Gustavo cambió el Río de la Plata por el Mediterráneo y este por el mar del Norte. Este argentino del casco antiguo de Buenos Aires afincado en Alicante ha pasado casi de rebote a las cocinas de barcos noruegos que surcan olas de 15 metros y son azotados por vientos de 200 km/h en zonas que ni los vikingos se atrevían a cruzar.
El trabajo de Gustavo Ariel es uno de los más duros, no físicamente, sino en el aspecto mental. "Antes de cada embarque me preparo psicológicamente, porque los últimos días en casa son duros. Sabes que te vas y no sabes exactamente cuándo vuelves. Es un trabajo con riesgos reales", explica tras terminar los simulacros antes de un nuevo mes y medio de travesía.
La trayectoria laboral del argentino, de 43 años, no es la más común. Un viaje por trabajo, una pandemia y la relación con un cliente definieron un camino lleno de cambios y frío, mucho frío.
La claustrofobia que sintió la primera vez que entró en el barco era una sensación nueva para él tras 30 años trabajando en la hostelería en restaurantes en tierra firme.
"Vivo en Europa ininterrumpidamente desde que llegué en 2006. Estuve trabajando un año en Italia en un restaurante argentino. Luego me vine a Barcelona, donde estuve casi dos años trabajando en la venta de inmuebles. De ahí me vine para la zona de Alicante, que es donde vivo, al sur de Torrevieja", explica.
Los paisajes del norte capturados por Gustavo.
La primera vez que cruzó el charco fue para trabajar en verano unos meses, que terminaron convirtiéndose en casi 20 años. En Torrevieja encontró su sitio, con un trabajo en un restaurante de una de las zonas más turísticas de la provincia, hasta que la pandemia dio un vuelco a su vida.
Gustavo recuerda que "fue un golpe muy fuerte" por las estrictas restricciones. "Lo bueno es que me dio tiempo, como le pasó a mucha gente, para reencontrarme conmigo mismo y con mi familia".
"Si bien estaba contento con el trabajo que tenía y ganaba bien dentro de lo que cabe, me di cuenta de que no tenía tiempo para estar con mi familia. Así que decidí renunciar y escribí una carta de agradecimiento a mis compañeros, a mis jefes y a los clientes", comenta.
Actual barco donde trabaja Gustavo.
Ese giro de timón hizo que un empresario noruego, que era un fiel cliente del negocio, al leer la carta le ofreciera un trabajo en Noruega. Tras un año trabajando en un hotel de una remota población, decidió volver a España por la distancia con familia y amigos.
Pero la relación con el país nórdico no quedó ahí. El empresario le ofreció un puesto en las cocinas de otra de sus empresas, esta vez surcando uno de los mares más duros del planeta, y Gustavo se lanzó a la aventura.
De Noruega a Rusia
Desde entonces, lleva casi dos años pasando entre cinco y seis semanas en el barco y otras seis semanas en Torrevieja. "Me subo al barco, zarpamos y hasta dentro de ese tiempo no volvemos a tocar tierra. Pescamos en varias zonas: el mar de Noruega, el mar de Barents, el mar del Norte, desde Escocia hasta las Islas Feroe o Rusia, incluso hasta el paralelo 85. Las condiciones son difíciles, con mucho frío y oleaje".
Auroras boreales vistas desde su barco.
Su barco tiene 45 metros de eslora y está dedicado sobre todo a la pesca con anzuelos de bacalao y fletán atlántico. Los pescadores son "vikingos" que trabajan en turnos de 12 horas con vientos huracanados.
Una de las bases de la compañía está en la zona más conflictiva de la costa de Noruega para navegar, porque es donde se juntan el mar del Norte y el mar de Noruega.
"Es una zona de poca profundidad y suelo rocoso, con muchas características que hacen que el sitio sea innavegable, a tal punto que en la época de los vikingos, cuando la situación estaba así, lo que hacían era esperar, recoger los barcos y cruzar con ellos por encima de las montañas para llegar al otro lado de la península y evitar el agua", destaca.
Trabaja en periodos de seis semanas.
El argentino acaba de embarcar y le espera un mes y medio para disfrutar de las templadas temperaturas de Torrevieja. Al llegar, ha tenido que realizar múltiples simulacros, pues pescar en esas condiciones no es seguro ni para los barcos más resistentes y tienen que prepararse para cualquier emergencia.
Uno de los naufragios más recientes fue el del barco pesquero gallego Argos Georgia, que naufragó el pasado julio en las Islas Malvinas, dejando nueve fallecidos, dos de ellos españoles.
Cocina
En cuanto a la cocina, intenta adaptar los platos a la tripulación, que es noruega en su mayoría. "Hago platos tradicionales noruegos, pero también españoles y argentinos. Somos 14 personas y organizo desayuno, comida y cena. Es un trabajo exigente porque aquí se trabaja 24 horas al día y no puedes volver si se te ha olvidado algún alimento", resalta.
Entre sus especialidades se encuentran las milanesas, las lasañas y las pizzas caseras y, como no podía ser de otra manera, los pescados, si bien asegura que aún le queda lanzarse a hacer el arroz alicantino.