Aquella tarde del 28 de marzo de 1939, el destino de cerca de 3.000 republicanos provenientes de varias partes de España cambió para siempre en el Puerto de Alicante. Tras días esperando en el muelle de embarcaciones de mercancías, miles de personas lograron subir a la embarcación Stanbrook proveniente de Argelia para huir del país y de la inminente represión tras el final de la Guerra Civil española.
Una última oportunidad para entablar una vida nueva que los más de 20.000 republicanos que se quedaron en el muelle del Puerto de Alicante, no tuvieron. Tras la partida del barco mercantil en torno a las 23 de la noche del 28 de marzo a los mandos del capitán Archibald Dickson, las tropas franquistas, junto con los soldados de la División Littorio, una unidad militar italiana que reforzaba a las tropas franquistas, trasladaron a más de 15.000 personas al campo de concentración de Los Almendros, y más tarde al campo de concentración de Albatera. El resto de personas fueron trasladadas a otros lugares provisionales como el Castillo de Santa Bárbara o la Plaza de toros.
Así, el 31 de marzo, las autoridades empezaron a discutir el destino de las personas que quedaron en el Puerto de Alicante sin poder huir. El 1 de abril, mientras algunas personas prefieron suicidarse antes que ser deportadas a campos de concentración, las tropas franquistas e italianas ordenaron a las personas entregar sus armas y separaron en los entornos a la explanada de Alicante a hombres, mujeres y niños.
Las mujeres y niños fueron enviadas en su mayoría a distintas prisiones, mientras que los hombres fueron trasladados al campo de concentración de Los Almendros. Este campo improvisado de 200 metros de largo por 80 metros de ancho, fue preparado por militares italianos de la división Littorio con alambre de espino alrededor para retener a los republicanos mientras se decidía su próximo destino.
Durante los cinco días que permanecieron los miles de personas en el campo, ubicado en los entornos del actual centro comercial Plaza Mar 2, los reclusos llegaron a comer la corteza de los almendros y a comer las almendras sin madurar debido a la falta de agua y comida. Los historiadores calculan que ahí se llegaron a acumular en torno a 19.000 personas, mientras que el ejército franquista fijó la cifra de militares llevados al campo en 6.800.
Traslado al campo de concentración de Albatera
Tras unos días en condiciones inhumanas en el campo de Los Almendros, las miles de personas fueron trasladas a la estación de ferrocarril de Murcia hasta el campo de concentración de Albatera. Algunos testimonios recogen que, al viajar en vagones de mercancía, la gente estuvo almacenada durante horas sin poder casi respirar ni hacer sus necesidades. Al hacer algunas paradas como en Elche, las mujeres que se encontraban en la estación aprovechaban para dar agua y comida a los presos.
Debido a la ausencia de documentos oficiales sobre el campo, queda fundamental la participación de antiguos presos para relatar las condiciones en las que se encontraban los reclusos. Unos testimonios que, junto a los trabajos de arqueología en el campo, pudieron averiguar ciertos aspectos de este lugar y las condiciones en las que vivían los presos.
En este sentido, el arqueólogo Felipe Mejías cuenta cómo llegaban los presos al campo de concentración de Albatera. "Los presos desembarcaban de forma muy ordenada para ser posteriormente almacenados en un campo para una capacidad de 1.500 personas". Un espacio que servía de campo de trabajo durante la Segunda República Española.
Según cuenta el arqueólogo, los reclusos permanecieron en el campo hasta octubre del año 1939 en unas condiciones inhumanas, sobre todo durante las primeras cuatro semanas. Unos meses oliendo muy de cerca la muerte, durmiendo en el suelo y siendo testigos del horror de la dictadura. Pasadas tres semanas, los soldados dejaron ir a los niños, dejando la posibilidad a los mayores de 65 años de dejar el campo. Una oportunidad de libertad a la que la mayoría de ellos no se acogió debido al miedo a la represalia y a la muerte a la vuelta a su casa.
Durante los meses en los que estuvo en activo el campo, los testimonios recogen la existencia de la visita de falangistas y guardias civiles al campo. Regularmente, tenían lugar en el campo las llamadas "comisiones de los cuervos". Durante estas visitas, falangistas y agentes de la guardia civil de todo el país venían al campo para intentar reconocer a posibles presos para deportarlos a otras cárceles o ser directamente fusilados.
Así, cada día, los presos tenían que pasar, uno por uno, delante de estos soldados y militares. Algunos testimonios cuentan que muchos de ellos intentaban camuflar su cara con barro y suciedad para no ser reconocidos, por miedo a ser asesinados.
Unos testimonios que, junto a la arqueología, son de "gran necesidad" para reconstruir la historia del campo en el que acabó el destino de miles de personas que acudieron al Puerto de Alicante aquella tarde de marzo de 1939 en busca de libertad.