Fue un intento de escenificación de un partido alrededor de su líder. El PP vendiéndose a sí mismo como la seguridad frente a "todo lo demás", el caos y la incertidumbre. En el mitin de la aparente unidad que el PP ofreció este sábado en un lujoso cigarral de Toledo, el presidente del Gobierno sólo dio las gracias personalmente a María Dolores de Cospedal. La secretaria general del partido, que se emocionó cuando escuchó que era la persona "que ha hecho lo más difícil en el momento más difícil", acaba de pasar una de las semanas más duras desde que ocupa la Secretaría General. Ella fue quien propuso el nombramiento de Arantza Quiroga como presidenta del PP vasco y a ella le tocó, sin éxito, intentar convencerla esta semana de que se quedara y no abriera otra crisis en el partido. Su figura se vendió desde un sector determinado del partido como "la gran perdedora" en el duelo vasco.
Entre el público, hubo quien entendió ese guiño de Mariano Rajoy a la expresidenta de Castilla-La Mancha como una manera de devolverle la autoridad que algunos intentan quitarle para destacar la figura de Soraya Sáenz de Santamaría, que ha optado por hacer su propia campaña. Antes de que el presidente del Gobierno cerrase un discurso donde prometió "empleo y seguridad" para la próxima legislatura, la todopoderosa vicepresidenta del Gobierno abandonó el recinto sin hacerse la foto final de familia, tan importante por lo que significaba una imagen de todo el PP unido. Rajoy y Cospedal tuvieron tiempo de conversar largo y tendido en el almuerzo posterior al que también acudieron los presidentes regionales del partido, que antes habían hecho de teloneros en el acto.
Desde Génova se había dado la orden a todos los militantes con algún cargo de responsabilidad de que acudieran a respaldar al presidente. Fueron prácticamente todos, aunque hubo notables ausencias. La aragonesa Luisa Fernanda Rudi, que alegó "motivos personales" para justificar su ausencia; el presidente del PP en Castilla y León, Juan Vicente Herrera: y su homóloga en Madrid, Esperanza Aguirre, que explicó por mensaje al propio Rajoy y a Cospedal las razones por las que enviaba a su 'número dos', Íñigo Henríquez de Luna. La ausencia de Aguirre fue eclipsada por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, la candidata que todos ven como la sucesora natural a presidir el partido en la región madrileña cuando se celebre el Congreso regional.
El PP no ve nada enfrente
Ante una sala llena a rebosar de militantes y altos cargos, Rajoy se presentó como la única persona capaz de llevar a España y su partido a la estabilidad que todos necesitan justo en el momento en el que el PP pasa sus horas más bajas. A pesar de que las encuestas le muestran como el líder peor valorado, el presidente del Gobierno no ve nada enfrente, ni en proyectos ni en programas. Él se identifica a sí mismo "con los hechos" y ve a la oposición como "la música de las viejas palabras, vacía como las manos de las que las propagan". No hay, según el PP, "ningún proyecto alternativo" al suyo. Todo, ya sea PSOE, Ciudadanos o Podemos, conlleva un riesgo. "Son eslóganes, tertulias de televisión". Por eso Rajoy se ve como el candidato que " ganará" el 20-D: "Solo hay dos caminos posibles: o seguimos en la ruta de la recuperación o lo dejamos todo tirado y nos vamos en busca de la incertidumbre como si no hubiéramos aprendido nada".
Rajoy cree que ha cumplido con creces lo que prometió en su discurso de investidura de 2011, un aval lo suficientemente fuerte como para sentirse respaldado para optar a la reelección y venderse a sí mismo como el mejor candidato que en estos momentos existe para seguir en La Moncloa. "Estoy orgulloso, como gobernante y como español", dijo un exultante presidente del Gobierno que se felicitó, sobre todo, de su gestión económica. "Lo puedo decir sin faltar a la verdad: hemos cumplido y podemos defenderlo con legítimo orgullo".
"Tenemos la obligación de decirlo"
En la media hora que duró su discurso, explicó una vez más cómo se había encontrado las arcas públicas cuando llegó al Gobierno. Y pidió a todos los presentes -alcaldes, cargos intermedios, diputados, senadores, vicesecretarios, ministros- que expliquen por todos los rincones del país qué ha pasado en España en estos cuatro años. Que lo repitan todas las veces que sean necesarias. Es la única baza que tienen para seguir en La Moncloa. "Nos hemos equivocado, ha habido cosas que no hemos podido hacer. Pero la España de ahora nada tiene que ver con la que recibimos en 2011. Y tenemos la obligación de decirlo", ordenó.
Con este acto, la cúpula del PP pretendía enterrar los fantasmas que ponen en duda día sí día también la credibilidad del presidente. Sólo hay un candidato válido para los populares. A su juicio, el mejor: Mariano Rajoy. Se escuchó en boca de uno de los preferidos para sucederle, Alberto Núñez Feijóo, que se saltó el protocolo que le dictaron desde Génova para ensalzar la figura de Rajoy: "Tenemos un candidato que es el mejor porque ha sido el mejor presidente en la España más difícil". Cospedal terminó de hilvanar el traje y lanzar un mensaje a Cristóbal Montoro y José Manuel García Margallo: "Unidos somos más fuertes y estamos mejor. Gracias, presidente".