Alicante

Miguel Hernández murió en 1942 y aunque su obra le hace vivir en los corazones de muchos, durante décadas lo hizo mutilada por la censura. Ahora, por primera vez, un estudio hecho en Orihuela analiza de forma completa los estragos sufridos palabra a palabra, verso a verso.

Aitor Larrabide, director de la fundación Miguel Hernández, se ha encargado de este estudio con Juan José Sánchez Balaguer que publica el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y que se presentará próximamente. "Fue uno de los poetas que sufrió mayor censura en toda España", lamenta el autor sobre esas décadas de persecución en el franquismo.

A través de las 510 páginas, en las que ha contado con la colaboración de Nerea Pérez Rubio, recogen todos los expedientes de censura que afectaron a su creación y su difusión. Así, detalla que son 60 ediciones de la obra poética, 6 de la teatral, 10 de las representaciones teatrales de obras suyas, 9 recitales, 71 grabaciones fonográficas de poemas y 20 textos no radiables. A eso se añaden actos públicos prohibidos tras su muerte entre 1967 y 1976 más y trece monografías. Eso, como apunta, incluye el disco de Joan Manuel Serrat de 1972. 

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¿Por qué esa perseverancia en la persecución? "Miguel Hernández no solamente era para los censores lógicamente un poeta, sino una persona que tenía unas motivaciones y unas vinculaciones políticas muy claras, sobre todo con elementos del antifranquismo", recuerda Larrabide.

Y precisamente el intentar ocultar sus palabras, generó más curiosidad. "Los censores, sobre todo en los cincuenta y principios de los sesenta, fueron muy torpes", razona, ya que "era dar más publicidad a lo que estaba prohibido, que parece que siempre nos interesa más". Así, se le consideraba "en el mundo universitario un autor de referencia" y "los intelectuales lo utilizaban como ariete contra Franco".

¿Y en qué se centraban de su obra para ocultarlo? "Cualquier elemento que tuviera connotaciones políticas, de exaltación del comunismo, de la República, pero también connotaciones que, por ejemplo, que fueran anticapitalistas, como en las obras de teatro, y de todo lo que pudiera a la Iglesia también, por supuesto, y elementos de contenido sexual, cualquier cosa referida al sexo, fueron básicamente las que más se fijaba la censura para utilizar el lápiz rojo", detalla.

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Larrabide, que adelanta para EL ESPAÑOL lo que supone este extenso volumen, reconoce que con lo que más se ha sorprendido "es cómo la censura se fue adaptando también al tiempo histórico". "Por ejemplo, en los primeros cincuenta y sesenta la censura fue muy dura, muy tajante, y ya a partir de los años setenta es un poco más relajada hasta que llega ya a los años 75 y 76, en los que apenas sigue funcionando".

Repasar la censura es también contar la forma en que se presentaba su obra, una razón por la que destaca la importancia del que define como primer estudio global sobre esta materia en su obra. Y por eso valora "el cómo también los editores y los autores de las monografías supieron sortear la censura y fueron lo suficientemente inteligentes como para, dentro de los límites que la censura imponía, sacar a la luz la obra". De esa forma, apunta, "ya a finales de los sesenta era un autor muy reconocido y muy popular por las ediciones de bolsillo que se estaban publicando".

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