¿Odian las mujeres a Pablo Iglesias?
Las españolas votan igual que los hombres excepto con Pablo Iglesias, al que desde 2015 valoran mucho peor que al resto de líderes. ¿Casualidad? No parece.
Al examinar las valoraciones de los distintos líderes políticos en las encuestas previas a las elecciones de 2015, hubo un detalle que me resultó curioso: las mujeres parecían más amables que los hombres a la hora de puntuar. No era una diferencia llamativa, eran diferencias muy pequeñas, apenas décimas cuando no centésimas, pero se producía para todos los líderes ampliamente conocidos por los ciudadanos. Para todos menos para Pablo Iglesias.
¿Casualidad? No parece.
Al indagar en las nueve últimas encuestas del CIS -barómetros y estudios electorales- resulta una hipótesis razonable y sostenida en el tiempo: la norma general es que las mujeres valoran a los distintos candidatos igual o mejor que los hombres excepto a Pablo Iglesias, al que ni una sola vez se le ha podido aplicar la regla general.
La singularidad de Iglesias se refleja claramente en el gráfico adjunto. En aras de minimizar posibles efectos por composición, solo se incluyen aquellos líderes por los que se pregunta a nivel nacional y que superan el 70% de conocimiento de los ciudadanos. A la izquierda se sitúan los que son mejor valorados por hombres que por mujeres, a la derecha los que son mejor valorados por mujeres que por hombres.
El resultado es que Iglesias está a un lado y el resto a otro.
¿Podríamos explicar este aparente rechazo femenino?
Podría ser que las mujeres son más conservadoras políticamente y castigan a Iglesias como líder de un partido situado muy a la izquierda. Hay al menos dos indicios que llevan a contestar negativamente. Primero, como explicó Sílvia Clavería, las mujeres en España votan de forma similar a los hombres. Segundo, Alberto Garzón, que está tan a la izquierda como Iglesias, cumple la regla general siempre, (está en el lado derecho de la tabla), excepto en el CIS Post16’ -la concurrencia a las elecciones IU-Podemos la anunciaron Garzón e Iglesias el 11 mayo-, como se indica en el gráfico.
Si no es la ideología, ¿será el candidato? Aquí no podemos sino elucubrar. Quizá sus gestos, la agresividad de su discurso o su lenguaje no verbal sean los que disgustan a las mujeres. Tal vez sea la utilización de expresiones vulgares (“cipotudo”, “putas”), en artículos de prensa y discursos; las metáforas bélicas o comentarios poco elegantes cuando se refiere a aspectos de su vida personal o a las relaciones de otros diputados. O quizás la sensación de intransigencia que ha transmitido en los distintos intentos de pacto que han tenido lugar en el último año.
Puede clarificar las cosas el examen de la percepción que tienen las mujeres que votan a Podemos. Estos datos que serían de especial interés si tenemos en cuenta que Podemos es un partido cuyo electorado es todavía mayoritariamente masculino. Aunque, como señala Lluís Orriols, la diferencia entre el voto masculino y el femenino en Podemos parece irse reduciendo a lo largo del tiempo, sin embargo no lo hace la diferencia en la valoración del líder.
Los microdatos del CIS 3146 (barómetro de julio-16) señalan que, entre aquellos encuestados que dicen haber votado a Podemos, el 10% de las mujeres suspende a Iglesias, frente al 7% de hombres. En el resto de partidos los suspensos se reparten de forma homogénea con la salvedad de Ciudadanos donde las mujeres son más favorables a Rivera. Puede ser un caso único pero si esta tendencia se repitiese en los demás CIS, podríamos decir que hay más electoras que electores que votan a pesar de Iglesias.
¿Acaso importa esto? Al fin y al cabo las elecciones americanas han demostrado que un candidato puede declarar que agarra a las mujeres de sus partes íntimas porque es famoso y aunque las mujeres votaron más a Hillary, Trump siguió recibiendo un número importante de sufragios femeninos -54% frente 42%-. Creo que sí, puede importar, ya que en el caso norteamericano es probable que el factor decisivo haya sido el peso de las siglas: fidelidad al partido tras el candidato.
Cuando la marca del partido es potente y tiene un electorado fiel a lo largo del tiempo, la cuestión parece menos relevante. Pero si, como ocurre con los partidos nuevos, la marca está ligada estrechamente con el líder, las cosas pueden ser distintas. Podemos está a medio camino entre el partido joven que depende del líder y las siglas consolidadas que sobrevivirían sin terribles sobresaltos a su renovación, por lo que la singularidad del personaje podría tener cierto interés en el momento actual. Las dos corrientes que se enfrentan presentan liderazgos y estrategias distintas. El enfrentamiento tiene que ver, en parte, con el asunto que se trata aquí.
La pregunta que, tal vez se estén haciendo muchas mujeres que valoran negativamente a Iglesias pero votan a Podemos es trascendente: ¿sobrevivirá electoralmente Podemos sin Iglesias o se conformarán las mujeres con él para no penalizar al partido?
*** Elena Alfaro es arquitecta.