La ciudad de Elche tiene el honor de albergar los restos arqueológicos de lo que fuera el centro urbano, político, religioso y económico más importante de toda la provincia de Alicante durante más de un milenio. Ilici era el nombre de la población histórica donde se practicaban misteriosos entierros de bebés durante su época ibérica.
Conocido como La Alcudia, nombre árabe que la denominaba "la loma" por su terreno ligeramente elevado, es un enclave tres kilómetros al sur del municipio ilicitano que ha sido reconvertido en una fuente de conocimiento y divulgación de lo que fue Ilici a través de restos y piezas recuperadas del olvido durante cientos de años.
El elemento estrella de la ciudad antigua es la Dama de Elche, descubierta en el yacimiento en un escondrijo el 4 de agosto de 1897. Pero la historia de Elche está llena de tesoros que se han ido sacando de la tierra. Urnas, vasijas y piezas artesanales se han encontrado en las diversas excavaciones que se han realizado para conocer más de cómo era la vida de los primeros ilicitanos.
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La arqueóloga Marta Tendero de la Universidad de Alicante explica en el número 73 Revista Canelobre que "la cultura ibérica se manifiesta en La Alcudia hace unos 2.500 años". Entre los hallazgos más destacados la experta destaca "un conjunto de esculturas que representan a animales fantásticos o reales, guerreros y damas, probablemente vinculados a un centro religioso y funerario".
La cultura de la muerte ha despertado un gran interés en los investigadores de este tipo de civilizaciones que habitaron las tierras de la provincia antes de su cambio a las tradiciones romanas con la ocupación de su "victorioso ejército" a comienzos del siglo I a. C.
Enterramiento de neonatos
Uno de los descubrimientos más sorprendentes ha sido el de "recipientes cerámicos que servían para el enterrar neonatos, una práctica ritual bastante extendida", apunta Tendero en la publicación, quien añade que se encontraban en "pequeñas fosas practicadas por debajo de los niveles del suelo de las viviendas". Luego se ocultaban reparando el pavimento para, probablemente, "seguir un ritual protector de los espacios domésticos".
La población milenaria tenía "un urbanismo ordenado que ocupaba posiblemente la mayor parte del altiplano, donde se localizaban casas construidas con zócalos de piedra, alzados de adobes o amasados de barro, y cubiertas de materiales vegetales", escribe la arqueóloga.
Esta división y rituales eran comunes al de otras agrupaciones ibéricas y nunca se han podido esclarecer con seguridad las motivaciones que les llevaban a ello. Un trabajo de la arqueóloga de la Universidad Complutense de Madrid Teresa Chapa que estudia yacimientos similares en otras latitudes de España, como los de Puig de la Nau de Castellón o el de Castellet de Bernabé de Valencia, arroja luz sobre los ritos.
El documento Presencia infantil y ritual funerario en el mundo ibérico revela que "el comportamiento funerario en el mundo ibérico supone una ruptura respecto a momentos anteriores, no tanto en los detalles de su proceso ritual como en lo relativo a la formalización de las necrópolis y la incorporación de sus miembros a las sepulturas".
Así, la especialista asegura que una de las principales causas de la muerte de los bebés se debía al "complicado proceso de embarazo y parto", ya que algunos fetos no conseguían sobrevivir o lo hacían por cortos periodos de tiempo.
"En la mayor parte de los casos, este hecho no daba lugar a ritual alguno, silenciándose en el ámbito doméstico", recoge el artículo. Por otra parte, a los restos se les daba una sepultura, aunque sin actos o rituales especiales.
Ahí es cuando entraba en escena la propia estructura de la casa como protagonista, al quedar vinculados para la eternidad. Chapa opina que estas costumbres se debían a que para las madres que perdían un hijo era más fácil superarlo enterrándolos en la propia vivienda. A veces se metían en urnas, otras eran ocultados sin ajuar en fosas y en ocasiones descansaban con algún objeto personal.