Hay una escena en Quo Vadis en la que el emperador Nerón llora el suicidio de Petronio, al que él mismo deseaba asesinar, y en la que pide al esclavo un frasco de lágrimas en el que recoger sus llantos imperiales. 

No hay mejor imagen para representar la jugada de Pedro Sánchez. En la carta a la ciudadanía, Sánchez llora su destino y le pide a España que sea el frasco en el que recoger sus reales lágrimas. 

Como Nerón, Sánchez primero ha envenenado el escenario político y ahora llora los frutos amargos que está recogiendo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso.

Si realmente Sánchez piensa que esto es insostenible, bienvenido sea. Lo pensamos todos. Cuando pregunta en su carta si merece la pena, dan ganas de contestar a coro: "no, no lo merece". 

El presidente dice que va a cancelar su agenda pública para reflexionar. Pero si de él dependiera, habría decretado estas jornadas como días de luto y reflexión oficial para todos.

A él en realidad lo que le habría gustado es castigarnos a todos, mandarnos al rincón de pensar y sacarnos de ahí en unos días para preguntarnos con dulzura "¿ya has entrado en razón?".

"¿Soy o no soy lo mejor que te ha pasado en mucho tiempo?".

Sánchez está como Camilla Parker, yéndose a cazar a Ciudad Real por una crisis de agotamiento con la familia real en plena crisis institucional. 

Lo de la irresponsabilidad que eso supone merecería otra columna.

¿Nadie le va a exigir al presidente que medite y reflexione mientras sigue cumpliendo con sus responsabilidades? ¿No puede Sánchez hacer dos cosas a la vez? ¿Nadie le va a decir que la política no puede depender de sus estados emocionales? ¿Que el país tiene problemas más urgentes que sus penas?

¿Que el resto de la población reserva sus crisis existenciales para los días no laborables?

Como storytelling, tiene sus aciertos. Sánchez juega en terreno seguro: el de los afectos y el de la salud mental. En el de provocar pena y fingirse víctima del sistema. 

El presidente está siguiendo el manual del perfecto hombre deconstruido que ha pasado por los talleres de desintoxicación de la masculinidad y que por fin sabe cómo expresar sentimientos, manifestarse como enamorado y levantar la mano para decir que no puede más

"Bien hecho, Pedro", le dirán en la próxima reunión de grupo.

El caso es que no cuela. En la respuesta de Patxi López llamando a cerrar filas en torno al jefe está todo lo que Sánchez esperaba de esta maniobra. En los que ven en Sánchez un deseo de reintroducir la ética en el tablero político está lo que el gabinete de comunicación soñó al diseñar esta estrategia. 

El lunes se irá o se quedará. Pero será aclamado, que es lo que su alma magullada necesita

Sánchez es la madre que amenaza con coger la puerta e irse para ver cómo reaccionan en la familia. Pero aquí el presidente solo admite una única respuesta posible que ya es la que está ocurriendo: alabado sea el líder. 

He ahí un político que sigue sin aceptar que el 23 de julio no ganó las elecciones y cuyo gobierno depende de prófugos de la misma justicia a la que ahora él dice encomendarse.

Si de verdad quiere irse, hay mejores maneras de hacer las cosas. Sin colocar a tu mujer como una presunta corrupta en todas las cabeceras internacionales, por ejemplo.

Alguien que renunció con dignidad fue Ratzinger. Bajito y en latín. Elegante y discreto. Sin dar un aviso como las madres que cuentan a la de una, a la de dos, y a la de dos y medio, para que el niño les haga caso.

Ya podría haber aprendido algo Sánchez del pontífice. 

Lo que Sánchez pretende en realidad es que la nación llore cuando él llora, celebre cuando él celebra y suspire cuando él suspira. En breve, su séquito se declarará también profundamente enamorado de Begoña

Sánchez no está reflexionando. Sánchez le ha lanzado a España un envite emocional. Ojalá España conteste a Pedro Sánchez como lo hace Petronio a Nerón antes de darse muerte: "Hay una cosa que no puedo perdonar: el aburrimiento de haber escuchado tus versos, tus canciones de segunda categoría y tus mediocres representaciones. Embrutece al pueblo, pero no lo aburras".