La reedición por la UA de la primera biografía escrita sobre el marino, obra de su secretario Miguel Sanz, coincidiendo con el 250 aniversario de la muerte de Jorge Juan, abre nuevas vías de investigación sobre las incógnitas de una vida que la propia rectora de la institución académica, Amparo Navarro, resume en una frase: "Comprometido con su tiempo y con su patria, lo dio prácticamente todo por ella y recibió muy poco a cambio".
Una vida de "compromiso" en la que Jorge Juan lo fue todo: militar, marino, matemático, ingeniero, cartógrafo, profesor, astrónomo e incluso diplomático. Pero si bien esta obra de quien fuese su secretario durante más de dos décadas se detiene en la mayoría de estos aspectos, deja pocas referencias sobre su estancia en Londres entre 1749 y 1750 donde actuó como espía a las órdenes del rey, Fernando VI.
Jorge Juan ya era de sobra conocido en los ambientes científicos europeos. Años antes, tras una larga expedición junto a otro joven guardiamarina, Antonio de Ulloa, logró medir un grado meridiano por debajo del Ecuador, lo que permitió conocer el verdadero tamaño y la forma de la Tierra. España volvía a ponerse a la cabeza de la investigación científica frente al fracaso de Francia en plena Ilustración, impulsores originales de la aventura científica en Perú.
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Sobre su azaroso regreso hay mucha literatura. Menos se ha hablado sobre sus problemas con la Inquisición. Armando Alberola y Rosario Die, prologuistas y autores del estudio preliminar y notas de esta reedición, sí se detienen en este aspecto. Y es que Jorge Juan era declarado newtoniano y copernicano en un tiempo en que la Iglesia no aceptaba ideas tan modernas.
Tanto es así, que el propio Sanz tuvo que trabajarse la licencia del Consejo de Castilla para poder publicar de forma póstuma Estado de la Astronomía en Europa en defensa de las nuevas tesis científicas. Según Alberola, "marcaría un punto de inflexión en la ciencia española del último cuarto del siglo XVIII por su franca aceptación de las ideas imperantes fuera de nuestras fronteras que todavía eran susceptibles de ser perseguidas por la Inquisición".
¿Espía industrial?
Como era normal, en la biografía del marino escrita por su secretario apenas hay menciones a su misión secreta como espía en Inglaterra: "A finales del siguiente mes de noviembre del mismo año 48, se embarcó con ellos D. Jorge Juan para Londres, donde para cumplir sus encargos, que lo eran de suma importancia, delicadeza y riesgo, se detuvo 18 meses", tan solo escribe Sanz.
Alberola y Die, sin embargo, hablan de una "delicada y peligrosa misión de espionaje" por parte del marino alicantino "portando instrucciones secretas muy precisas junto con un código cifrado para enviar mensajes y adoptando en ocasiones una falsa identidad, logró obtener importante información técnica acerca de la organización de aquellos arsenales y de los progresos experimentados en el diseño y construcción de barcos".
Y prosiguen: "Remitió planos completos de todas las piezas de los buques ingleses así como los de una máquina para blanquear cera y otra para la draga de los puertos; se instruyó en el funcionamiento de las denominadas máquinas de fuego (máquinas de vapor); en la fabricación de velas y jarcias y de los paños británicos".
También, "adquirió matrices para tipos de imprenta, averiguó, e incluso mejoró, la fórmula del lacre; adquirió libros e instrumental científico para el Colegio Imperial de Madrid, la Academia de Guardiamarinas de Cádiz y otras instituciones".
Pero sin duda, lo más importante: "Logró contratar a varias decenas de técnicos en construcción de buques, jarcias y lonas, trasladándolos a España con sus familias". Es por eso por lo que "a su regreso de Londres -señalan los autores del estudio preliminar del libro-, a mediados de 1750, Juan fue puesto al frente de los planes diseñados por el marqués de la Ensenada tanto para renovar y modernizar la construcción naval, introduciendo los últimos avances tecnológicos, como para dirigir la construcción y reforma de los arsenales y astilleros".
Todos estos trabajos posteriores a su estancia en Londres sí que son relatados con detalle por su primer biógrafo en Ferrol, Cádiz o Cartagena. Pero las peripecias en Londres se quedan, como las de cualquier espía, en el más absoluto secreto.
O no, porque para indagar más en esta misión son varios los historiadores que se han sumergido en la correspondencia entre el marino alicantino y el marqués de la Ensenada pudiendo conocer incluso los nombres de los constructores y maestros de oficios captados para la renovación de la Marina Española. En total, se calcula que en apenas 10 años la corona construyó 65 buques modernos. Demasiados para el "enemigo" en Indias, por lo que mediante intrigas de todo tipo los ingleses lograron provocar la caída de Ensenada y con ella, la de Jorge Juan.