Malos tiempos para el fútbol en La Nucía. La localidad alicantina, capital europea del deporte y envidia nacional por sus extraordinarias instalaciones deportivas, vuelve a caer a los infiernos del fútbol tras una temporada desastrosa, la segunda consecutiva, en la que el equipo ha pagado sobre el campo la mala gestión de sus dirigentes.
El descenso a Tercera Federación, consumado el pasado fin de semana en Terrassa (3-1), provocó la ira de un grupo de aficionados, que como señal de protesta por el rendimiento del equipo saboteó los vehículos de los jugadores, a los que se pincharon las ruedas, en el aparcamiento de la Ciudad Deportiva. El club y los afectados han presentado una denuncia ante la Guardia Civil, que ya busca a los causantes de este acto vandálico.
Lo que le faltaba a la plantilla, que además de haberse dejado a jirones su prestigio por esos campos durante toda la temporada –es el peor equipo de los cinco grupos- acumula ya tres meses sin cobrar.
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Nadie podía sospechar, hace sólo dos años, el desplome del modelo de La Nucía. El equipo, saneado a nivel económico y con un fútbol base floreciente, capaz de captar talento de todos los puntos de la provincia, se había convertido en la envidia de la comarca y en un foco de atracción para futbolistas cotizados de la competición. En La Nucía se vivía bien y se cobraba mejor.
Su director deportivo y arquitecto del proyecto, Kiko Lacasa, estaba en la agenda de equipos de superior categoría y el club apuntaba siempre a lo más alto. "Primera Federación es tierra de paso, estación hacia el fútbol profesional", apuntaban desde el entorno de la entidad tras el ascenso logrado ante el histórico Arenas de Getxo en el Olímpic Camilo Cano a finales de mayo de 2022.
El castillo levantado durante años Lacasa se comenzó a caer en ese verano. Entradas y salidas de posibles inversores, compromisos sin cumplir por parte de ISMX Group y una mala dinámica deportiva, sobre todo como local, llevaron a La Nucía al descenso, mientras el Eldense, con el que había subido de la mano y compartía objetivos y retos, se colaba en el fútbol profesional.
Todo fue a peor en la pasada pretemporada. El socio inversor salió huyendo y La Nucía quedó completamente paralizada en su planificación. El Ayuntamiento, tan vinculado al equipo en otras etapas, se puso de perfil y La Nucía se encontró a pocas semanas de comenzar el curso sin plantilla.
El club se inscribió a contrarreloj, encontrando los avales el último día del plazo, y comenzó a trabajar sin entrenador y con el equipo a medio diseñar. La entidad se quedó esperando la llegada de varios grupos inversores que mostraron interés, pero todos salieron corriendo en el último momento.
Un mal arranque de la competición y los continuos vaivenes en el banquillo - Raúl Garrido, Sergio Egea, Mario Cartagena y el propio Lacasa- hicieron el resto. El colmo del despropósito llegó en el mercado de invierno, cuando un grupo inversor liderado por el exfutbolista César Gómez y el director deportivo Luis Jaime Puebla, tomó el mando, destituyó a Lacasa y nombró entrenador a Sergio Egea sin haber puesto un euro sobre la mesa. Tras comprobar durante tres semanas que los nuevos dirigentes no tenían capacidad para reflotar la nave, el Ayuntamiento forzó su salida y volvió a confiar en su director deportivo, aunque por entonces el equipo ya no tenía solución.
Meses de impagos y más cambios en el banquillo hacia un destino escrito. El empate ante el Hércules fue un coletazo de orgullo para un equipo desmotivado y rendido que, apenas siete días después, firmó un ridículo histórico ante el Mestalla ante su afición (0-6).
Tras el descenso se abre un periodo de reflexión en la entidad, que debe volver a replantearse sus objetivos y buscar su lugar en el fútbol español. El club, a través de sus redes sociales, trató de enviar un mensaje de ánimo con la imagen de su delantero icónico, Mariano, y el mensaje "volveremos a disfrutar".
En el aire queda la continuidad de Kiko Lacasa, cuya imagen y moral ha quedado muy tocada durante el último año y medio. La Nucía lo tenía todo para marcar una era en el fútbol alicantino y autonómico, pero quiso crecer más deprisa de lo normal y acabó muriendo de éxito.