Ese será el eterno eslogan por el que recordaremos, siempre en el momento más álgido de sus inolvidables espectáculos de elección de la bellea del foc, a José Ángel Guirao Sánchez, de quien el pasado día dos se cumplieron 23 años de su desaparición, viviéndose con ello la despedida más multitudinaria que jamás he visto en Alicante.



Siempre he pensado que lo mejor de nuestras fiestas ha venido dado por la entrega casi incondicional de hombres y mujeres que tomaron las hogueras como el epicentro de sus vidas. Guirao fue un perfecto exponente de dicho enunciado; tan solo vivía para ellas.

Amparo Quereda y J. Ángel Guirao en la Ofrenda de Flores (1996).

Amparo Quereda y J. Ángel Guirao en la Ofrenda de Flores (1996).

Ligado desde niño por vecindad a la foguera de Plaza de Gabriel Miró, sobrellevó en su juventud una estimulante carrera como cantante que abandonó por motivos familiares, momento en el que encontró la fiesta alicantina como un perfecto vehículo para volcar su sensibilidad y sentido artístico, una vez entramos en la década de los ochenta.



Lo hizo siendo el primer delegado de hogueras infantiles que albergo la Comisión Gestora, entonces presidida por Jacinto Masanet, permitiéndole ser el artífice de la expansión de una faceta hasta entonces irregular en las comisiones. En pocos meses logró que para 1981 se superaran las 50 comisiones infantiles para la ciudad.



Presidió la comisión de Plaza de Gabriel Miró entre 1983 y 1986 y, en el verano de 1990 fue el fundador de la de Plaza de Santa María, que presidiría pocos años después, comisiones ambas en las que desde el primer momento aplicó el buen gusto y su apuesta por transmitir el alicantinismo y respeto a nuestras tradiciones en todas sus actividades.



Sin embargo, si por algo es recordada la figura de Guirao es por los nueve festivales de elección de la bellea del foc dirigidos entre 1985 y 1998, ejerciendo como delegado artístico de las comisiones gestoras de Miguel Díaz, Conrado Albaladejo y Andrés Llorens, en las que destacó la entregada ayuda de la coreógrafa Vilma Ñeco y las fabulosas -y añoradas- escenografías elaboradas por los operarios de Talleres Municipales, comandados por Ginés Pérez.



Festivales jamás siquiera igualados, que combinaban guiones enraizados en elementos de nuestro pasado, con un sentido del espectáculo que conectó con las generaciones más jóvenes de foguerers, participantes desinteresados de espectáculos carismáticos, bien pensados y llenos de emoción.



Guirao alcanzó en los últimos años de una vida tan corta como densa, varios de sus objetivos. De una parte, fundar la Hermandad de Ntra. Sra. de la Alegría, que aglutinara la presencia del mundo de las hogueras en la Semana Santa. De otra, la utilización del auditorio de la Explanada como marco de la gala de bellezas, lugar donde este acto logró su más alta cota de distinción.

Recepción Municipal a Bellezas (1984).