En 2013 el equipo de Gobierno municipal de Marbella, del PP, ejecutó una modificación de su Plan General de Ordenación Urbana que permitía torres de hasta 150 metros de altura (unas 50 plantas) en su término municipal.
La oposición del PSOE se movilizó entonces contra lo que consideraron una "barbaridad urbanística", con abundantes comparaciones con la capital turística de la Costa Blanca. "Marbella no quiere ser Benidorm", se leía en los artículos escritos desde la ciudad malagueña en la época.
Realmente con esta modificación Marbella no iba a ser como Benidorm, solo parecida: la ciudad alicantina tiene la mayor densidad de rascacielos por habitante del mundo gracias a la regla simple de que no existe una altura máxima para construir, al menos desde 1990.
Así ha acogido durante décadas a algunos de los edificios más altos de España. El último, el Intempo, una torre residencial de 200 metros de altura que se dibuja sobre el horizonte del Mediterráneo como uno de los símbolos del nuevo Benidorm.
La agenda 2030 y las restricciones europeas a las ciudades de más de 50.000 habitantes han reabierto el debate sobre la importancia de la sostenibilidad en la planificación urbanística de los municipios, muy especialmente de aquellos que cuentan con una población flotante sobredimensionada. Y algunos de los argumentos que se dieron entonces sobre el impacto de ambas ciudades cobran una importancia especial, más aún con la necesidad de empezar a optimizar recursos.
[Benidorm reivindica su 'modelo vertical' para reducir los residuos y gastar menos agua]
De todos los artículos que se dieron en su día el que aborda la cuestión de manera más directa es el de la arquitecta Elena Cabrera Vacas, quien analizó en la revista A10 New European Architecture el desarrollo de las dos ciudades y llegaba a una conclusión: entre los dos enfoques, la ciudad vertical y la expansión horizontal, Benidorm es la más sostenible de las dos.
¿Por qué? En primer lugar porque considera que es mejor tener un Plan General único para toda la ciudad (Benidorm fue el primer municipio de España en tener uno, en 1956) que "una sucesión de planes parciales orquestados para el desarrollo rápido". Eso permite al urbanismo de la capital turística de la Costa Blanca tener "continuidad en el paisaje urbano" y "generar una gran variedad de atractivos".
La arquitecta considera también que el diseño de Benidorm "estimula y anima la escena urbana", con especial énfasis en la verticalidad: "Si alojáramos a todos los turistas del Mediterráneo español con el modelo Benidorm de hoteles sólo necesitaríamos nueve ciudades, pero si lo hiciéramos con el modelo Marbella (horizontal) hubiéramos necesitado el 70 % del total de la línea de costa mediterránea de Barcelona a Tánger".
Es por ello que concluye que el sistema utilizado por Benidorm permite "generar muchos beneficios con pocos recursos", mientras que Marbella cuenta con "ocupación de temporada y requiere, incluso, por su expansión, una mayor inversión".
Un "paradigma de la sostenibilidad"
En este sentido, un hilo reciente del geógrafo, urbanista y divulgador Antonio Giraldo abordaba la misma dicotomía con unas conclusiones parecidas.
En su exposición, Giraldo empieza explicando que ambas urbes cuentan con una población que llega a las 400.000 personas en verano. Y exponía de forma gráfica (con dos planos) el espacio que ocupa cada una de las dos urbes.
"Por esto el modelo de Benidorm, por mucho que se critique, es el paradigma de la sostenibilidad. Lo mismo pero consumiendo mucho menos", apunta.
"De haber seguido el modelo de Benidorm para alojar a toda la población estacional que ahora hay en nuestras costas" dice Giraldo, "estaríamos ocupando del orden de una décima parte de lo que ocupamos y, por lo tanto, pudiendo haber conservado cientos de esos km de costa en su estado natural".
Y concluye: "La costa española de los rascacielos es mucho más respetuosa que la costa española de los campos de golf, por muchos arbolitos que tengan. Deal with it".