"¿Cuándo salen los payasos?", preguntan los niños al comienzo del espectáculo In art we trust del Circo Raluy, abierto hasta el 10 de marzo en la calle Doctor Rico de Alicante. Y es que la mayor parte de los artistas del espectáculo de dos horas son payasos a la vez payasos, magos, equilibristas o trapecistas.
A veces es difícil para los más pequeños distinguir los roles clásicos de un circo que rescata la tradición para traerla al siglo XXI, pero el resultado no puede ser más mágico ya que envuelve a toda la familia en el ambiente de un show con el que los padres pueden identificarse como cuando eran niños en los 80 o los 90.
Los alicantinos apenas cuentan con un mes en la ciudad para descubrir bajo una carpa tradicional, rodeada de carromatos y camiones de época, un espectáculo moderno que ha ido evolucionando con las distintas generaciones de los Raluy, una familia que ya es parte de la historia del circo tanto en España como en el resto del mundo durante sus casi 100 años de historia.
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El Circo Raluy Legacy no tiene nada que ver con las grandes producciones que triunfan a modo de franquicia. Se trata de un espectáculo más íntimo, en una carpa pequeña, con las sillas de tijera de toda la vida vestidas para dar sensación de lujo de época. Y lo mismo ocurre con cada uno de las actuaciones, bien interpretadas sin necesidad de grandes efectos especiales.
Circo y museo con galardones como Premio Nacional de Circo o el Premio Max, actualmente está dirigido por dos mujeres, Louisa y Kerry Raluy, hijas de Luis Raluy, a quienes les corresponde ahora liderar a una familia de artistas con seis generaciones.
“No es solo un espectáculo de circo, combina muchas técnicas donde se encuentran diferentes mundos y disciplinas. Nos hemos dejado a piel y el corazón en este nuevo espectáculo donde cada número es una obra de arte por sí mismo. Hemos reunido el mejor equipo para ofrecer el mejor circo” explicó ayer Kerry Raluy poco antes de la gala inaugural.
Los números van sucediéndose uno tras otro, envueltos en la atmósfera especial del circo de siempre, mientras los payasos reclaman la atención del público sobre las gradas y los asistentes despliegan en una pista a oscuras las máquinas necesarias para las acrobacias.
Sobre ellas destacan los más jóvenes de la familia, Benicio y Charmelle, trapecistas de elite con apenas 15 y 16 años de edad que son el futuro de un espectáculo de más de 20 artistas. Hasta llegar al número final, La Rueda de la Muerte, sobre la que dos jóvenes (Flyers Valencia) sorprenden al público con una de las maniobras más arriesgadas del circo, un salto mortal hacia atrás sobre una rueda a toda velocidad a 11 metros de altura. No podía haber un mejor final.