Hoy hace exactamente 20 años del asesinato del joven concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco. El comado terrorista que lo había secuestrado 48 horas antes cumplió su amenaza y le descerrajó dos tiros en la cabeza. Aquel crimen, que ETA planteó como un ultimátum al Estado para lograr el acercamiento de presos, generó una reacción ciudadana de rechazo a la banda y su entorno sin parangón.
Los partidos cerraron filas, millones de personas salieron a las calles a exigir el final de la violencia y ETA -que siguió matando mientras pudo- no se sobrepuso nunca al rechazo que suscitó su exhibición de crueldad y sadismo. La muerte de aquel muchacho fue el revulsivo que necesitaba la sociedad española para rebelarse contra ETA, lo que ha llevado a expertos en terrorismo y periodistas especializados a afirmar que con la vil ejecución de Miguel Ángel Blanco la banda terrorista se suicidó.
La memoria necesaria
ETA ha sido vencida, pero es importante y necesario recordar la singularidad de este crimen terrorista y sus consecuencias, más allá de la efeméride. Lo que de contribución tuvo para la toma de conciencia ciudadana y unidad frente al terror. Lo mucho que le debe en definitiva la sociedad española a aquel joven concejal del PP.
Aquel torrente de unidad cívica y política, que se dio a conocer como el espíritu de Ermua, ha parecido desvanecerse un poco. Si hace unas semanas, las corporaciones de Cádiz, Jerez, San Fernando y Bilbao impedían la colocación de placas al mártir de Ermua pretextando que no se debe “priorizar a unas víctimas sobre otras”, el lunes Manuela Carmena hacía suya esta tesis para negarle una simple pancarta en la fachada del Palacio de Cibeles.
Argumentos inconsistentes
El argumento de la alcaldesa de la capital de “no poner a unas víctimas por delante de otras” es inconsistente. Madrid se ha convertido en la ciudad de las pancartas. Los edificios oficiales son habitualmente la peana de la que, un día por el orgullo gay, otro por los refugiados de Siria, se instalan banderas o carteles. Además, la propia Carmena ha participado en conmemoraciones a personas concretas sin que nadie se haya sentido por ello agraviado o menoscabado en el reconocimiento de su condición de víctima o de héroe.
Carmena ha rectificado tarde y mal. El lunes por la tarde propuso celebrar una concentración unitaria y este martes se le ocurrió encabezar ese acto con una pancarta por Miguel Ángel Blanco y todas las víctimas de ETA en su conjunto. Sin embargo, los partidos recelan tanto entre sí que la conmemoración del 12-J en Madrid se repartirá en tres actos distintos alos que asistirán todas las formaciones. No han sido capaces de celebrar uno solo. Por contra, Bildu sí ha asistido a un único homenaje con el resto de grupos en la localidad natal de Miguel Ángel Blanco. Los dirigentes políticos actuales deben preservar el espíritu de Ermua para ganar la batalla del relato, una vez ETA claudique del todo.