El varapalo de la Comisión de Venecia a Puigdemont solo puede sorprender a esos yonquis del auto engaño que forman la evanescente nomenklatura convergente, heredera a maleficio de inventario de una edad de oro en la que nada se movía sin que la famiglia y sus tentáculos pillaran. Y nadie abandonaba la pauta impuesta en aras de una construcción nacional cejijunta a fuer de estrecha miras y estrechos pecho.
¡Con lo que habríamos gozado de un catalanismo político que tirara de nuestra sublime poesía, nuestra pintura, nuestros prosistas, nuestras gestas medievales sin inventos de orates, la purita verdad! Pero Pujol, que sí leía, era sobre todo un banquero fuera de la ley y zafado de la quiebra. O sea, un tipo muy práctico. Un imaginario que hubiera partido de Foix y Espriu, de Dalí y Pla -vivos en la Transición-, y de ahí hacia atrás, habría planteado demasiados problemas, por no mencionar la contemporánea renuencia a la lectura culta.
Pla espía de Franco; Dalí, juancarlista obsesionado con la Marcha Real; Foix un esteta arcangélico que aterrizaba justo para hacer caja en su pastelería de Sarrià; Espriu con la piel de toro, Sefarad, y su hermano jerarca de la Falange. Demasiado ambiguo el "cuco", que diría Pla. Demasiado ambiguo todo. La realidad tiene eso.
Pujol, el mago, a cuyo ectoplasma llaman hoy "Cataluña" la mayoría de españoles, podía hacerlo más fácil. Y lo hizo: la relación "entre Cataluña y España" (trampa para margallos) sería una pugna Barça-Real Madrid por otros medios. Sin más. Había que escoger camiseta, claro. El resto es conocido: se instauró la queja perpetua, los árbitros estaban comprados, el contrario jugaba sucio, si se perdía era una victoria moral, jamás se reconocía el mérito ajeno, etc.
Por eso el periodista político con más éxito de Cataluña es un periodista deportivo, el bueno de Jordi Basté. Los mayores recordarán a Butanito retransmitiendo el golpe de Estado del 23-F sin perder su cadencia futbolera. ¿Fue o no fue acojonante? Pues eso a diario.
Estas digresiones me van a matar; a lo que iba: que ha sido ver la carta que le ha enviado a Puigdemont el presidente de la Comisión de Venecia y acordarme de Aznavour. Te la cantaría según tu preferencia, sectario presidente. Al piano, a la guitarra, las erres como jotas y las ces como eses: "Qué profunda emoción, recordar el ayer...". Ah, Venecia sin ti, tú sin Venecia. ¿Con qué mentirijilla nos distraerás ahora?