Alicante

Ha pasado de puntillas por la actualidad provincial, aunque tenga un profundo arraigo histórico: La Ibense Bornay, la empresa de helados más antigua de España, ha quebrado. A principios de diciembre entró en concurso de acreedores con una deuda de 12 millones de euros y sus 50 trabajadores se quedaron en la calle y sin acuerdo de indemnización.

Era la crónica de una muerte anunciada: la compañía había atravesado muchos altibajos desde los años 90 (en 2014 ya presentó concurso de acreedores), y parece que la crisis económica desencadenada primero por la Covid y después por la inflación han sido la puntilla para esta entidad centenaria. 

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La Ibense Bornay tiene en su propio nombre su origen alicantino: en primer lugar el gentilicio de donde era su fundador, Carlos Bornay (Ibi), y en segundo el apellido de la familia con la que nació y creció durante la mayor parte de su historia. La compañía, de hecho, trató de reivindicar ese pasado en la refundación de su marca en 2019, en la que incluyó el año de su fundación (1892) en su nombre.

¿Cómo se originó? Pues Carlos Bornay se desplazó a la provincia de Cádiz, donde vendía en los helados y sorbetes que elaboraba su mujer. No era una zona elegida al azar: la aristocracia española solía veranear en las cálidas playas de la Costa del Sol, y este tipo de productos podía considerarse una delicatessen de lujo. 

A partir de ahí se forjó una dinastía que empezó con uno de sus hijos, José Bornay, quien compró un pequeño negocio en Sanlúcar de Barrameda. Desde allí vendía helados en verano y repostería en invierno.

Auge y caída

El gran salto se dio en los años 60, cuando uno de los nietos del fundador, con el que compartía nombre y apellido, adquirió una planta industrial de 12.000 metros cuadrados en la localidad gaditana. Los contactos que se forjaron en el extranjero en esta época permitieron exportar el helado de La Ibense por toda Europa, lo que supuso el boom comercial definitivo para la empresa.

En los 80 lograron introducirse en el mercado estadounidense después de visitar la Fancy Food de Nueva York, donde obtuvieron el primer premio de la feria.

El primer signo de declive se dio en la siguiente década, concretamente con motivo de la Expo de Sevilla de 1992. Allí destinaron una importante cantidad de recursos a que sus helados se vendiesen en el evento de manera exclusiva, algo que no resultó rentable. Además, las exportaciones empezaron a dar un balance negativo debido al cambio de divisas, con la peseta en su punto álgido. 

La puntilla final a la antigua Ibense, sin embargo, fue la construcción de su segunda fábrica, inaugurada en Jerez en 2009. La factoría costó 17 millones, con cinco de sobrecoste, y la empresa que adquirió las antiguas instalaciones de Sanlúcar quebró en medio del proceso y solo pagó 1 de los 8 millones acordados.

Lo que siguió fue la crisis económica iniciada en 2008, con un fuerte descenso del consumo que hizo que La Ibense presentase un concurso de acreedores en el año 2014. En ese momento fue adquirida por el grupo Sainberg Investments, quienes se deshicieron de los Bornay restantes e intentaron (sin éxito) relanzar la marca. 

Finalmente, el pasado mes de diciembre se anunció que La Ibense Bornay echaría el cierre tras 130 años de historia. Pero para el recuerdo queda el sueño de un emprendedor alicantino que supo crear una compañía que ha dejado un profundo legado en el imaginario colectivo español.