No exagera para nada mi amigo y compañero José Manuel García Margallo, ‘eurólogo’ convencido y exministro español de Asuntos Exteriores, cuando proclama que el proyecto social, económico y político que hoy conocemos como Unión Europea representa ‘la hazaña europea más grande desde los tiempos del Imperio Romano’.
Y ahora que desgraciadamente nos asola una terrible pandemia, que se ha cobrado en nuestro continente cientos de miles de vidas, de empleos, de sueños…, esa hazaña construida entre todos y por todos, vuelve a presentarse, como ya lo hizo durante el siglo XX, como parte de la solución a las crisis y retos que tenemos por delante.
Vivimos momentos complejos en este ‘tesoro europeo’. Frente a los nacionalismos, los extremismos, las dudas y el malestar social derivado del tremendo impacto económico provocado por la irrupción del covid-19, Europa y su modelo de convivencia son más necesarios que nunca.
Es cierto que la gestión del masivo proceso de vacunación en nuestros países y que ha sido coordinado por las instituciones comunitarias no fue al principio todo lo eficiente que debería haber sido.
También es verdad que estos problemas han podido generar más euroescepticismo en cuanto al funcionamiento de nuestro espacio común justo en un momento crucial de nuestra historia.
No obstante, renegar de Europa, precisamente ahora, resulta tan injusto como contraproducente. Porque la ansiada recuperación postpandemia pasa de forma inexorable por Europa, y por su sensibilidad con la situación de sus familias y empresas. Y aquí, los Fondos de Recuperación Europeos, serán fundamentales para apuntalar esta reactivación y sentar las bases de un crecimiento más verde, digital y sostenible. O lo que es lo mismo: más competitivo, más sano y eficiente.
Europa puede tener en España a su socio más fiable del sur. Para ello, será obligatorio emprender una serie de reformas estructurales que nos hagan acreedores sin dudas ni fisuras de las necesarias ayudas europeas. No tengamos miedo. En anteriores ocasiones hemos demostrado que somos capaces de cambiar lo necesario para seguir progresando. Hagámoslo de nuevo.
En este sentido, los ayuntamientos no podemos quedarnos al margen. Los municipios tenemos mucho que decir en esta cuestión. Por ello, desde el Ayuntamiento de Alicante, defendemos, desde la responsabilidad y la convicción, una mayor capacidad de gestión de los Fondos de Recuperación Europeos por parte de los entes locales.
Por poner cifras a esta reivindicación, las administraciones locales -ayuntamientos, diputaciones y cabildos insulares- tienen suficiente capacidad para gestionar unos 20.000 millones de euros procedentes de estos fondos para la lucha contra los efectos del covid-19, un 14,6% del total, en lugar del 1% asignado por el Gobierno, que se queda en 1.486 millones de euros.
Esta cifra de 20.000 millones equivale al porcentaje de gasto público que representan las entidades locales dentro del gasto público de la nación. Sólo desde el Ayuntamiento de Alicante hemos presentado proyectos, susceptibles de ser beneficiados de estos fondos comunitarios, por un importe de 120 millones de euros.
No pedimos esto por capricho o por un mero afán de protagonismo, sino porque podemos hacerlo con eficacia y buenos resultados. No en vano, las entidades locales, desde la irrupción de la pandemia, han puesto en marcha muchísimas iniciativas y medidas para contener la expansión de la enfermedad, para proteger a su población del virus y apoyar a los ciudadanos más vulnerables, siendo pioneras en implantar programas y ayudas para paliar los efectos de la crisis sanitaria, social y económica desatada.
Ahora, con la llegada de los Fondos de Recuperación Europeos, los ayuntamientos podemos volver a certificar que somos fiables. Cuenten con nosotros. Estamos preparados. La cogobernanza y la descentralización se demuestran como el movimiento, andando.
Es un lugar común hablar, casi desde la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, de la distancia existente entre las instituciones comunitarias y los ciudadanos, como si Bruselas fuera únicamente un cascarón gris y lluvioso repleto de burócratas que obvian desde su torre de marfil el día a día de familias y empresas.
En Alicante tenemos la inmensa suerte de haber comprobado que esto no es así. Más bien lo contrario. La presencia en nuestra ciudad desde 1994 de la EUIPO, la Oficina de la Propiedad Intelectual de la Unión Europea, es el mayor ejemplo de la cercanía, integración y colaboración entre las instituciones continentales y sus territorios, sus ciudadanos y sus empresas.
La EUIPO, tal como la conocemos hoy en día, fue el resultado del consenso y la implicación de aquella Europa que parecía tan lejana, y las administraciones nacional, regional y local.
Esta misma cercanía y compromiso es lo que vamos a necesitar ahora y en los próximos años, para reforzar la idea de una Europa unida, sólida, sensible y comprometida con sus territorios, sus ciudadanos, sus familias y sus empresas en una coyuntura histórica clave. La reacción colectiva e institucional a la crisis pandémica ha sido más que buena.
No dejemos que los sectarismos y los prejuicios lastren la recuperación y el futuro de la hazaña europea, que tanto costó conseguir.
No hay un euro, ni un solo proyecto, cuya ejecución no recaiga en territorio municipal por la sencilla razón de que solo el Gobierno de España y los municipios abarcan todos y cada uno de los rincones del país.