Alicante

La playa de Madrid es Alicante. Así se popularizó en el siglo XIX un lema que servía como primera gran promoción turística de la provincia en la capital de España. Y en esa historia la clave está en la pionera conexión por tren que se estableció entre las dos ciudades.

"Alicante es de julio a septiembre, un barrio de Madrid". Así lo escribió el periodista Ramiro Mestre Martínez en La Correspondencia de España promocionando lo que sería su servicio como turoperador encargado de atraer centenares de madrileños a las playas.

Y eso fue posible gracias a uno de las grandes infraestructuras que había desarrollado el Estado en la revolución tecnológica de mediados del XIX: la extensión del ferrocarril. El 26 de mayo de 1858 llegaba la reina Isabel II a Alicante con el primer tren que conectaba la capital con el mar Mediterráneo

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"De ahí que se conociera Alicante por el puerto y la playa de Madrid", explicaba el historiador Joaquín Santo en una exposición anterior del Archivo Municipal de Alicante a propósito de ese hito en las comunicaciones. Y ese, como señalaba, fue un punto de inflexión en la relación de ambas ciudades: "Eso propició que desde entonces fueran muchísimos los madrileños que vinieran a tomar las aguas a Alicante".

Una exposición en los ventanales del Archivo Municipal de Alicante lo sigue recordando en la actualidad al recoger las fotografías en la prensa local de principios del siglo XX. En menos de cinco décadas ya se había convertido esa conexión ferroviaria en una forma de huir del calor de la meseta para disfrutar de otras temperaturas y formas de ocio.

Mestre Martínez lo supo aprovechar "organizando unos viajes populares, económicos, para que las clases más desfavorecidas pudieran conocer el mar y bañarse". Así lo hizo entre 1893 y 1917 con los que se conocieron como trenes botijo, una expresión que el mismo periodista alentaba. Pero ¿qué quería decir con ello? Estas vasijas de barro eran una forma de sobrellevar el calor en un largo trayecto por tren en los días más calurosos del año.

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La estampa del tren cargado de pasajeros y los botijos asomando por las ventanas mientras recorría los campos de la meseta era tan llamativa como la llegada de los pasajeros a la estación con ellos. Así que Mestre Martínez, claramente atento a lo que ahora serían tendencias comunicativas, lo bautizó como la orden botijil, "en plan de guasa" y así se refería a ella en sus artículos para referirse a la comunidad de fervorosos turistas.

Esos viajes, remarcaba Santo, sirvieron para "popularizar entre las clases más humildes Alicante como destino turístico" en un tiempo en que fue pionera en la conexión ferroviaria, no como pasaría siglo y medio después con la alta velocidad. Y el Ayuntamiento rápidamente premió al periodista turoperador convirtiéndolo en hijo adoptivo en 1898 y bautizando una calle, luego desaparecida, con su nombre cerca de la actual plaza de San Cristóbal.

Aquella tendencia se fue manteniendo a lo largo del tiempo, como recogen las fotos de la prensa en décadas posteriores que presenta ahora el Archivo Municipal. De hecho, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, los turistas madrileños representan el 27,6 % de los viajeros que llegan a la provincia, por detrás de los valencianos.

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