La Diada pre-referéndum, la que según los separatistas tenía que ser la última celebrada dentro de España, volvió a ser multitudinaria, pero en esta ocasión con dos singularidades. Hubo más banderas estrelladas que nunca y también menor asistencia.
Según la Asamblea Nacional Catalana (ANC), principal organizador de las movilizaciones de la Diada desde 2012, salió a la calle "más de un millón de personas". Es la misma cantidad que estimó el año pasado, pero notablemente más baja que en ediciones anteriores, donde llegó a cifrar la participación en más de dos millones.
Las imágenes hablan por sí solas
Además, parece evidente que la ANC ha tratado de maquillar los números, porque asumir lo contrario significaría un grave traspié para su relato de éxito. La Delegación del Gobierno, la Guardia Urbana y entidades como Societat Civil Catalana han coincidido en contabilizar menos manifestantes que en otras ocasiones, y las imágenes del acto hablan por sí solas.
La caída de la participación es muy significativa por cuanto el órdago separatista es, a veinte días del 1-O, el del todo o nada, del ahora o nunca. Una Diada desbordante, de récord, hubiera complicado aún más las cosas al Estado. Pero también es muy revelador que cuanto mayor sesgo independentista tiene la movilización -que se ha visualizado esta vez con más esteladas y menos banderas catalanas que nunca- menor número de gente concentra.
La amenaza sigue, pero no va a más
Ahora bien, no hay que llevarse a engaño: sean 350.000 los separatistas o un millón, son cantidades a tener muy en cuenta, sobre todo porque hablamos de personas absolutamente convencidas de que habrá referéndum y de que Cataluña puede ser independiente dentro de un mes; por tanto, su grado de agitación y de frustración puede acabar generando problemas de orden público. Por ello, Interior ya ha previsto el refuerzo de la seguridad de edificios públicos con 300 agentes antidisturbios más, tal y como hoy informamos en EL ESPAÑOL.
De cualquier forma, estamos ante un desafío que va a escribirse en varios capítulos, y bien está que el primero permita al Estado y a las fuerzas constitucionalistas sentir que la amenaza, pese a la deriva institucional de los últimos días en Cataluña y los llamamientos de los líderes separatistas, no va a más. Lo cierto y verdad es que cuando ha llegado la hora y los independentistas han medido sus fuerzas en la calle han quedado en evidencia.