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El fracaso deportivo del Hércules lo condena a militar al menos una temporada más en la cuarta categoría del fútbol español, una certeza dolorosa para los miles de aficionados de una entidad histórica para Alicante que este año celebra además el centenario de su fundación.

Ante la falta de pulso deportivo, las miradas se vuelven a dirigir a la misma persona: el dueño del equipo, el promotor Enrique Ortiz, que en diciembre de 1999 se hizo con las riendas del club por mediación del entonces alcalde de Alicante, el popular Luis Díaz Alperi. 

En este sentido, un sector del herculanismo tiene previsto salir a la calle este domingo para protestar por la gestión del club y exigir una renovación real que permita encauzar la situación. La protesta, centrada en la dimisión de Ortiz, saldrá de Luceros y acabará en la Plaza del Ayuntamiento, con la idea de escenificar delante de la institución el hartazgo por el declive del Hércules.

Pero lo cierto es que el Ayuntamiento no tiene la intención de mojarse mucho más de lo que ya lo hizo el año pasado, cuando aprobó en mayo una declaración institucional en la que se pedía a la dirección del club que actuase "de forma generosa y responsable" en la defensa de los intereses del equipo. La respuesta de Ortiz fue pedir a Barcala que le ayudase a reflotar el Hércules. Barcala, por supuesto, huyó.

El problema de fondo: la corrupción

Es altamente probable que en cualquier otra ciudad el Ayuntamiento ya se hubiese implicado de alguna manera en la situación de su principal club de fútbol. Pero Alicante no es como cualquier ciudad, principalmente por la complicada relación que Ortiz tiene con el poder político. Sus constantes problemas judiciales le han convertido en un paria, tanto para la izquierda como para (especialmente) la derecha del PP, a la que ha confesado financiar ilegalmente en el marco del caso Gürtel. 

Esa especial condición del dueño del club es un factor clave para entender el distanciamiento que, al menos en público, muestra el Gobierno municipal, un bipartito formado por PP y Cs.  

Lejos quedan los años en los que la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, era una habitual en el palco del Rico Pérez, sentada a la derecha de Ortiz. Por aquel entonces los proyectos faraónicos se anunciaban de manera conjunta con el Ayuntamiento, con megacentros comerciales, torres de apartamentos e incluso cambios de ubicación (se llegó a hablar de construir un nuevo Rico Pérez en el Plan Rabasa) a la orden del día. 

El estallido del caso Brugal, por el que tanto Alperi como Ortiz fueron condenados por cohecho, acabó por convertir al promotor en un apestado. En los audios grabados por la Policía no solo queda retratada la connivencia entre los políticos y el empresario, sino que también se habla del Hércules. El empresario ilicitano Ramón Salvador llega a decirle que en realidad no le gusta el fútbol, y que tiene un equipo "para lo que lo tienes".  

Todo cambia para seguir igual

Ortiz, convertido en un antagonista de novela para toda la izquierda alicantina, fue responsable indirecto del éxito que PSOE, Guanyar y Compromís en las municipales de 2015. Y el discurso con el que el entonces alcalde, el socialista Gabriel Echávarri, ganó las elecciones, fue muy claro: renovación del equipo y exigencia total al empresario de que cumpliese con lo prometido. 

La realidad: Echávarri evitó confrontar directamente con Ortiz y acabó sentado en el palco, en el inicio de lo que sería la actual etapa negra del histórico equipo. Otra decepción más para una afición acostumbrada a lidiar con los desengaños. 

¿Existe alguna posibilidad de ver a Ortiz fuera del Hércules? Lo cierto es que, en los últimos años, los peones han cambiado de casilla, pero las caras han sido siempre las mismas: Carlos Parodi, Valentín Botella, las idas y venidas de Quique Hernández... el herculanismo vive inmerso en un día de la marmota en el que parece que ninguna buena acción le va a poder hacer salir. Y todo parece indicar que tendrá que tendrá que rescatarse solo. 

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