Alicante

La reciente polémica a raíz de una "rebelión" de las monjas clarisas de Belorado y Orduña en Burgos, ha sacudido también la memoria de Alicante, donde esa misma congregación tuvo que dejar el Monasterio de la Santa Faz hace cinco años por una directiva del Vaticano. Nada que ver con los sucesos en Castilla y León, donde se han juntado varios hechos, incluida otra directriz papal diferente, con una compraventa y la supuesta obediencia a un obispo hereje. 

Si ahora en Burgos la orden papal se refiere a la elección obligatoria a finales de mes de una nueva abadesa, en el caso de las Clarisas de la Alicante tuvieron que obedecer la norma de abandonar cualquier monasterio en el que quedasen menos de cinco miembros de la congregación, para retirarse a otras comunidades religiosas.

La escasez de vocaciones, la avanzada edad de las hermanas y las disposiciones de la denominada instrucción "Cor Orans", que estableció un mínimo de miembros en las comunidades de vida contemplativa para poder mantener activa una comunidad, terminaron por desalojar a las clarisas alicantinas.

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El problema era que las monjas alicantinas custodiaban desde hacía 500 años una de las reliquias más importantes de la Iglesia Católica, la Verónica o Santa Faz que la tradición considera que cubrió la cara de Cristo. Sin una comunidad religiosa, ¿quién iba a proteger la reliquia?

Seis monjas de avanzada edad abandonaban por la noche, en dos coches, el monasterio de la pedanía alicantina. Un dispositivo de la Policía Local tuvo que desplegarse en las inmediaciones del edificio para evitar el hurto de la reliquia. Se trataba de una auténtica crisis en una ciudad que tiene una de las romerías más importantes del Europa basada en esa pieza histórica. 

La propia congregación, esta vez la Comunidad de las Clarisas de Algezares, se mostró dispuesta a realizar un servicio de guardia y custodia de la sagrada reliquia en el Monasterio mientras el obispo buscaba inquilinas permanentes.

Finalmente, en junio de 2019, el Ayuntamiento de Alicante informaba de que "las monjas Canónigas Lateranenses de San Agustín, conocidas en Alicante con el cariñoso apelativo de las Monjas de la Sangre, con sede en el Monasterio de la Preciosísima Sangre, se trasladaban desde la calle Monjas 1, de Alicante, al Monasterio de la Santa Faz, para tomar el relevo de las clarisas en la guardia y custodia del Sagrado Lienzo".

La crisis se había conjurado gracias a 11 monjas de otra congregación con 400 años de historia en la ciudad que durante siglos prestaron su monasterio para prestar como último lugar de rezo y contrición de los reos que iban a ser ajusticiados