El horror del estalinismo es el protagonista de lo nuevo de Pablo Auladell, Lubianka. Con ella vuelve a formar equipo con Felipe Hernández Cava para analizar "cómo es posible que el mal anide en los grandes ideales". Este jueves los dos ganadores del Premio Nacional de Cómic se reunirán en la librería Pynchon de la ciudad de Alicante para presentarlo.
Ocupado en la preparación de su próximo proyecto, Auladell hace una pausa para avanzar las claves de este proyecto editado con Norma Editorial. Y la primera de ellas le lleva 15 años atrás, hasta la desaparecida Ediciones de Ponent que unió a ambos creadores por primera vez con Soy mi sueño.
"Felipe Hernández Cava es uno de nuestros mejores guionistas, uno de mis maestros y faro absoluto en la profesión", valora el dibujante alicantino. La historia de un piloto de la Luftwaffe les unió por primera vez con grandes resultados. A través de sus páginas planteaban el dilema de lo que supone encontrarse en según qué lado de la historia porque "tú a los tuyos los consideras buenos".
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La prematura muerte en 2016 del fundador de Ediciones de Ponent, Paco Camarasa, les unió de nuevo en un acto homenaje. Y la conversación informal sobre el tiempo transcurrido respecto a su anterior colaboración les dio pie a retomarla otra vez. "¿Te parece si nos embarcamos en otra historia?", recuerda Auladell que le propuso su compañero.
Un azaroso proceso se dilató en el tiempo más de lo esperado para pasar de los nazis a 1934 y las primeras purgas que aplicó Josef Stalin en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Eso les ha llevado a conocer Lubianka, como explica Auladell, "era un antiguo edificio en la época del zar", razona, que pasó a ser de la compañía de seguros de todas las Rusias. Y "después de la revolución se convierte en una sórdida prisión de torturas y extorsiones".
"Lubianka se empezó a conocer como la cárcel de los poetas porque hay varios poetas e intelectuales famosos que acabaron ahí". Ese es el escenario en el que chocan sus protagonistas ficticios: un escritor que cae en desgracia y un suboficial que antes había probado fortuna en las letras con mediocres resultados.
El objetivo del trabajo de Auladell y Hernández Cava era señalar que en estos momentos históricos, sobre todo en guerras civiles y estos enfrentamientos entre vecinos, hay quien los aprovecha para saldar cuentas". La envidia del responsable político frente al autor se acrecienta porque su trayectoria es "un espejo donde él ve su propia mediocridad".
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Un conflicto que presentan de forma "muy teatral" al usar pocos personajes y que se mueven en lugares claustrofóbicos". Como en su Soy mi sueño y el piloto de la Luftwaffe que "tiene aún en la cabeza los grandes ideales de defender a su patria" cuando "está viendo el horror de hecho" ya que "esos grandes ideales están escondiendo grandes atrocidades".