“Los socorristas que llegamos a España llegamos a vivir en pisos patera, compartiendo habitación incluso con hasta tres personas. No es gratis, nos descuentan entre 200 y 300 euros de lo que ganamos. Pero a mí nunca me han dado un recibo conforme estoy pagando un alquiler”. Lo cuenta Óscar Zañartu, socorrista peruano de 42 años que estuvo trabajando para Óscar Camps en la empresa Proactiva durante dos veranos. “Un negrero y un explotador al que ahora la sociedad tiene como un dios, pero que a mí me estuvo pagando en negro, por ponerte un ejemplo”, resume.

Óscar Zañartu no es la única víctima del que para muchos es el sector más precarizado y desconocido de España: el de los socorristas. Contratos basura, extrañas contrataciones en origen en países sudamericanos o africanos, salarios de entre tres y cuatro euros la hora, poca preparación y muchas horas de trabajo. Los convenios reguladores son casi inexistentes y los que hay no se respetan. “Tampoco hay libertad sindical. En el caso de Proactiva, cualquier amago de levantar un sindicato que no sea afín a la empresa ha sido contestado con mobbing contra los trabajadores que lo han intentado”, cuenta Salvador Zettelmann, socorrista argentino residente en Barcelona y portavoz del sindicato CGT. Zettelmann participó incluso un encierro contra Camps en el Ayuntamiento de Barcelona.

Ya hay sentencias judiciales en firme contra Óscar Camps, que ha sido denunciado por sus empleados en diferentes puntos de España. Barcelona, Alicante, Baleares… Camps los pierde porque ni siquiera se presenta a los juicios. “Tiene tan claro que está obrando fuera de la legalidad, que prefiere ahorrarse el gasto de abogados”, incide el sindicato. Pero, entretanto, su empresa sigue creciendo y expandiéndose en el litoral español.

Los puestos de vigilancia de Proactiva no son los más ergonómicos DLF

Camps es, para gran parte de la sociedad, un héroe. Pero tiene una cara oculta que hasta ahora sólo han denunciado desde el sector del socorrismo, allí donde el activista tiene su principal empresa. EL ESPAÑOL ha querido ponerle cara a estas quejas. Hablar con ellos para que expliquen su experiencia en el barco de Camps. Pero no en el Open Arms, sino en el del trabajo diario en las costas españolas. Esto es lo que nos han contado.

Egipcios e iranís

El tramo de playa entre Badalona y Sant Adrià es, para muchos, el más conflictivo del litoral catalán. Por el perfil de bañistas. Muchos llegan del barrio de La Mina y sus comportamientos son, cuanto menos, criticables. Lo confirma el socorrista, un joven procedente de Teherán. ¿Qué hace un iraní vigilando la playa de La Mina? El servicio lo presta la empresa Proactiva, propiedad del activista Óscar Camps, que ha copado todas las portadas en las últimas semanas por la última operación de su buque de rescate de migrantes Open Arms. Y este socorrista en concreto es Reza, un inmigrante rescatado por el barco de Camps en aguas griegas.

Pero lo de que el socorrista sea extranjero es una práctica muy habitual en el sector aquí en España, y no son todos rescatados en el Mediterráneo. De hecho, lo del iraní no es habitual. Pero las contrataciones en origen son constantes. El motivo es que hay países, como Argentina, Uruguay o Perú, donde la figura del socorrista está mucho más respetada y considerada que en España. Allí es un oficio con prestigio y la preparación es la adecuada para alguien que tiene que salvar personas. Aquí, en cambio, la percepción social de la figura del socorrista es la del joven adolescente que quiere sacarse unos ahorros con un trabajito de verano.

“Lo que ocurre es que la precarización progresiva del sector, provocado de forma intencionada por las empresas, están llevando a que cada vez acudan más a buscar socorristas a países más pobres. Ahora verás iranís e incluso egipcios. Gente que no va a protestar si se le paga menos y se le obliga a hacer más horas, pero que no tienen la preparación suficiente para hacer de socorristas. Nos cuenta un compañero que el año pasado tenía de compañeros a dos chicos de Egipto a los que les daba miedo meterse en el mar. Esa gente no está preparada para atender casos graves”, explica Zettelmann. Que hablando de casos graves, en lo que llevamos de verano ya se han ahogado 18 personas en las costas catalanas. Las cifras hablan de 400 ahogados al año en España. Más de una persona al día. Un problema más extendido de lo que parece.

En España hay socorristas

¿Es que en España no hay socorristas? “No es que aquí no haya socorristas. Los hay y muy buenos, pero probablemente no estén ejerciendo. Aquí es un trabajo estacional, mal pagado, mal considerado por la sociedad y con unas condiciones terribles. Hay gente muy preparada que prefiere ponerse a trabajar de otra cosa, pero que harían de socorristas si pagasen como tienen que pagar y las condiciones laborales fuesen dignas”, aclara este socorrista argentino.

Pero las condiciones no son buenas. Todo lo contrario. Las empresas de socorrismo viven de los concursos públicos. El Ayuntamiento de turno es el que tiene la obligación de velar por lo que pasa en su playa, según la obsoleta ley de costas de 1972. Pero la administración se rasca poco el bolsillo en este concepto y destina partidas muy pequeñas. Así, las empresas que quieran ganar esos concursos tienen que reventar precios. En esta tesitura, Óscar Camps ha ganado muchas de estas licitaciones. Y luego vienen los problemas.

Víctor Enríquez es otro de los socorristas críticos con Camps

Yo me hacía 310 horas al mes. ¿Tú sabes qué barbaridad es eso, carajo? 310 horas al mes en un puesto que es una silla metálica en alto con una sombrilla enganchada”, cuenta Óscar Zañartu, rememorando su etapa en Proactiva. “De esas 310 horas, en nómina solamente me pagaban 1.000 euros. El resto, todo en negro”. Esos puestos pírricos de los que habla, por cierto, son los que siguen establecidos en las playas de Proactiva como la de Badalona.

El piso patera

Zañartu, socorrista de profesión en Perú, aceptó en 2009 una oferta de trabajo que le hizo otra empresa catalana de socorrismo. Una contratación en origen. Les prometían un buen sueldo y vivienda. “Cuando llegué me metieron en un piso en Reus con otras nueve personas que habíamos llegado de Sudamérica. Sucio como no había visto en tiempo, que lo tuvimos que limpiar nosotros. En una habitación con dos literas, cuatro personas ahí sin intimidad ninguna… Un piso patera”.

Dice que no fue Camps el que hizo aquella contratación, sino Sport Salvament, una empresa de socorrismo que ya no existe pero que gestionaba Albert Calabuig, actual presidente de la AESCAT, una asociación en la que engloba a varias empresas del sector. Entre ellas se encuentra, Proactiva Serveis Aquàtics SL., la de Óscar Camps. En esa asociación también se encuentra la empresa Aunar, que es la que ha cogido el relevo de Proactiva llevando las playas de Barcelona. “Si te fijas, todo queda entre unas pocas empresas”, coinciden en señalar todos los socorristas con los que ha hablado EL ESPAÑOL.

Con Óscar Camps se fue a trabajar Zañartu después de su mala experiencia del primer verano en España. Las cosas con el patrón del Open Arms no fueron mucho mejor. “Me pusieron de socorrista de piscina en un pueblo que se llama Sant Joan de Vilatorrada, que está alejado de todo. Allí compartíamos piso 4 personas, pero me cobraban 200 euros por alquiler y tampoco me daban ningún recibo ni justificante como que yo estaba pagando un alojamiento. Y sinceramente, no creo yo que ese piso, ubicado en un pueblo como ese, cueste 800 euros al mes”, concluye. De las condiciones de trabajo, habla mal en todos los aspectos.

Óscar dejó Proactiva pero se quedó en España y en el sector. Se casó, tiene una hija y ahora trabaja “para una empresa que ha empezado hace poco en el sector y que está haciendo las cosas bien. Cumplen lo prometido, son legales y pagan lo que deben pagar. No es pedir tanto. Yo amo mi trabajo y llevo 14 años en el rubro. Pero en estas condiciones, no en las de ese explotador”.

La trampa de las horas

Óscar sigue en el sector porque el socorrismo es vocacional. No ejerce ya, en cambio, Víctor Enríquez, otro antiguo socorrista de Camps que acabó igual de descontento que el peruano. Lo tiene claro: “Camps es uno de los mayores piratas para los que yo he trabajado, y eso que el sector está lleno de piratas”, lo define. Víctor es de Barcelona y recuerda que “cuando encontré la oferta de Proactiva en Infojob y entré en la web, me dieron apariencia de empresa seria. Pero cuando me puse a trabajar con ellos, todo fueron problemas. Muchas horas, mal pagadas y sin respetar el convenio. El año anterior había trabajado de lo mismo en un camping, en el que hacía 40 horas y ganaba unos 1.200 euros al mes. Con Proactiva, haciendo más horas, cobré 800. Qué convenio es ese”.

Víctor muestra dos contratos del mismo sector para las mismas horas: el que se ajusta a convenio y el de Proactiva

Además de hacer hincapié en las malas condiciones del material con el que tenían que hacer su trabajo, Víctor subraya un detalle confirmado por los otros socorristas consultados por EL ESPAÑOL. “Hacíamos muchas horas de más, pero no nos las pagaban como extras. Eso sería lo correcto y con lo que el socorrista se sacaría algo de dinero porque se cobran más. Pero en lugar de pagarlas, las acumulaban y hacían una bolsa de horas que luego se traducía en una extensión de contrato. Es decir, que igual la piscina cerraba el 29 de septiembre, que es cuando yo dejaba de trabajar, pero como yo tenía horas acumuladas, seguía teniendo contrato hasta finales de octubre. Eso le sale mucho más barato a la empresa, porque se libra de pagar las horas extras, que son más caras. El convenio catalán en ese sentido no es malo, creo que fija el precio de la hora en 12,5 euros. Haciendo 10 horas extras al día, a final de mes serían más de 500 euros lo que tendrían que pagarnos. Pero con esto de la extensión de contrato, se lo saltaban y pagaban menos”.

Respecto a las contrataciones en origen de países cada vez más pobres, Víctor advierte. “A veces no conocen ni el idioma. Cuando se encuentren con una emergencia, a ver cómo van a avisar y comunicarse con las ambulancias”. Eso es lo que hace él ahora, conducir ambulancias. “Lo de ayudar a la gente es vocacional. La profesión de socorrista también, yo la echo muchísimo de menos y me encantaría volver a trabajar en playas. Pero no en esas condiciones. Aquí en las ambulancias al menos tengo trabajo todo el año y no tengo que encontrarme con este tipo de personajes”.

“Ponte sólo un guante”

Víctor y Óscar no son los únicos damnificados por la empresa de Óscar Camps. El sindicato CGT aportan los testimonios de otros dos extrabajadores indignados con las prácticas de Proactiva, uno en Lloret de Mar y el otro en Pineda de Mar. Ninguno ha querido identificarse, pero ambos estuvieron con Camps tres temporadas.

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, el fundado de Proactiva Open Arms, Óscar Puente, y el expresidente del Joventud, Jordi Villacampa, durante la rueda de prensa.º Efe

El primer testimonio denuncia la precariedad que se encontró en todo momento: “Teníamos que administrar al máximo hasta las gasas de cura. Las bombonas de oxígeno estaban en reserva. Las barcas de apoyo y los kayaks aparecían a principios de temporada. Pasada la revisión del Ayuntamiento, desaparecían y se los llevaban a otras playas que abrían más tarde. De más está decir que nunca regresaban”. Se queja también de los pésimos puestos de mando, de que muchos de los socorristas contratados carecían de la formación adecuada, y de que la empresa les hacía trabajar 9 horas a diario sin un día de libranza. “Al final de la temporada teníamos más de 1.600 horas. El convenio que regula el socorrismo estipula 1.752 horas por años comercial. O sea, trabajamos casi la cantidad de un año y tenemos sólo 6 pagas” clama el joven que trabajó en Lloret de Mar.

El segundo testimonio, el que trabajó en Pineda de Mar, también estuvo tres temporadas con Proactiva y explica la evolución (o mejor dicho, involución) salarial: el primer año cobró 970 euros al mes, el segundo 870 y el tercero, habiendo subido a la categoría de coordinador, 830 euros. La nómina la cobraba a mes vencido. En cuanto a los materiales sanitarios que reclamaba, “como podrían ser los guantes, nos respondían que si podíamos evitar utilizar un par de guantes por asistencia, mejor. Que nos pusiéramos guantes en una sola mano”. Parece ser que sus presiones y quejas no gustaron a la empresa; al cuarto año ya no lo contrataron: “Su pretexto es que estaban muy decepcionados conmigo”.

Caza al sindicalista

Y es que los intentos de establecer comités sindicales han sido, según dice CGT, sistemáticamente ahogados por Camps y sus hombres. En un sector tan estacional y con una masa de trabajadores precarios, ya es difícil establecer mecanismos para la organización sindical. Pero además se han encontrado con la oposición frontal de la empresa. Lo advierte el argentino Salvador Zettelmann, que advierte de que “hay falsos sindicatos, afines a la empresa. Esos son los únicos que quiere Camps, los que fueron a negociar el convenio y volvieron con uno peor que el que ya tenemos de actividades deportivas”. En esa guerra, Zettelmann enumera los problemas que han encontrado todos aquellos que han intentado poner en marcha secciones sindicales alternativas.

En El Campello (Alicante), que es una playa concedida a Proactiva, montamos una sección sindical con cinco de la zona a la que habíamos asesorado. Cuando empezó la temporada, a esas cinco personas que habían montado el sindicato no las contrataron. Llevaron el caso a los tribunales y ganaron por despido improcedente”.

“En Lloret de Mar se cargaron a los dos trabajadores que estaban liderando el movimiento sindical. Directamente no los volvieron a llamar, que para un fijo discontinuo es como un despido. Lo que sucede es que estos dos no quisieron llevar el asunto a los tribunales y la cosa se quedó ahí”.

En El Prat de Llobregat, unos socorristas jóvenes montaron una sección sindical de CGT. Los chicos acabaron renunciando a su puesto de trabajo, por la presión a la que habían sido sometidos. Insultos, agresiones verbales y hasta un empujón de un jefe. Estos tampoco quisieron denunciar”. Y como ese, hay más casos.

No denuncian

No se denuncia. Es una constante en el sector. “A menudo, el socorrista es una persona extranjera, que no tiene conocimiento judicial del país ni muchos recursos económicos. Lo que sí que tienen es miedo, porque a veces el contrato va ligado a la visa de trabajo. Si uno denuncia, al año siguiente no vas a tener posibilidades de que te vayan a contratar en España”.

Pero es que, incluso cuando se denuncia, incluso cuando se gana en los tribunales, no hay garantía de nada. Es el caso de German Coppie, un socorrista argentino que le ganó un juicio a Camps por despido improcedente. Un cese de contrato que llegó por el mismo motivo que los señalados anteriormente: liderar la sección sindical de la empresa. Germán llegó hasta el final y el magistrado ordenó su readmisión. Lo que sucede es que Proactiva dice que no tiene por qué hacerlo, ya que no tiene la licitación de la playa de Barcelona, que es donde tendría que reincorporar a Germán. La concesión ahora es de Aunar, que tampoco tiene intención de contratarlo. Así, aun habiendo ganado el juicio, Germán sigue en el limbo… y sin ser contratado.

La hipocresía

Los testimonios son inacabables. Cada uno tiene una historia que contar. Pero todos coinciden en lo mismo: “La gran hipocresía en torno a la figura de Óscar Camps. Los medios lo han puesto en un pedestal. Y nosotros queremos dejar claro que no mezclamos una cosa con la otra. Su labor rescatando a personas es encomiable. Son cosas que siempre aplaudiremos, pero rescatar a personas en el mar no significa que puedas explotar a tus empleados, pagarle sueldos basura, incumplir convenios o practicar mobbing al que levante la voz".

Zettelman subraya que "lamentamos mucho el uso que está haciendo la extrema derecha de las informaciones que hemos publicado, porque están mezclando conceptos y los están usando para su propio beneficio. Esto no tiene nada que ver con el rescate de personas en el Mediterráneo, es otra cosa. Pero es necesario denunciar nuestra situación, porque al final hablamos de vulneración de los derechos fundamentales de los trabajadores. Y este sector es duro. Tenemos compañeros con cáncer de piel por hacer su trabajo. Somos los primeros que llegamos al herido, al ahogado. El bañista tiene derecho a un buen servicio y nosotros a unas condiciones dignas”, resume Zettelman.

Lo que tienen claro es que este asunto se ha instrumentalizado políticamente. Desde la derecha se está usando para cargar contra el proyecto Open Arms, aunque sean dos cosas distintas. Denuncian esta faceta de Camps, pero ningún partido ha ido a interesarse por los socorristas. Desde la izquierda, donde tendrían que estar endemoniados ante un caso tan flagrante de vulneración de los derechos laborales en un perfil de trabajador tan desprotegido (jóvenes e inmigrantes), callan y miran hacia otro lado. Concretamente hacia el Open Arms.

“Esto es vocacional. A todos nos gusta salvar vidas. Lo que ocurre es que él lo hace con su barco y tiene categoría de héroe. Los socorristas salvamos vidas en estas playas, pero a nosotros nadie nos ayuda”, concluye Zettelmann, resumiendo el sentir de un sector entero. Dicen que Camps es héroe en el mar, pero pirata en la tierra. Y que en esta historia, los que mandan el SOS pidiendo auxilio son los socorristas.

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