Millones de personas se enteraron de que su esposa sufría alopecia gracias al ‘numerito’ que montó el archifamoso actor cuando subió al escenario y propinó una bofetada al cómico Chris Rock, dejando a todos atónitos.
Will Smith no preguntó a su mujer si quería que la defendiera, no. Él marcó territorio, hizo gala de un obsoleto ejercicio de poder y agredió al conductor del acto. Lo hizo porque Rock, con muy mal gusto, hizo una broma sobre la cabeza rapada de la esposa de Smith, la actriz Jada Pinkett Smith. El ‘príncipe de Bel Air’, ni corto ni perezoso, se lanzó a demostrar su ‘hombría’ como se hacía antes, ‘partiendo la cara’ al que faltaba al respeto a su esposa.
Al día siguiente, en todos los continentes del planeta Tierra había alguien comentando que la mujer de Will Smith era ‘calva’.
El incidente eclipsó el resto de la ceremonia y generó indignación, debates y titulares en todo el mundo. A pesar de ganar el Óscar al mejor actor esa misma noche, Smith no se disculpó con Rock cuando intervino. Lo hizo al día siguiente por redes sociales y pidió perdón tanto al agredido como a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.
Las consecuencias para Smith fueron significativas. Renunció a su condición de miembro de la Academia y se le prohibió asistir a los eventos de la organización durante diez años. La prensa internacional jamás habría hablado de la enfermedad autoinmune de Jada si no hubiera sido por la publicidad que su esposo le hizo con ese ejercicio de narcisismo, sin calcular quién era ni dónde se encontraba.
Pero aún es peor, porque se trataba de un paripé. Hace un año, Jada Pinkett desveló que su marido y ella están separados de hecho en secreto desde hace años. Ella ha reconocido que pensó que se trataba de algo guionizado en la ceremonia.
No podía creer lo que le estaba pasando: "Pensé: 'Esto es una obra de teatro. No hay manera de que Will lo golpee. No fue hasta que Will empezó a caminar de regreso a su silla cuando me di cuenta de que no era una parodia".
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Hace unos días, Pedro Sánchez se marcó una similar. También por redes pero con una carta a todos los españoles. Hasta ese momento, los medios de otros países no se hacían eco de la querella de Manos Limpias contra Begoña Gómez.
Durante estos cinco días de ‘performance’ los titulares de la prensa extranjera se referían a una denuncia por corrupción, incluyendo siempre ‘presuntamente’ como se hace con inocentes, pero también con culpables.
Por un fin de semana, España entera pensó que Sánchez se preocupaba por alguien que no fuera él mismo. La mayoría respetó la posibilidad de que se tratara de un problema personal, no político. Así lo pensaron también muchos de sus más cercanos colaboradores.
No era así. Pedro J. Ramírez en la Carta del Director del domingo puso un ejemplo de otro momento histórico en el que un político había usado una estrategia similar. Algo parecido había pergeñado Nixon para manipular a la opinión pública cuando su prestigio y la reputación de su esposa estaban en cuestión.
Sánchez nos ha dejado boquiabiertos. Si Will Smith lo zanjó con una bofetada y un abrupto ‘¡Mantén el nombre de mi esposa fuera de tu maldita boca!’, el presidente aún no ha dado golpe alguno. Lo suyo ha sido incertidumbre ‘ambiental’ e imagen de inestabilidad, aunque ha ido más allá en lo que unos llaman advertencia y otros, amenaza.
Es un “punto y aparte”, ha dicho Sánchez. Y carga las tintas contra los medios, esos a los que llama ‘fachosfera’, contra los jueces y los políticos de la oposición. A ver qué nos toca vivir ahora. Lo único que está claro es que, vaya donde vaya, Begoña llevará la sombra de esa querella que todo indica que terminará en archivo, no por la entidad jurídica del procedimiento, sino por el hecho de que su marido haya actuado como un vocero.
A mí me parece que eso no es amor, pero será que vivo estar ‘profundamente enamorada’ de otra manera. Lo de Will Smith tampoco creo que fuera amor. Ha pasado el tiempo y permanecen las graves consecuencias en su reputación. También ha quedado claro que fue un alarde de megalomanía a la vieja usanza.
Es pronto para hablar de las consecuencias de este episodio para Pedro Sánchez. Aún estamos en el Día 1. Pero ustedes ¿qué creen?, ¿es amor o ha sido una exhibición olímpica de narcisismo?