¿Y si ahora fuera el Partido Popular el que quisiera ir a unas terceras elecciones? ¿Y si se olvidaran de pronto de la irresponsabilidad del PSOE de Pedro Sánchez a quien han estado acusando de bloquear el futuro de España con su "no" continuado a Mariano Rajoy y a la formación de un nuevo gobierno? ¿Y si ahora pensaran, vistos los últimos sondeos de intención de voto y el magnicidio de Ferraz, que les iría mucho mejor si los ciudadanos pasaran otra vez por las urnas el 18 de diciembre? ¿Y si ahora estuvieran convencidos de que podrían ampliar mayoría y hacerla absoluta con el apoyo de Ciudadanos? ¿Y si ahora verbalizaran que con la actual aritmética parlamentaria no les van a dejar gobernar ni tan siquiera aprobar los próximos Presupuestos y que van a estar a merced del PSOE, Podemos y los nacionalistas? ¿Y si ahora bla, bla, bla…?
¿Es esto política ficción o política real? Que el Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, -“no conozco ningún otro ser que sin moverse avance”, ha dicho de él Felipe González, el desencadenante de la semana trágica del PSOE- se haga todas y cada una de estas preguntas forma parte del ejercicio, no se sabe si real o imaginario, de la lógica política. Y lo más inteligente, políticamente hablando, para ellos y sus intereses sería arrastrarnos a esas terceras elecciones, aunque hacerlo supusiera reconocer que durante los últimos meses han estado mintiendo; y también que se ha estado jugando de forma abyecta con las palabras, arte éste que en política alcanza su máxima cota cuanto más perverso es aquello que realmente se pretende. La duda estriba en saber si los populares serán capaces de articular tamaña operación sin dejar sus huellas en el empeño, aunque viendo que casi todo les sale más o menos gratis -quién lo diría habiendo arrancado este martes la vista oral del caso Gürtel- no sería tan aventurado predecirlo siempre y cuando la sangre no fuera visible en sus manos. Y bla, bla, bla…
¿Y si ahora, por el contrario, fuera el PSOE el que no quisiera ir bajo ningún concepto a unas terceras elecciones? ¿Y si ahora aceptaran los socialistas abstenerse y la gobernanza por parte del Partido Popular? ¿Y si de pronto, como por sortilegio, dejaran de ver a Mariano Rajoy como el señor del mal y de la corrupción, y de todo lo peor habido y por haber, y aceptaran que fuera el presidente de todos los españoles? ¿Y si ahora los nuevos jerarcas quisieran la abstención sí o sí, pero nadie se atreviera a dar la cara y a cargar con el muerto? ¿Y si los nuevos rectores de Ferraz pensaran con fundamento que ir otra vez a las urnas sería caer todavía más? ¿Y si llegaran a la conclusión de que votar el 18 de diciembre les arrebataría ser el primer partido de la oposición y desperdigarse por el hemiciclo como un partido del montón? ¿Y si ahora bla, bla, bla…?
¿Es esto política real o política ficción? Que el Partido Socialista, con una Susana Díaz que sigue sin subirse al tren y está al frente de todo pero sin estarlo, -renegando de la abstención y de la investidura como si nada de lo ocurrido los últimos días tuviera que ver con ella- se haga todas y cada una de estas preguntas forma parte del ejercicio, no se sabe si real o imaginario, de la lógica política. Y lo más inteligente, políticamente hablando, para ellos y sus intereses sería que no hubiera terceras elecciones y que Mariano Rajoy fuera investido presidente, aunque hacerlo supusiera reconocer que durante los últimos meses han estado mintiendo a todos los ciudadanos; y también que se ha estado jugando de forma abyecta con las palabras, arte éste que en política alcanza su máxima cota cuanto más perverso es aquello que realmente se pretende. La duda estriba en saber si los socialistas serán capaces de articular tamaña operación, aunque viendo que se exponen a un batacazo electoral que podría poner en peligro hasta su propia existencia no sería tan aventurado predecirlo siempre y cuando la sangre no fuera visible en sus manos. Y bla, bla, bla…
Así es la política que nos está tocando en suerte: un reducto donde el uso continuado de una mentira puede convertirla en verdad y donde ésta casi nunca es una virtud y su utilización excesiva puede convertirla en la mayor de las falsedades. Lo que hoy es imposible, nuestros políticos pueden hacerlo probable mañana. O lo que es igual: la verdad de las mentiras; o más correctamente, las mentiras de las mentiras. Y en el puto fondo la malsana sensación de que espectáculo lamentable de verdad no es el que se produce en un mal sábado al año sino el que presenciamos los 364 días restantes. Y bla, bla, bla…
Y entre tanto bla, bla, bla, Mariano fumándose un puro.