Indignante e imperdonable. Son los dos primeros adjetivos que me vinieron a la cabeza cuando conocí el contenido de la carta que, desde Presidencia de la Generalitat, es decir, desde el despacho de Ximo Puig, se remitió hace escasos días a la Coordinadora de Ocio y Hostelería de la Comunidad Valenciana en respuesta a una solicitud presentada por esta plataforma.
Me indigna la falta de respeto que demuestra el presidente de todos los valencianos al tomarse tan a la ligera las reuniones “de carácter no oficial”, o lo que sea que hicieran, a partir de las cuales se han decidido cosas tan importantes para todos los ciudadanos de esta comunidad como los toques de queda y las restricciones de horarios. Y es que, según la misiva, en estas reuniones no se ha formalizado ni registrado la participación de ningún comité de expertos.
Particularmente imperdonable es esa falta de respeto hacia los miles de profesionales del ocio y la hostelería que llevan 18 meses sufriendo unos efectos económicos devastadores como consecuencia de las políticas restrictivas y limitadoras de la libertad individual y del ejercicio de actividad económica que han impuesto Puig y su Consell cada vez que han tenido que hacer frente a unos datos desbocados.
Y es que siempre llegan tarde en cuanto a contagios, ingresos y fallecidos. En lugar de prevenir, exigir las vacunas que nos correspondían, rastrear, hacer más pruebas diagnósticas y controlar y sancionar convenientemente los incumplimientos como botellones y fiestas ilegales, han optado una y otra vez por señalar, criminalizar, despreciar y usar de cabeza de turco al ocio nocturno y la hostelería.
Puig, Barceló, Oltra… no sabemos la opinión de quién ha pesado más, aunque nos lo podríamos imaginar, para atacar de esta forma la libertad de las personas y provocar un segundo verano desastroso para muchos negocios, trabajadores y las familias que hay detrás. Pero, también, para cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes, que, pudiendo estar disfrutando de sus vacaciones en un restaurante, una terraza o una discoteca, han tenido que encerrarse en casa a unas horas en las que lo normal sería que los niños de corta edad estuvieran aún tomándose un helado en cualquier paseo de un municipio costero. O los más mayores estarían, de no ser por ese empeño en reprimirnos y atarnos en corto, charlando a la fresca en pueblos, urbanizaciones y apartamentos a lo largo de toda la costa valenciana.
Esto en el mejor de los casos, porque todos sabemos que botellones, reuniones y fiestas en casas, pero también en playas y otros lugares, han estado a la orden del día tanto en municipios con toque de queda como sin él.
Y llegamos a mitad de agosto y con la nueva prórroga han terminado por extender estas medidas discriminatorias, injustas, infundadas y me atrevo a decir que ineficientes hasta después de las pseudo-Fallas que se celebrarán a principios de septiembre, es decir, hasta que empiece el curso escolar. Demencial. Absurdo. Desesperante para muchos autónomos y pymes. Y triste, muy triste, para la inmensa mayoría de ciudadanos.
Pero más triste aún es que tengamos un president de la Generalitat Valenciana que es capaz de reflejar en una carta, negro sobre blanco, la frivolidad, la ligereza con la que él hace y deshace en nuestras vidas, nuestros negocios y nuestro día a día, después de escuchar a unos u otros supuestos expertos. Qué más da sus nombres ¿verdad, señor Puig? Y qué más da lo que se diga o se hable en esas reuniones. Por eso no hay comité de expertos constituido y no se levanta acta de la información que allí se aporta, pero que es en la que luego, supuestamente, se basa nuestro president para obligarnos a bajar persianas, a anular reservas, a cancelar eventos y a irnos a casa.
Irresponsable, prepotente y otros adjetivos que me vienen a la cabeza.
¿Y ahora qué, señor Puig? ¿Hasta la próxima ola?