María, Verónica y Valeria están ayudando a las víctimas de la DANA en la provincia de Valencia repartiendo alimentos con un carro.

María, Verónica y Valeria están ayudando a las víctimas de la DANA en la provincia de Valencia repartiendo alimentos con un carro.

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María y Verónica, en la primera línea de ayuda por la DANA de Valencia: "Hay órdenes que no hace falta cumplir"

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La tragedia de la DANA en la provincia de Valencia está dejando una sucesión de imágenes impactantes que van abriendo preguntas sobre cómo se está abordando. Y ahí están en primera línea voluntarias desde Alicante como María, Verónica y Valeria. "Hay órdenes que no hace falta cumplir", resalta la primera.

Las tres mujeres están unidas por las Hogueras, en la veterana barraca Pica i Vola, pero ahora se enfrentan al drama de las víctimas. "Un compañero nuestro de la barraca, Manolo Samper, manda un vídeo de Instagram de un chico de Paiporta que vive aquí en Alicante y que estaba pidiendo ayuda para mandar", cuenta Verónica Hernández, la presidenta.

Aquel testimonio despertó la voluntad del grupo: "Como festeros que somos, somos hermanos de todos los valencianos; deberíamos hacer algo". Y así, tras hablar con el tesorero, pidió una pequeña parte del presupuesto que luego ampliaron para hacer las compras de los diferentes productos que han llevado. 

La gestión de la ayuda de los miles de voluntarios ha sido otro de los retos ante la catástrofe. De hecho, el viernes 1 la Generalitat pidió que "que no se desplacen a las zonas afectadas porque se están colapsando las vías de acceso y los servicios de emergencia no pueden acceder". 

Aún así fueron muchos los que se la saltaron al ver la necesidad que estaba pasando la gente. Y por eso la Generalitat ha ido imponiendo restricciones en la circulación de vehículos particulares para las poblaciones afectadas.

Si hubieran cumplido esas restricciones, la ayuda que han llevado desde Alicante no se habría repartido. "Llegamos a Albal, descargamos en el almacén general que tienen allí a la salida del pueblo, no tuvimos problema. Hubo gente que nos contó que sí que tuvo", cuenta María Navarro, "los propios de Albal nos dijeron que dando la vuelta por otro lado, podíamos esquivarlos y llegamos".

En el gimnasio del colegio, donde se repartía la comida y productos, el domingo atendían a la "cola de gente para pedir comida, que a mí se me partía el alma", prosigue Navarro. En el polideportivo, "estaban cocinando con leña, porque no hay butano".

Después de eso, a limpiar. Y entre palada y palada en el barro, historias desgarradoras mientras vio cómo recuperaban cuerpos. Esa escena que recuerda vívidamente representa la dimensión de un suceso que ya suma más de dos centenares de fallecidos.

Así se lo contó el hombre que la ayudaba a recuperar su zapato porque, como explica Navarro, el fango que todo lo inunda "hace ventosa" y se pegan los zapatos de tal forma que las suelas se rompen: "¿No salen en la televisión diciendo que de un garaje no han sacado ningún cuerpo?, dice, ¡30!, entre ellos mi hijo".

El lunes y martes, las que estuvieron en Algemesí fueron Verónica y Valeria, donde se encontraron casos como una mujer que, con dificultades de movilidad, "estaba inmóvil en un sexto piso, sin ascensor, sin luz, sin agua".

La necesaria ayuda

"Si no hay voluntarios que le den de comer, esa señora se muere. No había nadie que se encargara de gestionar aquello", lamenta Navarro. Este jueves volverá a subir allí, previsiblemente a esta última localidad en la Ribera Alta, donde espera que la situación haya mejorado.

Y es que el despliegue de ayuda ha aumentado, pero no de forma uniforme. "Obviamente, las zonas principales, sí; las avenidas grandes principales son las primeras que se han limpiado para poder llegar", detalla Navarro antes de contraponerlo a las zonas más apartadas o calles más estrechas.

"Los vecinos no pueden ni siquiera sacar sus cosas a la calle porque no hay hueco, no hay hueco porque tienen seis coches en la misma acera", describe. "Esa gente no puede ni salir, ni puede entrar nadie a ayudar. Ha habido voluntarios que subiéndose encima de los coches apilados, por el balcón les han podido pasar comida, porque llevaban cuatro días con lo que tuvieran en casa".

"Tengo alguna queja, porque por mucho que yo tenga que cumplir órdenes, hay órdenes que no hace falta cumplir. Yo, por ejemplo, soy sanitaria y no tengo que ver a una persona sangrando en el suelo y decirle si me vas a pedir ayuda si no, paso de largo. Yo tengo que actuar, me pida o no me pide ayuda, es mi obligación", concluye.