¡Monedero, tío, ve a asesorarles un poquito más! Que tu asesoramiento anterior dejó a los venezolanos en la senda del progreso, la democracia, la libertad, la igualdad, la prosperidad y la paz civil, pero te fuiste y todo empezó a torcerse. A lo mejor se desviaron de lo que les marcaste, u olvidaron tus instrucciones... Quién sabe si los disturbios de ahora son la protesta del pueblo (¡de la gente!) para que vuelvas. Ellos deben de sentir que no saben mejorar solos: necesitan a alguien como tú, un cráneo privilegiado como tú, que les lleve por el buen camino. Pagando, claro. Como la otra vez, ellos te pagarán.
Fernando Savater contaba el año pasado en la presentación del libro de José Luis Villacañas sobre el populismo (¡cómo no!) que, cuando viajaba a Venezuela en los primeros tiempos de Hugo Chávez, la gente le decía: “No, no, Chávez no es malo, él quiere hacer las cosas bien. El malo es el gachupín ese que hay detrás”. El “gachupín” era Juan Carlos Monedero. El antiimperialista estaba allí predicando imperialmente el antiimperialismo.
Llevamos ya años soportando las lecciones de Monedero y los suyos sobre lo defectuosa que es nuestra democracia. Tan defectuosa, para ellos, que no es en realidad una democracia. Es un régimen: el “régimen del 78” lo llaman, asimilándolo al franquismo. Nuestra democracia no es una democracia, sino un régimen pseudodemocrático heredero de la dictadura militar de Franco.
Podría pensarse que el modelo que proponen, para tantas ínfulas, es una democracia mejor y sin nada que ver con el militarismo. Pero no. El modelo es la Venezuela bolivariana. Una democracia que ha ido deteriorándose cada vez más hasta convertirse abiertamente (¡cerradamente!) en dictadura. Y con un militar al mando: un militarote de los de la triste tradición latinoamericana. Por supuesto, con consecuencia de ruina, violencia, represión y crimen.
Esta realidad objetiva, sin embargo, Monedero la ve con sus anteojeras ideológicas. O sea, que no la ve. O la ve con filtro algodonoso, con cosquillas agradables. No puede permitir que la dictadura que ha contribuido a construir le amargue este plácido verano suyo de cursos guays, disfraces y carantoñas.
Todavía en estas jornadas aciagas para Venezuela, el autosatisfecho Monedero sigue simultaneando sus elogios al régimen chavista con sus críticas a esta democracia nuestra a la que llama "pseudodemocracia". Y junto a él, lo peor de nuestra izquierda, a la que yo llamo "pseudoizquierda" y que, con su empeño en llamar "de derechas" a las críticos de la izquierda democrática, no hace sino postular una única izquierda posible: la suya, la reaccionaria. La dictatorial.