Alicante

¿Quieres que te cuente un cuento? Esta invitación a pasar unos momentos de sorpresa, miedo o risas sirve también para descubrir que, más allá de monstruos y personajes heroicos, se refleja una sociedad y sus valores. En la riqueza de las leyendas en Alicante es habitual encontrar a las brujas. Y como explica el experto en folclore Vicent Vidal, en las montañas y pueblos sus historias también van más allá de gorros puntiagudos y caras verdes.

"Tenemos la imagen de la bruja pasada por la fantasía de las películas americanas", razona Vidal. De ahí que pida que se haga un esfuerzo para imaginar a "nuestras brujas, que son personas normales, con un poder sobre las fuerzas de la naturaleza". Adiós entonces a la bola de cristal, la lechuza y el gorro. Eso sí, "tenemos brujas con escobas, pero unido a otras cosas, como las hierbas alucinógenas".

Las tradiciones alicantinas donde aparecen estas mujeres se encuadran en una mirada general en la que se las llama así a quienes "se piensa que tienen una relación con el mal porque hacen actividades que no están reguladas oficialmente". Como señala el teórico, en una sociedad donde las instituciones estaban controladas por hombres, si alguien se movía fuera del ámbito de estos organismos significaba que se desconocía lo que hacían. Los saberes alternativos que pudieran tener apuntaban a algo peor en una sociedad religiosa, tener un pacto con el diablo.

"Cuando las llaman brujas es que están pactando con el diablo, blasfemando. Y ese era un insulto muy fuerte porque vas contra Dios", recuerda Vidal. En un país donde la Inquisición no desaparece hasta inicios del siglo XIX, este tipo de acusaciones significaba que te podían perseguir por ello. "Tenemos que pensar en una tradición muy fuertemente católica", indica. Y en ella, "la forma de deshacerse de una mujer que te cae mal es decir que blasfema o usa poderes que no le corresponden".

La que no quería limpiar la casa

En esta primera rondalla, L'albarder de Cocentaina tiene como protagonista a un solterón. Un hombre que buscaba esposa y que no encontraba ninguna de su gusto entre las de esta localidad. Y así vivió hasta que en una feria, que podría ser la de Tots Sants, conoce a una forastera muy guapa e interesante con la que acabará casándose. Y ahí, donde muchos cuentos acaban, empieza este que recogió Enric Valor.

El protagonista descubre que a su esposa no le gusta realizar las tareas domésticas. ¿Cómo podía ser eso?, se preguntaba. Además, durante el día siempre se encontraba cansada. Una noche se despierta y se encuentra con que ella no está en la cama. Así es como descubre que cada noche se va del lecho de matrimonio al salón donde se desnuda, unta su cuerpo con una pomada y, escoba en mano, sale volando por la ventana después de decir: "Ni creo en Dios ni en la madre de Dios".

En esta historia, el protagonista espera a la noche siguiente para sorprender a su mujer antes de que desaparezca por la ventana. ¿Y qué sucede? Ella le pide que la acompañe, renegando también de sus creencias y realizando ese mismo ritual de desnudarse y untarse con hierbas. Gracias al poder satánico, vuelan por las montañas hasta llegar a una masía entre Ibi y Alcoy donde se reúnen con otros brujos y brujas.

El aquelarre de este cuento tiene poco de diabólico y mucho de gastronómico. La preocupación de estos brujos y brujas que se reúnen de noche, desnudos y recubiertos de pomada, no es otra que preparar una paella. Pero, ay, les falta sal. ¿Quién la traerá? Por suerte, llega una última bruja con este imprescindible ingrediente. "¡Gracias a Dios!", exclama el protagonista. Y con esa involuntaria invocación espanta a todos. Este hombre acabará esa noche perdido y desorientado en el campo, hasta que al día siguiente vuelve a su hogar, donde ya no encontrará a la que fue su mujer. 

De todas las historias populares de Alicante, Vidal considera esta el mejor ejemplo de la voluntad de representar a la mujer como una invitación al peligro. Y más "una mujer que no se ciñe a los papeles tradicionales, quería ser libre e independiente".

Poder incontrolado

El siguiente ejemplo que propone Vidal se comparte con variaciones entre diversas poblaciones, como Altea y Tabarca, según recoge otro folclorista, Francesc Martínez. El pescador que protagoniza el relato sospecha que alguien usa su barca por las noches, así que decide esconderse para ver qué sucede. Así descubre a tres mujeres que suben en ella para salir, literalmente, volando. ¿Cuál es su propósito? Cruzar el océano hasta llegar a la costa americana, donde pasan el resto del día hasta que les toca volver a casa.

Este marinero, que se ha mantenido escondido entre los enseres de la barca, lo cuenta a sus vecinos al día siguiente, pero nadie le cree. En las versiones alicantinas, la historia terminará con un nuevo vuelo hacia el nuevo mundo, del que esta vez regresará con la rama de un árbol exótico para probar que su increíble historia es real. En la versión catalana, apunta Vidal, el hombre está casado con una de las tres mujeres y al descubrir lo que hace le pegará para que no lo vuelva a repetir.

El castigo de la magia

Vidal vuelve a Valor para cerrar esta propuesta de brujas alicantinas. En esta rondalla, un cheposo descubre en un paseo por las afueras de La Vall d'Alcalà el aquelarre que forman tres brujas cantando con una cabra. En lugar de huir, se queda escuchando su canción. "Lunes, martes, miércoles, tres", repiten sin parar. Y, atrapado por la melodía y el momento, decide entrar cantando "jueves, viernes, sábado, seis".

La sorprendente intervención agrada a las brujas allí congregadas, que le premian quitándole la chepa. Al día siguiente, sus vecinos se sorprenden al descubrir que la prominente chepa ha desaparecido de la noche a la mañana y, de todos ellos, uno tendrá especial interés por saber cómo lo ha hecho. Este amigo, también cheposo, le pregunta qué es lo que ha pasado, a lo cual le responde con la fantástica historia.

¿Y si hiciera yo lo mismo me la quitarían también?, se pregunta el amigo cheposo. Así que esa misma noche busca el aquelarre y se encuentra a las brujas. Esta vez celebran su encuentro incluyendo la frase que habían aprendido, así que no podía repetirse. Eso le obliga a improvisar una nueva solución. Y en él entra cantando "y domingo, siete". Al oír el conocido en la Biblia como el día del Señor, las brujas se enfadan y se marchan, no sin antes castigar al desdichado protagonista con una nueva chepa.

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