Manuel Valero Gómez, vio la luz en Alicante el mismo año que los terrícolas pudieron atisbar el paso del Cometa Halley (1986). Se doctoró en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ejerció la docencia en universidades como la de Valencia, Miguel Hernández e Internacional de Valencia (VIU). Ha cultivado la crítica literaria en diversos medios publicando varios ensayos y artículos en revistas especializadas llegando a obtener el Premio Gerardo Diego.
Su obra poética ha sido incluida en diversas revistas, antologías y ha sido distinguida con varios premios de poesía. Entre sus poemarios premiados se encuentran: Noche entreabierta (2015), Hijos del Cometa Halley (2017) y Prohibido Fijar Carteles (2021).
Manuel Valero es un poeta de moldes clásicos que arrastra una figura lírica poco convencional en los tiempos que corren: ese amor por la introspección que se refuerza con su adhesión al universo de lo íntimo, constituyen rasgos nada desdeñables a la hora de valorar su obra. La "solitud" y el existencialismo de Valero Gómez –no reñidos con su mirada irónica (que le permite cierto distanciamiento cuando lo considera necesario) y su indudable sensibilidad social– contribuyen a iluminar una trayectoria tan solvente como independiente.
De su peculiaridad estética puede dar fe el que suscribe, dado que, a poco que se asome el lector a su obra, comprobará que se encuentra ante una voz singular, un poeta alejado de modas, influjos superfluos y convencionalismos.
En Prohibido Fijar Carteles (Premio de Poesía de la Facultad de Filología de la UNED), un poemario dividido en un poema preliminar y cinco apartados que rezuman coherencia (Fuera de Servicio, A Quemarropa, Prohibido Fijar Carteles, Postales Perdidas y Final), Manuel Valero Gómez despliega una intensa pulcritud en su mapa lírico. Su esmero es tan natural que se deja translucir en la flamante fusión de la palabra con el sentimiento que la inspira y donde se cobija permitiendo a la expresión ser ella misma alejándose de retóricas y artificios.
De la seriedad hiriente de esta voz da buena cuenta en Didáctica de la historia, donde nos advierte que: "(…) apenas nada/ sirve detener la historia/a uña de caballo con el sueño perfumado/ apenas nada(…)". De nuevo avisa el poeta en «Sociedad Civil» sobre la impotencia del ser ante el paso del tiempo y la huella que deja en el ser atravesado: "(…) para comprender que la vida y el tiempo son/la piel de una fruta recién madura/en el erial caída,/en el erial podrida (…)".
Algunas de las claves de este existencialismo, se pueden desencriptar en Arte poética en el café (Noche Entreabierta) inspirado en dos versos de uno de sus autores de referencia, Francisco Alonso Ruíz (por supuesto, un exquisito marginado del parnaso poético): “No es el tiempo el que pasa/ el que pasa es el hombre”.
El poeta también es sensible a la cuestión social donde expresa un nostálgico apego por los atisbos de inocencia que habitan los barrios humildes. Así lo deja entrever en poemas como A Quemarropa: “(…) Una soledad sin rostro nos asesina/ Asomados a la niebla/ tomamos nuestras manos/ con aquella ternura/ que tan solo conocen/ los barrios proletarios (…)”.
Finalmente, en Contemptus mundi. Dialéctica del fuego, Valero Gómez saca a pasear todas las contradicciones de la poesía, y los que la ejercen, por esas calles donde todo aparenta algo distinto de lo que es:
"(…) Si has bajado a la calle,/fueras rehén o fueses poeta,/tendrás presente,/amigo,/que más allá del barro mancha el poema/que las uñas tengo de sangre afiladas/que la poesía es un arma/de miseria cargada(…)".
En definitiva, una obra que los amantes de la poesía no deberían pasar por alto…agradecerán su lectura.