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Darío Villanueva Prieto (Vilalba, Lugo, 1950) se sienta en uno de los salones del Parador de Baiona (Pontevedra) en pleno reposo estival. Los terrenos de este castillo gallego delimitaban hace 524 años el pueblo que se convirtió en el primer lugar de Europa en conocer la noticia del Descubrimiento de América. Desde entonces, ambos continentes se han retroalimentado de todas las formas posibles. También en el desarrollo del idioma.
Sobre la mesa, una lengua hablada por más de 500 millones de personas. Abajo, detrás de las murallas, el mar, y al fondo, aunque no se ve por la niebla –o a veces no se quiera ver- el que Colón llamó el Nuevo Mundo: la enorme América Latina. En la actualidad, la inmensa mayoría de hispanohablantes están allí con sus dejes, sus jergas y sus respectivos acentos. Darío Villanueva vuelve al principio, mira al espejo y se enfrenta al castellano.
En la primera visita de Hemingway a Vigo, el escritor quedó asombrado con los atunes de casi dos metros que vio en las mesas de mármol de la lonja y con el precio barato de los licores. Luego se sentaba a escribir frente al mar, en el Berbés. García Márquez hacía siempre referencia a los orígenes gallegos de su abuela, Tranquilina Iguarán. Cortázar estuvo aquí, en Baiona, y no perdió ocasión de fotografiarlo. ¿Qué tiene Galicia para los escritores?
Y Torrente Ballester tenía aquí al lado su casa, Carlos Casares vivía en Nigrán… Sí, eso es evidente. Baiona, en concreto, tiene una significación muy especial. Es la primera localidad europea a la que llega la noticia del Descubrimiento de América. Yo siempre he apreciado ese dato como algo interesante y muy literario, porque al fin y al cabo era el comienzo de algo que ha dado mucho de sí en la literatura y en la cultura en general. Desde el punto de vista lingüístico, que es a lo que yo me dedico, abrió la posibilidad de una expansión lingüística del español allá.
Es el primer nexo.
Claro, el primer nexo de unión al comienzo mismo de esta historia compleja, con momentos muy duros, pero que deja ese poso extraordinario de personas, de ideas. También de arte popular y de arte culto y, de manera especial, que es lo que a mí me toca, de literatura. La literatura en español es una de las más potentes del mundo. Solo hay que ver el número de Premios Nobel que hay.
Uno sale de aquí y le puede citar a Cela, Pardo Bazán, Valle, Torrente, Rosalía… Algunos reescribieron su obra en castellano. Pero los que escriben en gallego, ¿están históricamente y académicamente minusvalorados?
Rosalía, que escribió en las dos lenguas, es una de las poetas referentes del XIX. Gracias a la traducción es accesible a los lectores. Álvaro Cunqueiro es otro caso de un escritor que manejaba ambos idiomas. Y sigue extraordinariamente vigente.
¿Valora la RAE la retranca gallega como un elemento diferenciado de esta lengua?
Lo tendría que mirar. Vamos a ver qué significa retranca. [Coge el móvil y busca la palabra en el diccionario digital de la Academia]. Dice: “Intención disimulada y oculta”. Las otras acepciones ya no tienen que ver, la que vale es la primera. Pero no hay ninguna referencia a lo gallego en concreto. Otra cosa es que de los gallegos se dice que tenemos una habilidad especial para la retranca.
Se dice que Rajoy es ejemplo de ello.
Yo veo en la prensa, y en muchos comentaristas políticos, que con mucha frecuencia aluden a la condición de gallego de Rajoy. O sea, que atribuyen determinados comportamientos y reacciones suyos en el terreno político a su origen. Como gallego, no dejo de reconocer que algunas de las características que nos atribuyen son reales, sobre todo por nuestra manera de afrontar la realidad.
Hace varias semanas se produjo el anuncio de la aceptación del termino 'iros'. Arturo Pérez Reverte adelantó la medida de la Academia a través de las redes sociales. ¿Es habitual que se comuniquen de ese modo las decisiones de la RAE?
Detrás de esta noticia, vamos a llamarla así, hay algo real, y es que la Academia estudió este hecho en uno de sus plenos y tomó el acuerdo de admitir que la frecuencia en el uso del término iros tenía que ser registrada frente a la norma canónica que es idos. Los propios novelistas han mencionado frecuentemente que en los diálogos de sus novelas nunca le harían decir a sus personajes frases como “idos a la mierda”, sino que usarían el iros.
Por supuesto, no es habitual que la Academia comunique las novedades de su trabajo a través de la Red, a través de Twitter. Eso lo hace Trump en Estados Unidos. Pero nosotros no seguimos el mismo camino. Me refiero a la Academia en sentido institucional. Luego lo que ya haga cada académico en particular es cosa de él.
Pero, ¿cuál es realmente la función de la RAE como guardiana de la lengua ¿Llegará el día en que, por ejemplo, debido a la influencia de los mensajes de móvil y de las nuevas tecnologías la RAE acepte la reducción de palabras?
La Academia lleva funcionando 304 años y lo que hace es fijar los códigos de la lengua castellana. Así es desde su fundación. El código ortográfico es absolutamente fundamental. Y en eso, el que en este momento haya prácticas comunicativas que alteran la ortografía oficial no va a hacer cambiar la ortografía de la Academia.
Pero eso tampoco nos preocupa mucho porque, por ejemplo, cuando se implantó el telégrafo en el siglo XIX los telegramas se escribían de una manera rudimentaria: se economizaban las palabras, no se ponían adjetivos, los verbos eran siempre simples... Claro, el telegrama se cobraba por palabras. Eso no destruyó la ortografía del idioma ni su gramática.
Las prácticas comunicativas que una nueva tecnología permite, traen consigo la posibilidad de hacer uso de determinadas licencias. Pero esas licencias sirven exclusivamente para esa situación e instrumento comunicativo. Quien escribe un whatsapp o un SMS lo hace con una dejadez, con una desinhibición que cambia cuando tiene que escribir un currículum o mandar una carta seria. Lo que se impone es la ortografía del español académico y lo mismo ocurre con la gramática y con el léxico.
Quien hace cambiar el idioma no son los académicos, sino la gente que lo habla. Por tanto, efectivamente, la Academia debe ser sensible a los cambios y debe advertir de los riesgos y de los peligros. Por ejemplo, cuando se creó la Academia, en 1713, había una preocupación muy grande por la influencia del francés sobre el castellano.
El francés era entonces la lengua de la cultura y de la política…
Claro, era la lengua más poderosa en aquel momento. Eso ocurre ahora con el inglés. Y nosotros lo que procuramos es favorecer que los hablantes hispanos, a la hora de tener que utilizar un concepto que viene del inglés, si es traducible, lo traduzcan. Si no es traducible, que lo adapten a la prosodia del castellano. En último término existe la posibilidad de aceptarlo. Todas las lenguas están repletas de préstamos de otras.
Por ejemplo, es bastante incomprensible que digamos tablet cuando la palabra española que hay que usar es tableta. Los que usan la palabra tablet en castellano no saben si es femenino o masculino. Hay quienes dicen el tablet o la tablet. Con tableta ya no hay ningún problema. Sabemos que es femenino. Además, en el diccionario ya hemos introducido una nueva acepción de la palabra tableta: “Un dispositivo móvil...”.
Nuestro diccionario es un diccionario para 500 millones de hablantes. No es un diccionario de España. Y eso a veces los españoles lo olvidamos
Hablamos de la RAE como cronista de la lengua y también como legisladora. Es verdad que 'tablet' se dice mucho. Pero, por ejemplo, 'amigovio' fue aceptada por la Academia. ¿Cuál fue el motivo?
Hay 300 millones de hispanohablantes que utilizan la palabra amigovio. En España no, en España no la utilizamos, pero es que somos el 9% del conjunto de los hablantes. Aquí, amigovio se refiere a “amigo con derecho a roce” o a una palabra muy grosera que es la que sustituye a ese término elegante, bien construido, que en gran parte de América Latina utilizan para referirse a esa relación entre dos personas que sin formalizar el noviazgo tienen un contacto amoroso y afectivo intenso.
Y está muy bien que se acepte. Nuestro diccionario es un diccionario para 500 millones de hablantes. No es un diccionario de España. Y eso a veces los españoles lo olvidamos.
Quizá sea ese complejo de superioridad heredado de otras épocas...
O un sentido de propiedad de la lengua que no tiene ya ninguna justificación. Es absurdo, y además nosotros en eso somos especialmente militantes. Es decir, hay que ser conscientes de que la Academia española forma parte de una asociación de academias formada por 23 instituciones en total. Aunque sí es cierto que la presidencia de esa asociación nos corresponde a nosotros.
Hay que pensar que en México hay 115 millones de hablantes en español. En Estados Unidos hay 55 millones de hispanos. Nosotros estamos en el tercer lugar. Luego viene Colombia, que está un poco por debajo de los 45 millones. Y eso hay que tenerlo en cuenta.
Si Cataluña se independizase, ¿se crearía una Academia del Español en Cataluña?
Yo creo que lo último que les interesa a los soberanistas catalanes es el castellano. Allí está el equivalente a la academia española, que es el Institut d'Estudis Catalans. Pero a ellos, lingüísticamente, lo que les importa dentro de ese proyecto es sobre todo el catalán. No tendría ninguna viabilidad esa posibilidad porque no les interesaría para nada.
¿Pese a haber una gran parte de ciudadanos que hablan en castellano en Cataluña?
No creo que, institucionalmente, les interesara. Por otra parte, en esa asociación de academias de la lengua española hay unos trámites para ingresar. También tendría que haber una aceptación por parte de los miembros.
¿Cómo asiste la RAE al fenómeno que se da en España de la utilización de la lengua como arma política?
La RAE está, en cuestiones lingüísticas, absolutamente identificada con la Constitución de 1978. Las constituciones españolas, desde el siglo XIX, no han declarado nunca cuál es la lengua oficial del Estado. La primera que lo hace es la de la República en 1931. Estoy preparando estos días precisamente un capítulo de un libro que se va a publicar con motivo de los 40 años de la Constitución, y comparo la manera en que trata la lengua castellana y las lenguas de España la Constitución de la República y la Constitución del 78. Realmente la diferencia es muy grande.
La Constitución del 78 es la primera que da el carácter de cooficial a las lenguas de las otras lenguas de España en las unidades autónomas respectivas y además hace una declaración de apoyo a la riqueza lingüística del país. Respetamos absolutamente las otras lenguas, tenemos una relación muy buena con las academias que las representan. Tenemos modos de trabajar muy similares y nos podemos ayudar mucho los unos a los otros como realmente estamos haciendo.
En las escuelas, hay una serie de horas mínimas que impartir en la lengua cooficial. ¿Cree que las lenguas, en sus regiones, se imparten el número adecuado de horas en el sistema educativo?
El sistema educativo, en relación a las lenguas de cada una de las comunidades, nunca ha tenido en la historia de España un desarrollo como tiene tras la Constitución del 78. De la Constitución nacen los Estatutos de Autonomía, y de ellos las leyes de normalización lingüística. Por lo tanto, es como una estructura que tiene un vértice en la Constitución y que luego se ha desarrollado.
El sexismo es una actitud social que la Academia reprueba, pero la gramática tiene unas reglas que no tienen por qué padecer esa presión ideológica
A día de hoy, las mujeres ocupan ocho de los 46 sillones. ¿Aspiran a la paridad en la RAE?
Hay paridad si miramos cuales han sido los cuatro últimos académicos elegidos. Dos sillones han sido para académicos y dos para académicas. Tenemos una herencia histórica muy negativa en relación a este asunto. El problema se planteó ya con Gertrudis Gómez de Avellaneda, rechazada antes que Emilia Pardo Bazán con un argumento que era de mal pagador: que los estatutos de la Academia no contemplaban el nombramiento de una mujer... pero tampoco lo impedían. Una respuesta absurda. Y lo malo es que siguió aplicándose hasta llegar a Carmen Conde, la primera que entró en la Academia.
Luego entraron Elena Quiroga, Margarita Salas y Carmen iglesias. Desde que yo estoy en la Academia han entrado el mismo número de hombres que de mujeres. Y la voluntad de la Academia es continuar ganando ese terreno perdido durante tantos años. Reconocemos que ha sido un oprobio hacia las escritoras y las filólogas españolas del XVIII, XIX y gran parte del siglo XX.
Las personas de género no binario -las que no se sienten hombre ni mujer- piden el pronombre 'elle' en lugar de él o ella y la terminación en -e. ¿Hay sitio en la RAE para un tercer sexo?
En nuestra gramática hay ya tres géneros: femenino, masculino y neutro. Es cierto que en la sociedad están cambiando muchos estereotipos. Pero desde el punto de vista gramatical hay esos tres géneros.
Hay ahí un debate continuo porque, en español, el género masculino se considera inclusivo de lo masculino y de lo femenino. Y esto es tachado por algunas opiniones de sexista. Y esto se pretende solucionar con el uso de los dobletes: los niños y las niñas, los riojanos y las riojanas... El problema está en la economía del lenguaje.
Hoy eso ya es muy habitual.
Sí, sí. Y no es un recurso nuevo. Cuando yo era niño, me acuerdo que, como fórmula de cortesía, se decía: “Señoras y señores”. Esa posibilidad siempre existe. El problema está en mantener esa dualidad siempre y no admitir que el género masculino puede representar a los dos géneros desde el punto de vista de la economía del lenguaje. El problema comenzó, quizás, o tuvo un momento de eclosión, cuando una ministra dijo aquello de “miembros” y “miembras”.
Bibiana Aído.
Sí. Eso era introducir un elemento innecesario porque la palabra miembro incluye las dos opciones de género. Además, si esa novedad se aplicara de manera rigurosa en la lengua, los brazos, serían miembros pero las piernas serían miembras. A partir de esa distinción artificiosa habría que regularizar todo el sistema.
¿Hay un problema de sexismo en el lenguaje?
La RAE publicó en el año 2009 un informe sobre el sexismo en el lenguaje y es una referencia continua. Lo que dice la Academia es que no hay que confundir sexismo con gramática. El sexismo es un comportamiento, una actitud individual y social que la Academia reprueba, pero la gramática tiene unas reglas que no tienen por qué padecer esa presión ideológica que nace del rechazo del sexismo.
De nuevo aparece el lenguaje como estrategia o arma política. Los políticos utilizan el lenguaje a su favor con una retórica determinada. Podemos ha demostrado un manejo notable a la hora de inocular determinadas palabra en la opinión pública: 'casta', 'trama'...
Esto ha existido siempre. Ha mencionado usted la retórica. La retórica es una disciplina inventada por los griegos…
Cultivada por los sofistas.
Efectivamente. Una disciplina que utiliza el idioma de la manera más conveniente para los intereses de cada uno. Y el sofista era una persona no preocupada por la verdad, sino por la eficacia de sus comunicaciones.
El lenguaje sigue siendo un instrumento fundamental de la acción política. Lo interesante es que en una sociedad súper tecnológica sigue funcionando aquella vieja disciplina de la retórica griega. Publiqué un artículo comparando los discursos de Obama durante sus primeras presidenciales a la luz de la retórica griega. Y el resultado fue que el expresidente era un auténtico experto conocedor de la tradición retórica de los sofistas.
En el caso de Podemos, los expertos de comunicación política siempre destacan esa capacidad para marcar la agenda con las palabras.
Desde sus orígenes, Podemos ha estado siempre atento a la comunicación. En ese sentido, han demostrado una habilidad muy grande recurriendo a lo que siempre ha sido clave en la trasmisión de ideas políticas: la persuasión y el convencimiento.
En los años de la crisis, el PP ha recurrido al empleo de ciertas metáforas para explicar una realidad compleja como es la económica.
El lenguaje de los políticos ha recurrido siempre a las metáforas o a la simplificación. Hablar de crecimiento negativo es algo que a mí me sorprende mucho. Es como decir “hielo caliente”. Es un oxímoron, las dos palabras se destruyen la una a la otra.
Me parece peligrosa la idea del político profesional, el político que desde su juventud no ha sido otra cosa que político
Rajoy o Cristóbal Montoro la han usado con alguna frecuencia.
Insisto, es un modo de actuar generalizado en política desde siempre: encubrir la realidad de las cosas con fórmulas eufemísticas. El lenguaje de los políticos es digno de estudio porque tienen una manera especial de tratar el lenguaje. Por ejemplo, Churchill era un retórico extraordinario.
No hay más que leer su autobiografía. Dos tomos extensos de más de 1.000 páginas de aventura militar, reflexión política y vital.
Le dieron el Premio Nobel de hecho, aunque fue un Premio muy discutido. Pero hay que reconocer que él, verbalmente, era irónico, ingenioso, y conseguía enardecer a la población ante los ataques que llegaban de Alemania.
Churchill pintaba y cultivaba su faceta literaria. ¿Hacen falta políticos con mayor vocación humanística?
Se cometen muchas injusticias advirtiendo de forma generalizada virtudes o vicios. Yo prefiero referirme a cada caso concreto, al político en cuestión. Pero sí que admito esa pregunta y la respuesta es muy clara: en política deben estar personas que representen a la sociedad. Y para ello es importante que sean personas procedentes de las distintas actividades que una sociedad tiene.
Me parece peligrosa la idea del político profesional, el político que desde su juventud no ha sido otra cosa que político. Me parece mucho más interesante el que viene de una trayectoria profesional, que tiene una formación propia. Ahí están los matemáticos, los ingenieros, los fresadores, los mecánicos… No todos con una formación humanística. Pero es que la formación humanística tiene que estar en la formación de una persona. En los estudios humanísticos va también el estudio de las lenguas. Eso, en la política, es de una necesidad absoluta y total.
Un dato del último CIS: al 42 % de españoles no les interesa la lectura. ¿Se está matando el libro y cada vez se lee menos, o quizá tenemos una percepción equivocada porque antes había menos gente que tenía acceso a los libros y hay que valorar el dato en su contexto histórico?
Yo no soy nada catastrofista. He colaborado en el último informe sobre la lectura en España publicado por el Gremio de Editores y Libreros. Los capítulos estadísticos de ese libro hablan de una cierta mejora de la situación. España no ha sido nunca un país muy lector, pero en este momento está habiendo un repunte de españoles que leen.
No creo que debamos pensar que estamos al borde del abismo, por una razón que tiene que ver con algo a lo que apuntaba usted: esos porcentajes se refieren a una población mayor y más educada que hace unos cuantos años.
Es algo que se suele olvidar.
Nunca en la historia de la humanidad se han escrito, publicado, vendido, robado y estudiado más libros que ahora. La tan cacareada muerte del libro no se está cumpliendo en modo alguno.