Con la esperanza de encontrar ciudades postsoviéticas en regiones extremas, el fotógrafo alicantino Manuel Lorenzo se subió a su Harley-Davidson para recorrer Europa hasta llegar al círculo polar ártico ruso. Su viaje por la tundra siberiana hasta conocer los festivales moteros o los esquimales que allí viven lo recrea ahora en la exposición Sigue, sigue, Sputnik en la Lonja del pescado.
"No fue nada melancólico ni la búsqueda de notoriedad ni postureos ni 'conocerme a mí mismo' ni ninguna chorrada por el estilo", cuenta Lorenzo sobre esta aventura. La llamada de lo salvaje le llegó en 2016. Aquel año ya se había subido en su moto para cruzar el continente hasta el cabo Norte en Noruega. "Al desembarcar del ferri que lleva de Helsinki a Tallin me dije: 'Oye, qué cerca está Rusia'", recuerda.
"¿Qué habrá allí arriba? ¿Se podrá llegar en moto? ¿Y en Harley? ¿Hay información de aquello y de si ha llegado algún occidental en moto? ¿Hasta dónde se podrá llegar hacia el norte?", eran las preguntas que se cruzaron por su cabeza. No podía evitar que estas siguieran persiguiéndole hasta "saber de primera mano qué hay donde nadie dice qué es lo que hay".
La Cerda, como llama a su moto, tendría que recorrer esta vez una distancia mayor que los diez mil kilómetros entre la costa de Alicante y la costa Noruega. Sacó el visado en Torrevieja "y con la poca información de la que disponía y existía sobre la zona, salí cargado como un burro hacia la frontera rusa".
Como Forrest Gump
Cruzar la frontera rusa asegura que le costó ocho horas, un adelanto de las complicaciones que le quedaban por delante. Especialmente cuando se adentró en la tundra siberiana. Allí las carreteras eran "planchas de hormigón de tres x cinco metros encajadas sobre una base de arena que te dejan sin ruedas y sin culo".
Si las horas y horas al volante por "rectas interminables y planicies eternas" tenían su coste, "hasta los momentos más difíciles se transforman en algo positivo que enriquece el viaje". Y eso llegó con la gente que conoció pese a no saber ruso.
El idioma no le impidió "pasear a una esquimal que nunca había visto una moto salvo en películas o ser acogido por los pocos moteros siberianos como uno más en sus casas". Cuando por esas carreteras pasaba por las pequeñas poblaciones veía "las caras de la gente que nunca había visto a un occidental en moto por allí".
Y estos eran los que luego hacían correr la voz "de que había un loco español por allí, algo parecido a Forrest Gump cuando la gente lo acompañaba corriendo, y que te paraban para hacerse fotos contigo porque nunca habían conocido nadie como tú". También eran los que le ayudaron en medio de la nada cuando se le rompió el embrague y la tienda de recambios de Harley-Davidson te pilla lejos.
Moteros siberianos
"Son la gente más solidaria del planeta", afirma convencido. Y aquel contratiempo le permitió descubrir "uno de los pocos festivales moteros que hay en el norte de Siberia". En él supo lo que era "que te hagan perder el conocimiento a base de vodka, que te tiren a un río congelado para que espabiles y que te suban a un escenario para clausurarlo".
Todas estas historias las recrea en Sigue, sigue, Sputnik la exposición que ocupa la sala Luceros en la Lonja del pescado del 8 de octubre de 2021 hasta el 3 de noviembre. Pero, ¿cómo se cuenta un viaje así en una sala de grandes dimensiones cuando no hay fotografías del viaje?
"A lo único que aspiraba en Siberia era a sobrevivir, a encontrar gasolina y llegar los más al norte posible. Estaba yo para hacer fotos", asegura. "Lo que sí hice fueron vídeos", añade. De ellos ha extraído las imágenes para crear un álbum especial "y las coloco donde siempre estuvieron antes de la llegada del móvil: en frigoríficos, marcos de espejos y paneles de corcho".
El espacio expositivo, promete, "es lo más parecido a lo que sería el Nur club de motos de Urengoi. Un club motero en Siberia en el que "las fotos muestran una trayectoria de las experiencias más relevantes de lo que fue el viaje con los verdaderos protagonistas del viaje: la moto y la gente".