Forma parte del imaginario colectivo sobre Benidorm como su 'skyline', la playa de Levante o, más recientemente, el Intempo. La isla de Benidorm, un trozo de tierra ubicado de manera permanente en el horizonte de la costa de la capital turística, es la seña de identidad de las miles de postales que adornan los quioscos de la ciudad, un referente visual que nos indica dónde estamos de manera rápida y con precisión. Benidorm es su isla, y la isla es Benidorm.
Situada a dos millas náuticas del Puerto y con una superficie de unos 400 metros cuadrados, no se trata de una isla habitada, aunque sí está explotada turísticamente. De hecho, para los visitantes actuales esta peculiaridad del paisaje no deja de ser un atractivo más. No solo porque así se vende (la isla es visitable), sino porque cuenta con una reserva marina genuina muy apreciada por los amantes del buceo.
El interés escológico de la isla no se ciñe solo a la superficie, sino a todo el entorno marino. Muy cerca, a unos 300 metros, se encuentra el Bajo de la Llosa, una sima de más de 30 metros con unas características que propician el hábitat de especies como dentones, pulpos e incluso morenas.
Sin embargo, la isla de Benidorm es también una parte muy importante de la historia de la ciudad. En la baja Edad Media fue refugio de piratas, de los que Benidorm se defendía utilizando sus defensas en lo que hoy se denomina El Castillo. Y porteriormente, en el siglo XIX, se utilizó como refugio para varias familias de Benidorm y de la vecina La Vila que huían de sus poblaciones por una epidemia de cólera.
Una parte bastante desconocida de la denominación de la isla la cuenta la asociación Alicante Vivo. Según explica, en los archivos del Ayuntamiento de Benidorm exite un documento, firmado el 26 de mayo de 1970 por el entonces alcalde de la ciudad, Jaime Barceló, y por el presidente de la Federación de Asociaciones de Prensa de España, Lucio del Álamo.
En él se nombra a la asoicación madrina de la isla de Benidorm, "y padrinos en común a todos los periodistas de España". De ahí que también reciba el nombre de "isla de los periodistas".
Las leyendas
En el pasado mítico de Benidorm la isla tiene también una posición destacada. Son varias las leyendas que se cuentan sobre su origen. La más común -probablemente por breve- es la que hace referencia a un gigante que arrancó un trozo del Puig Campana (una montaña que corona toda la vista de Benidorm, y que se caracteriza por un hueco cuadrado) y lo lanzó al mar, tras enfadarse porque la gente del pueblo de Finestrat había rescatado a una joven de la que se había enamorado.
Esta historia es en realidad una variación de la más elaborada, y que habla de un caballero que acudió al Puig Campana en busca de un brujo que allí habitaba para encontrar un remedio que salvase a su amada. El hechicero le dijo que no había nada que hacer y que la mujer moriría al finalizar el día, por lo que el héroe, encolerizado, golpeó la montaña con su espada y arrancó un trozo, que se convirtió en la isla de Benidorm.
Este hecho permitió que el sol, tapado por el nuevo accidente geográfico, se pusiese más tarde, lo que dio más tiempo al caballero para estar con la joven. Finalmente esta falleció, pero el héroe de la historia llevó su cuerpo a la isla y desapareció con ella.
Existen muchas más versiones de este cuento, incluso con raíces históricas. Desde que fue una coz del caballo de Jaime I el que arrancó el trozo de Puig Campana, hasta que en realidad fue Roldán, caballero de Carlomagno, para ver su patria. Esta última historia originalmente se atribuía a un paso de los Pirineos, pero que podría haberse adaptado a la cultura local gracias al enorme flujo de turistas que recibe la ciudad.