 y con las mismas exigencias. Trump, directamente, se ha quedado en Qatar.

Más información: Ucrania y Rusia posponen a este viernes las negociaciones de paz en Estambul en las que no estarán ni Putin ni Zelenski

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El desdén con el que Putin ha tratado las negociaciones de Estambul -unas negociaciones que él mismo propuso como paso previo a cualquier alto el fuego y que Trump acogió con entusiasmo- coloca la situación en Ucrania, de nuevo, en punto muerto. Aunque varios líderes mundiales, incluido el canciller alemán Friedrich Merz, esperaban esta semana con optimismo, lo cierto es que Rusia ha vuelto a dar la espantada.

En lugar de pensar en un acuerdo de futuro, el Kremlin ha decidido anclarse en el pasado. De hecho, ha mandado a Estambul prácticamente la misma delegación que envió en 2022, a las pocas semanas del inicio de la guerra, con el exministro de cultura, Vladimir Medinsky, a la cabeza. Dichas negociaciones acabaron en nada precisamente por los objetivos maximalistas de Rusia: pretendían poner fin al Gobierno legítimo ucraniano, acabar con su ejército y anexionarse los territorios que, en el imaginario nacionalista, componen la "Nueva Rusia", es decir, desde Járkov hasta Odesa.

No solo ha enviado a las mismas personas, sino que el mensaje es el mismo. Putin no se ha dignado acudir en primera persona a la negociación como le había propuesto Zelenski, que sí que está en Turquía y se reunió este mismo jueves con el presidente Erdogan en Ankara. Es más, ni siquiera ha mandado a su ministro de Defensa, Andrei Belousov, ni al de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov. No habrá, pues, absolutamente nadie del Gobierno ruso en la negociación, lo que ha provocado el lógico enfado del presidente ucraniano, que considera que así no se puede negociar nada.

Sobre la mesa, como único objetivo declarado, los rusos ponen la continuación de las negociaciones de 2022 tal y como se dejaron. No contemplan otro escenario. Parece que siguieran considerando el conflicto en Ucrania como un tema menor y no tuvieran el más mínimo interés realista en solucionarlo o, al menos, en tomar un respiro para ver exactamente cómo van las cosas. Exigen la rendición del enemigo como la exigían en 2022. Zelenski ya ha mostrado su profunda desazón ante lo que considera una presumible pérdida de tiempo, pues ni siquiera sabe hasta qué punto esa magra delegación rusa está autorizada a llegar a acuerdos.

Trump se mira el ombligo

Incluso el entusiasmo de Trump se ha convertido en una mezcla de complacencia y ombliguismo. El presidente estadounidense, que valoró acudir a la cita en Estambul si Putin y Zelenski estaban ahí, ha preferido quedarse en Qatar negociando con sus socios árabes nuevos acuerdos económicos similares a los que firmó con el príncipe saudí Mohamed bin Salman. En una sola frase, vino a disculpar a Putin y a elogiarse a sí mismo: "No sucederá nada hasta que yo me reúna con Putin", dijo Trump, sin que nadie sepa muy bien qué se lo impide.

Estados Unidos lleva meses amenazando con sanciones a quienes no muestren interés por la paz y amagando con la retirada del proceso si no hay una voluntad sincera por ambas partes. Sin embargo, estas exigencias acaban recayendo siempre en Ucrania, que aceptó en su momento la tregua incondicional de treinta días que propuso Trump, y que ahora se ha presentado en Turquía con todo, dejando a un lado lo doloroso que debe resultar reunirte con el hombre que ha invadido tu país, ha matado a decenas de miles de tus compatriotas, mantiene bajo su control a otros cientos de miles y ha cometido todo tipo de barbaridades contra sus derechos humanos, incluido el robo y tráfico de niños.

La única razón por la que Trump puede permitirse no poner en marcha estas sanciones y mantener un discurso ambivalente sin consecuencia alguna es porque sabe que Ucrania le da absolutamente igual a su electorado. Quiere que baje la inflación y aumenten los puestos de trabajo. El resto se lo dejan a la prensa internacional. Tampoco sabemos qué van a hacer exactamente la Unión Europea y la llamada "coalición de los dispuestos", que se reunieron este pasado domingo en Kiev para anunciar muy solemnemente una escalada de sanciones si Rusia no se comprometía en el proceso de negociación y de los que no se ha vuelto a saber.

Del pragmatismo a la fantasía

Visto lo visto, no está claro aún ni si habrá reunión entre delegaciones. Efectivamente, todo apunta a que sería una pérdida de tiempo. Rusia anunció a última hora del jueves su disposición a reunirse el viernes, pero tiene que haber un mínimo de entendimiento previo sobre qué se va a discutir. Si todo va a partir de la imposición, es imposible que se avance lo más mínimo. De hecho, los medios estadounidenses publicaban este jueves una filtración de la inteligencia militar que da por hecho que Rusia está preparando una ofensiva similar a la de 2022 para este verano, con el fin, de nuevo, de cruzar el Dniéper y hostigar Kiev.

Y es que la llegada de Trump a la Casa Blanca no parece que esté sirviendo de demasiado. Lo único realmente reseñable -y tampoco conviene infravalorarlo- es el acuerdo por los minerales de las tierras raras que convierte a Ucrania y a Estados Unidos en socios con un mismo objetivo económico: el propio territorio ucraniano. De ahí a la defensa militar de dicho territorio va un paso que, aunque no se ha explicitado en el acuerdo, está en la cabeza de todos.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se reunió este jueves con su homólogo turco, Tayyip Erdogan, en Ankara.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se reunió este jueves con su homólogo turco, Tayyip Erdogan, en Ankara. Reuters

Dicho esto, lo demás es un continuo tirabuzón para seguir apoyando a Ucrania en la práctica -EEUU mantiene el apoyo en inteligencia y ha descongelado la ayuda prometida por Biden- sin ofender en exceso a Rusia. El secretario del tesoro, Scott Bessent, formuló recientemente lo que parece ser el leitmotiv de su administración: "Putin es un criminal de guerra, pero es imposible acabar este conflicto sin hablar con él". Pragmatismo en estado puro, vaya. Lo mismo declaró el ideólogo Steve Bannon en entrevista con el delegado jefe del Financial Times en EEUU, Edward Luce, el pasado 12 de mayo.

Otra cosa es que ese pragmatismo se venga abajo ante determinadas soluciones imposibles. También este jueves, Trump insistió en su plan de echar a todos los palestinos de Gaza y convertir aquello en un imperio inmobiliario de lujo con vistas al Mediterráneo. Eso, en Doha, ni más ni menos, donde han residido durante décadas los dirigentes de Hamás. Si esa es la idea "realista" de Trump para solucionar las crisis, no se ve cómo va a poder atajar la sangría de Ucrania. El panorama, en ese sentido, invita al escepticismo.