Alicante

Tres de los 27 grandes terremotos que han ocurrido en España y que figuran documentados por el Instituto Geográfico Nacional han ocurrido en la provincia de Alicante. El primero, en 1048, cuando se destruyó la mezquita de Orihuela. El segundo fue el 19 de junio de 1644 y tuvo su epicentro en Muro de Alcoy, donde se destruyeron varias viviendas. Ambos figuran como de "intensidad VIII", que era la antigua medida (antes del siglo XX) para evaluar la importancia de los seísmos, aunque lo que realmente reflejaba era la cantidad de destrucción causada.

El tercer terremoto que azotó la provincia de Alicante es también el más importante, y el que está mejor documentado. Ocurrió en 21 de marzo de 1829 en la zona de Torrevieja, y afectó a otros tres municipios (Almoradí, Benejúzar y Guardamar) que tuvieron que ser completamente reedificados. La tragedia dejó 389 muertos y 377 heridos.

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Este se está registrado como de intensidad IX o X, la más alta. De hecho, el Instituto Geográfico solo tiene documentados otros dos terremotos con este nivel en España: el 1 de noviembre de 1755 en Cabo San Vicente, que produjo un tsunami de casi 15 metros de altura; y el 25 de diciembre de 1885 en Arenas del Rey (Granada), con 4.400 edificios destruidos y más de 13.000 dañados. 

¿Qué sucedió en la Vega Baja la primavera de 1829? Según las crónicas la década comprendida entre 1820 y 1830 fue uno de los de mayor actividad sísmica en la provincia de Alicante. La intensidad fue a más hasta que, entre el 13 de septiembre de 1828 y el 21 de marzo de 1929, se sucedieron unas 200 sacudidas. 

La última se registró sobre las 18:15 horas, con una magnitud estimada de 6,6 en la Escala Richter, con el epicentro en los núcleos de Benejúzar, Rojales y Torrevieja. La catástrofe dejó centenares de muertos y heridos, además de 2.965 viviendas completamente destruidas y 2.396 dañadas. También se vinieron abajo los puentes que cruzaban el río Segura en Almoradí, Benejúzar, Dolores y Guardamar. 

Además de a los municipios situados en su epicentro (que tuvieron que ser reconstruidos casi en su totalidad), el terremoto afectó también a las poblaciones de Almoradí, Algorfa, Rafal, Torrelamata, Daya Vieja, Guardamar, Dolores, Redován, San Fulgencio y San Miguel de Salinas.

Imagen antigua de Torrevieja.

De hecho, la mitad de los fallecidos fueron de Almoradí, por lo estrecho de sus calles. En este municipio cada año sus habitantes sacan a la calle a San Emigdio, que es el santo patrón de los terremotos, y rezan a la memoria de todas las víctimas.

Tras la tragedia el obispo de Orihuela, Félix Herrero, envió una misiva al rey Fernando VII solicitando millón y medio de reales y el envío urgente de cereal. Sin embargo, las cuentas abiertas para ayudar a los afectados alcanzaron la recaudación de ocho millones y medio de reales, que se utilizaron totalmente los municipios de Almoradí, Benejúzar, Guardamar y Torrevieja.

Pero la amenaza latente permaneció en el inconsciente colectivo de la población, hasta el punto de que en agosto de 2008, cuando se registró un terremoto de magnitud 3,6 en la Vega Baja, el Gobierno autonómico recibió docenas de solicitudes para sacar a San Emigdio a la calle, "y estuvo acompañado por mil personas de toda la región", según detalla el Ayuntamiento de Torrevieja.

Una advertencia

¿Es posible que vuelva a suceder algo así? Pues en principio sí, porque dos zonas de la provincia de Alicante, la de l'Alacantí y las comarcas del sur, son susceptibles de tener terremotos de intensidad 6 en la escala de Ritcher.

La observación la hizo hace un año el catedrático del departamento de Ingeniería Sísmica y Geodesia de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), Paco García, quien incidió en que, de los tres dominios geológicos de la Comunidad Valenciana, "el más propenso y más activo" es el denominado Bético, en el sur de Valencia y Alicante. 

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"Esperamos terremotos de magnitudes grandes, de 6 para arriba en la escala de Richter. Si los anteriores han sido de gran cantidad destructiva, por qué no podrían repetirse si son las mismas fallas", dijo. "Las fallas activas del cuaternario son las que preocupan".

Así, García indicó que, pese a que en general "la sismicidad en la Comunidad Valenciana es moderada o baja" y el territorio está "totalmente monitorizado con sismógrafos y acelerógrafos", la predicción de terremotos está "en pañales" porque "sí se sabe dónde ocurrirán, en las zonas donde hay más probabilidad, pero no cuándo, el día y hora".

También defendió "que se hagan estudios y planes de riesgo sísmico" y valoró que la construcción de edificios, puentes o cualquier infraestructura "se rija desde hace ya un tiempo por la norma de sismorresistencia".

Lo que descartó por completo es que la costa valenciana pueda sufrir un tsunami, porque "la magnitud de ese terremoto no va a alcanzar un sismo de 6 o 7 y tenemos una plataforma continental muy desarrollada y la profundidad es muy pequeña de 200 o 300 metros", a diferencia de lo que se da en el Golfo de Cádiz o la costa de Málaga, Ceuta, Melilla y la costa marroquí y argelina.