A veces los números parecen traer implícita la tragedia
En la poesía, la rutina y hasta pueden hablar de amor -de comienzos o de finales-. Pero siempre forman parte de nuestra vida los recuerdos de cifras, fechas y contraseñas.
Ha sido así desde los tiempos en los que se utilizaba un ábaco hasta esta época digital en la que las teclas de un dispositivo o quizás la pantalla táctil se antojan la única vía para resolver una simple suma de esas que se hacían ‘de cabeza’.
¿Qué ha sido de nuestra memoria? ¿Qué ha pasado con aquellos de generaciones anteriores que dejamos pasmados a los jóvenes cuando les contamos que nos sabíamos muchos números de teléfono fijo de memoria?
[La abismal diferencia entre ver y observar]
Quienes han aprendido a leer en una tablet creen que fanfarroneamos cuando les decimos que la cosa no quedaba ahí, que teníamos memorizados los números de las matrículas de los vehículos y las fechas de los cumpleaños de las personas a las que queríamos. Voy más allá, hasta de los chicos de la clase.
Nos hacemos mayores al tiempo que avanza la revolución tecnológica. Queremos culpar solamente a la hiperinformación a la que nos someten, también a la hiperconectividad: hiper, hiper, hiper…
Quizás, olvidemos que estamos viviendo y que los años pasan, esos sí pasan en el centro de ese todo hiper, hiper, hiper... Nuestro cerebro es una máquina, algo así como un ordenador. En los primeros años de la vida es mucho más fácil almacenar los recuerdos porque la memoria está vacía o tiene una gran capacidad de almacenaje aún disponible.
Sin embargo, con el tiempo, la memoria se va llenando de pequeños archivos y empieza a estar atestada de datos que se apelmazan e incluso se solapan. Unos recuerdos interfieren en otros y recuperar la información se complica hasta el punto de no saber dónde buscarla.
Y eso que nuestra memoria es sabia. Olvidar también es un arte necesario para vivir. Pero para quienes creáis que tenéis una memoria prodigiosa y que recordáis cosas que vuestro entorno ha olvidado por completo, vuestro ego recibirá un baño al conocer la historia de la mujer que recordó más cifras de memoria, unas 70.000. Por ese esfuerzo, la incluyeron en el Libro Guinness de los Records, que quizás debiera llamarse de los ‘retos’. Menudo esfuerzo…
Siempre podréis poneros a prueba con el número de Graham, pero la vida no es un desafío único, sino la sucesión de pequeños hitos o la utilización del cerebro para vivir mejor. Pero alguien debió decirnos que memorizar datos era algo que nos hacía crecer.
El otro día me recordaba mi prima María Luisa las ‘rarezas’ que se podían intuir en mí ya desde niña. Siempre he sido de hacer más de una cosa a la vez y ella se reía al recordar que mientras toda la familia veíamos juntos una película en la televisión, como se hacía medio siglo atrás, yo a la vez cogía la guía de teléfonos y me estudiaba los números. Dice que a ella siempre le sorprendía y que me los preguntaba por apellidos y la dejaba boquiabierta al repetírselos. Hoy no creo que sepa de memoria más de 15 o 20 números.
Yo me hago mayor, eso está claro, pero ¿qué nos pasa con la memoria y por qué hemos cambiado en nuestra forma de utilizarla?